La guerra contra la inflación acumula derrotas y complica el debut de la mesa política del Frente de Todos
El martes 15 de marzo del año pasado, el presidente Alberto Fernández declaraba: "El viernes que viene arranca la guerra contra la inflación". Un año después, no quedan dudas: en este frente de batalla el Gobierno viene registrando sucesivas derrotas.
Con el índice de 6% registrado en enero y el interanual corriendo al 98,8%, no hay discusión posible. El ejército enemigo viene castigando duro y parejo a los comandos de elite de los precios cuidados, congelados, vigilados y justos que ha enviado en sucesivas oleadas la Secretaría de Comercio en los últimos doce meses.
También ha vencido a los subsidios cruzados y a los estímulos cambiarios o impositivos. Se trata de un rival duro que se muestra indiferente a los mensajes de paz y las buenas intenciones declamadas por funcionarios y empresarios.
Hasta aquí, el tándem Massa-Rubinstein logró, luego de desplegar sus fuerzas y con bastante fuego de artificio, bajar solo un escalón la dinámica inflacionaria registrada en el tercer trimestre del año pasado, cuando promediaba el 6,8%. Desde hace once meses, el IPC se mantiene por arriba del 5%, lo que deja la promesa de un abril próximo en 3% como muy voluntarista.
Los precios suman presión en el Frente de Todos
A los múltiples problemas económicos que genera la situación, también se le agrega el estrés político sobre una tensionada coalición oficialista. Si "la mesa de los argentinos" sufre los efectos de bienes y servicios que se incrementan sin pausa, la "mesa política del Frente de Todos", convocada para diseñar una estrategia electoral, también ve aumentar sus costos.
Cualquier diseño para encarar las PASO y luego las generales requiere de una tregua por parte de los precios. Con la inflación anual en tres dígitos, las aspiraciones de los distintos pre-candidatos se resienten, los sindicalistas tienen menos margen para acompañar y se complican también los gobernadores que padecen la disminución de los recursos discrecionales y las obras públicas manejadas desde la Casa Rosada.
No les falta razón a quienes señalan que el alto piso en materia inflacionaria es resultado de la triple combinación de la herencia macrista, la pandemia y la guerra. Pero transitando el cuarto año de gestión y en un contexto regional y global de descenso de los precios, esos motivos se debilitan. En el marco de una competencia electoral se requiere más resultados y menos explicaciones. Y asumir la mala praxis aportada desde diciembre de 2019, traducida en la renuncia explícita a diagramar desde el inicio un plan consistente y coordinado entre Hacienda y el BCRA.
"A los múltiples problemas económicos que genera la situación, también se le agrega el estrés político sobre una tensionada coalición oficialista"
La inflación, entre la fe y el realismo
Como nota de color se puede mencionar la paradoja de que el número aportado por el INDEC se haya divulgado en el día de los enamorados. Casi una metáfora perfecta sobre una relación tóxica entre política e inflación que lleva décadas y exige a la dirigencia plantear con decisión y voz firme un "tenemos que hablar". Claro que nadie espera que esto suceda antes del 10 de diciembre de este año. Para los meses que vienen habrá que ir orejeando las cartas con ansiedad, apostando solo a que la situación no espiralice y, en el mejor de los casos, se encuentre algo por debajo del 94,8% del año pasado.
Esperar que se cumpla lo prometido en el presupuesto nacional (60%) requiere de mucha fe y poco realismo.
La oposición, por su parte, no tiene por el momento la obligación de explicar medidas específicas, pero el tema alimenta divisiones entre los ortodoxos amigos del shock y los moderados gradualistas. Para algunos integrantes de Juntos por el Cambio, el "aprendizaje" del fracaso de Cambiemos en la materia fue no haber sido lo suficientemente duros y veloces en el ajuste, mientras que para otros la autocrítica pasa por no haber sido lo suficientemente prácticos.
Al final del oscuro túnel de la inflación está la cuestión fiscal y cuasi fiscal y los diagnósticos no conllevan a los mismos tratamientos. En general, tanto en el oficialismo como en la oposición, nadie discute la necesidad de alcanzar el equilibrio presupuestario, pero sí se difiere en los tiempos y las formas.
La inflación se trata, sin dudas, de la más política de las cuestiones a enfrentar por la próxima administración. Por el momento, habrá que seguir cortando clavos. Febrero no trae, hasta aquí, buenas noticias en materia de precios. Los trucos efectistas se desvanecen rápido mientras son los asalariados los que deben recurrir con más frecuencia a la magia para resistir duros ataques al bolsillo.