Internet, pendiente de un cable: corte en Las Toninas desnudó falencias de la conexión argentina
Los partidos de la Champion League y los de la Intercontinental. La música que se baila en las discos de Corea del Sur y los videojuegos que se crean en Japón. La compra de un par de zapatillas estrambóticas en China o una inversión en Wall Street a través de una aplicación móvil. Todo esto es posible desde hace años gracias a internet.
Si esto sucede es porque los continentes están enlazados entre sí por cables submarinos que conectan los cientos de miles de millones de computadoras con los servidores y los dispositivos en poder de los usuarios. Sólo advertimos sobre la existencia de esos cables cuando internet se corta. No porque el WiFi titila o porque el proveedor del servicio es de regular para abajo. Sino porque no hay chance de cargar ni de descargar nada. Como si se tratara de un corte de luz.
Esto volvió a quedar en evidencia a principios de agosto, cuando un cable submarino de Level 3, una de las empresas dedicadas a traer internet desde otras partes del mundo hasta tierras argentinas, fue cortado. Y todo lo que tenía que entrar y salir por allí debía buscar otra ruta, otra alternativa. Y como si se tratase de un gran embotellamiento de viernes por la tarde, el tráfico de internet se volvió más lento que de costumbre, hasta que el problema se resolvió.
¿Por qué? ¿Qué ocurre cuando se corta un cable submarino, con tecnología de fibra óptica? ¿Qué pasa con todos esos datos que van y vienen entre el mundo y la Argentina en ese momento? Para responder, hay que volver a repasar el mapa de los cables submarinos y cómo nuestro país es "tocado" por ellos.
A la Argentina llegan en forma directa seis cables submarinos. Todos confluyen en Las Toninas, llamada "la zona de amarre" puesto que su lecho marino está desprovisto de piedras y otros elementos que pueden afectar a los cables y demás dispositivos involucrados en el funcionamiento de internet y que también se encuentran bajo el agua.
De esos seis, cuatro llegan desde Praia Grande, en San Pablo, Brasil; y dos desde Maldonado, en Uruguay.
Esos cables por mar que tocan la costa argentina se continúan, luego, por la vía terrestre, principalmente por el llamado "anillo de fibra óptica central" que pasa por las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza. Desde la provincia sanmartiniana las mismas empresas que operan el desembarco en las Toninas, cruzan la cordillera y llegan hasta Chile. Allí, más precisamente en Valparaíso, tocan otros tres cables submarinos, de los cuales uno viene desde Arica y los otros dos, desde Lima, Perú. Un cable submarino más es el de Arsat en el sur, que une Punta Dungeness en Santa Cruz, con el Cabo Espíritu Santo en Tierra del Fuego.
Del total de estos cables, dos envuelven a América del Sur en contacto con América Central y Miami, una de las puertas obligadas del tráfico de internet en el mundo. Uno de ellos es el South America-1 (Sam-1), de Telefónica, y el otro es South American Crossing (SAC) Latin American Nautilus, de Level 3, el que se cortó en la estación de amarre el pasado 2 de agosto.
Los otros cables submarinos que arriban a Las Toninas son el ARBR, del Grupo Werthein, vía Praia Grande, y el Atlantis-2, que viene desde Carcavelos, en Portugal y toca Africa y Fortaleza, en Brasil. A estos, se suman, el Unisur, propiedad de la estatal uruguaya Antel y Telxius (Telefónica); y el Bicentenario, de Antel y Telecom Argentina, ambos provenientes de Maldonado.
La salida por Chile se realiza por los mencionados Sam-1 y SAC Nautilus, además del South America Pacific, de Ocean Networks, que viene desde Hawai y toca Panamá y Miami.
Es decir, la Argentina está conectada al mundo mediante un grupo de cables submarinos que tiene entrada/salida por el Atlántico y otro, por el Pacífico. Es la manera que adoptan las compañías dedicadas al transporte mayorista de internet para garantizar la fluidez del tráfico. Una vez que esos enlaces "tocan tierra", se conectan a los múltiples proveedores de internet. Si hay mayor demanda de un lado, se deriva parte para el otro lado y, así, se mantiene la conectividad constante.
Esto también obliga a las operadoras involucradas a mantenerse comunicadas de manera constante. Más allá de que se trate de competidoras, es habitual en el mercado que, ante una contingencia, o la necesidad de interconectarse con una red rápidamente para resolver un problema, recurran a alguna de ellas para resolver el inconveniente. Son capaces de establecer una buena relación más allá de ser competidoras.El Estado, sin capacidad de sanciónAl cortarse el cable submarino de Level 3 en la zona de amarre, el tráfico que normalmente era derivado por Las Toninas se frenó, quedó embotellado. Y lo que se notó entre miles de usuarios de internet fue que la web no funcionaba. Eso ocurrió hasta tanto todo ese transporte se derivó hacia el lado de la cordillera y otras rutas alternativas. Con los consiguientes inconvenientes que cualquier congestionamiento de tránsito, en este caso de datos, genera: lentitud, mayor espera e impaciencia.
