Presión, glucemia y colesterol, ¿cada cuánto debo controlarme?
El cuidado de la salud es uno de los principales aspectos en la vida de una persona, ya que permite mantenerse sano y sentirse bien. Seguir una dieta balanceada, hacer ejercicio y evitar los hábitos perjudiciales -el tabaquismo, el sedentarismo, entre otros- se encuentran entre las acciones centrales para mantenerse saludable. No obstante, no es lo único que se debe hacer. Los chequeos médicos también son importantes, ya que permiten conocer el estado general de salud y saber si hay alguna patología que no presenta síntomas y está afectado al organismo. Entre ellos, el control de algunos valores es esencial para poder conocerse profundamente y entender qué modificaciones se deben hacer en el día a día.
La falta de control de la presión arterial puede derivar en una de las patologías que producen mayor daño en el organismo y en la salud: la hipertensión arterial (HTA).
Actualmente, la patología cardiovascular es la primera causa de muerte en el mundo occidental y uno de los principales factores que contribuyen al proceso de desarrollo es la HTA. Asimismo, se trata de la enfermedad crónica que aparece con mayor frecuencia e impacta negativamente en la vida del paciente.
Es aquí donde surge la pregunta central respecto de esta enfermedad. ¿Cada cuánto debe una persona controlar su presión arterial si se encuentra saludable y no tiene síntoma alguno?
A pesar de encontrarse asintomática -en caso de la HTA es clave considerar que no produce síntomas claros y detectables-, la recomendación de los especialistas es el control frecuente de este valor. Según la Sociedad Europea de Hipertensión y la Sociedad Europea de Cardiología, es importante tomarse la presión en cada consulta médica, es decir, en cada chequeo general, que se supone se hace de manera anual o bianual. Así, el paciente se asegura de encontrarse saludable en este aspecto o, en caso de encontrar valores altos, le es posible conocer su patología y poder tratarla. En este sentido, ambas sociedades mencionadas indican que si la persona se encuentra saludable el control se puede realizar cada dos años, aunque en caso de hallar la tensión arterial alta el chequeo se debe realizar cada año.
Si bien la enfermedad suele aparecer en personas mayores de cincuenta años, es importante someterse a un control periódico aún en la juventud. De este modo, será posible conocer el estado de salud general e informarse acerca de la existencia de alguna anomalía.
Respecto del cuidado del estado del organismo, también hay otros valores que se deben tener en cuenta. El colesterol es uno de ellos y se encuentra entre los más importantes. Se trata de una sustancia presente en el cuerpo y que también se ingiere a través de los alimentos. Los productos lácteos y las carnes son las principales fuentes, por lo que siempre se recomienda su consumo moderado.
Si bien es un elemento que el organismo necesita para funcionar adecuadamente, si los valores superan los establecidos como saludables es posible que la persona presente efectos adversos y su salud se encuentre en peligro.
A partir de los 20 años se recomienda medir el colesterol al menos una vez cada cinco años, aunque la frecuencia la determinan también los factores de riesgo y la historia familiar.
Los pacientes menores de 20 deben tener su primera prueba entre los 9 y los 11 años y deberían someterse a un control cada cinco años. Es posible que de existir factores de riesgo o antecedentes familiares algunos especialistas recomienden a los niños hacer la prueba a partir de los dos años, aunque cada caso es particular.
Por otro lado, los hombres de 45 a 65 años y las mujeres de 55 a 65 años deben controlar el colesterol en sangre cada uno o dos años como máximo, ya que a esa edad suelen aparecer las patologías arteriales y es recomendable estar informado sobre la salud personal.
El examen se hace a través de una prueba de sangre; los resultados arrojarán información del colesterol total y, además, de los diversos tipos de esta sustancia. El conocido como “malo” es el LDL y el problema principal es que se acumula en las arterias y las obstruye, mientras que el que se conoce como “bueno” es el HDL y permite eliminar el colesterol de las arterias.
Por último, hay otro valor importante que las personas, aunque se sientan saludables, deben mantener bajo control. Se trata de la glucemia, es decir, el nivel de azúcar o glucosa en sangre; ese valor que en los pacientes diabéticos suele ser más alto y, en algunos casos, peligroso para su salud.
Cuando los valores de glucemia están por debajo de lo estipulado como regular existe un trastorno conocido como hipoglucemia, mientras que, por el contrario, cuando son altos, se conoce como hiperglucemia.
Someterse a este tipo de análisis, tanto de glucemia como del resto de los valores, es fundamental desde dos puntos de vista. Por un lado, la realización de pruebas de glucemia tiene distintas utilidades en el área de la salud como el diagnóstico; por otro lado, el seguimiento de enfermedades como la diabetes u otro tipo de patologías también se puede realizar desde un análisis de sangre y de este valor puntualmente. De este modo, será posible controlar la evolución de la patología y comprobar la efectividad del tratamiento que sigue el paciente.
Es importante tener en cuenta que aquellos pacientes que respondan a esta última característica deberán realizarse un análisis antes de un año si el médico tratante lo considera conveniente.Evitar este tipo de controles, en ambos valores mencionados, puede provocar severas consecuencias en la salud. Todas las personas deben tener en cuenta que con apenas un control por año, cada dos años o incluso cada cinco, están contribuyendo a la prevención de muchas patologías. En caso de que ya se encuentren presentes, los chequeos ayudar a su diagnóstico temprano. En cualquiera de los dos casos, es el control lo que marca la diferencia.