Ese mismo día, tras admitir el incidente en la costa argentina, Level 3 explicó: "El tráfico fue redireccionado automáticamente a través de rutas alternativas y continuó operando sin interrupciones. Gracias a la sólida configuración de nuestra infraestructura de red, una vez solucionado el inconveniente, el tráfico volvió a su ruta original".
Cuando ocurren estas cosas, que suelen suceder entre las empresas que gestionan los cables submarinos, se advierte lo dependiente que somos de la banda ancha, de la conectividad. Y lo necesaria que es para informarse, trabajar, comerciar, realizar operaciones financieras, estudiar, entretenerse, intercambiar en definitiva.
El corte de un cable submarino suele ocurrir porque o un barco tiró el ancla en una zona donde justo pasaba un cable y, al levantarla, también se lo llevó y lo cortó. O porque la ejecución de obras en la zona de amarre, puede también derivar en un inconveniente de este tipo.
Y es lo que suele ocurrir también en tierra firme cuando una topadora levanta un cable de fibra óptica en momentos en que sólo quería quitar escombros de un predio. Son cosas que ocurren.
¿Y esto provoca que haya algún tipo de responsabilidad de algún actor?
Internet no es un servicio público. Por ende, cuando se corta un servicio, la empresa en cuestión recibirá los reclamos y demandas de sus clientes directos. En esta oportunidad, fue tan significativo el corte que a Level 3 no le quedó más que dar a conocer un comunicado oficial sobre lo que había ocurrido en Las Toninas.
¿Puede el Estado, a través de algún organismo regulatorio, sancionar a una compañía por una situación de este tipo? No, no forma parte de su competencia. El problema, tal como lo indicó la empresa, ocurrió pero también se solucionó rápidamente. Las quejas provinieron principalmente de los usuarios clientes de los proveedores de internet clientes, a su vez, de Level 3.
Los proveedores de internet, a su vez, suelen contratar a más de una empresa mayorista. Justamente, para que en casos de este tipo o similares, pueda contar con alternativas para prevenir problemas de funcionamiento.
Antecedente de desconexión total
No es la primera vez que ocurre un incidente de este tipo en la Argentina. Hubo uno mucho peor, allá por 2004, cuando de manera simultánea se cortaron dos cables, el que iba por el Atlántico, y el que salía por el Pacífico. El país quedó totalmente desconectado del mundo, hasta tanto se fueron buscando rutas alternativas, y se repararon las roturas de la fibra óptica.
Por un lado, se había cortado uno de los cables submarinos amarrado en Las Toninas. Y por el otro, y con algunos minutos de diferencia, una máquina que hacía obras en Mendoza, en la zona de la precordillera, cortó un tramo de la red de fibra óptica que proveía la salida por Chile. No había manera de descongestionar el transporte que se generaba de un lado y del otro.
Fue un caos que no se notó tanto. En aquellos años las redes sociales aún no existían, como tampoco los smartphones, y la necesidad de conectividad pasaba, básicamente, por visitar páginas de internet y enviar y recibir emails. A las que, además, se accedía principalmente a través de una computadora fija.
La desconexión la sufrieron aquellos que hacían un uso intensivo del transporte de datos, concentrado aún en esos años en las empresas. En aquel entonces habían sólo 5 millones de usuarios de internet en el país, y la cantidad de abonados rondaba los 2 millones.
Hoy las cifras son bastante distintas: más de 32 millones de usuarios de la Red, más de 7 millones de conexiones de banda ancha fija y 60 millones de líneas de telefonía móvil. El impacto que provoca el corte de un cable submarino o de uno de fibra óptica que va por tierra es mucho mayor.
Es la razón por la que las compañías dedicadas a esta actividad refuerzan sus infraestructuras marinas, a fin de prevenir el mayor nivel de incidentes. Y en caso de que se produzcan, resolverlos con la mayor prontitud.
El de Level 3 es uno de los más importantes que tocan a la Argentina, junto con el de Telefónica. En este último caso, la compañía informó que el SAM-1 cuenta con más de 25.000 kilómetros de extensión en forma de anillo con cuatro rutas alternativas de fibra óptica terrestre.
Justamente, las rutas terrestres son las que también permiten salir rápidamente ante una contingencia de este tipo. En vez de enviar el tráfico hacia alguno de los océanos, se "corta camino" por tierra a través de redes de fibra óptica hasta volver a tocar una salida por el mar en alguna parte del continente.
Telefónica detalló que "para garantizar la continuidad de la prestación del servicio a los clientes, la traza del cable fue construida con forma de anillo, a fin de evitar posibles cortes. A su vez, para resguardo, la red cuenta en Argentina con cuatro rutas terrestres alternativas y separadas de fibra óptica, con dos salidas al océano Atlántico y dos hacia el océano Pacífico".
Los cables submarinos son los grandes transportadores de datos en forma de video, música, texto. Son los que distribuyen los gritos de gol que hacen temblar a un estadio, y también los sonidos de la selva convertidos en música y repartidos en forma de hit hasta los auriculares de aquellos que viajan en colectivo.