El Gobierno, en tenso tránsito hacia 2023: cuánto puede perder en el Congreso y qué chances tiene la oposición
Como siempre, pero quizá como nunca antes, el proceso económico condiciona al proceso político. Es cierto que suele ocurrir lo inverso, que la política condicione a la economía, pero desde que la política económica quedó en manos del tutelaje del FMI y que el margen de acción de la política económica se ha reducido a cero, podemos decir que esa circunstancia ha venido condicionando a la dinámica política.
Ese condicionamiento es tal, que si uno se pone a pensar en las posibilidades que se le presentan al oficialismo de cara a 2023 en virtud del proceso económico, uno casi que debería concluir que al Frente de Todos le resta saber: si va a perder la elección sin que la economía estalle o si lo hará con una crisis económica aún más profunda, lo que definirá si podrá aspirar a perder haciendo un papel razonable o si la derrota pudiera ser dramática en términos de cómo quede el espacio para transitar la escena a partir de 2024.
Ello surge de pensar que la persecución del programa acordado con el FMI deparará para el año electoral: ajuste del gasto público, ajuste del gasto en jubilaciones, ajuste del gasto en salarios públicos, ajuste del gasto en obra pública, aumentos de tarifas, etc. Un programa indigerible desde el punto de vista político y poco auspicioso para pensar que el oficialismo pueda recuperar competitividad para dar pelea electoral.
Crece la interna dentro del Gobierno
Parte de las mencionadas dificultades son las que explican las peleas internas dentro del oficialismo. Fue fácil juntar al kirchnerismo y al peronismo no kirchnerista (con actores que en otrora denunciaron o alentaron procesos judiciales en contra de Cristina Kirchner) para ganar en 2019, será difícil mantenerlos unidos para perder en 2023. Porque el poder se discute cuando se gana, pero también se discute cuando se pierde. Si toca perder, el kirchnerismo va a querer tener la mayoría de los espacios que se ganen en la derrota (bancas de diputados y senadores que integren el Congreso), y el peronismo querrá tener sus lugares también.
Pero aquí es cuando el futuro empieza a condicionar el tránsito hacia 2023. Ya que de no revertir las circunstancias actuales de competitividad, el Frente de Todos se podría encaminar a tener menos de 100 diputados en 2024. Se trataría de la primera vez, desde 1983 a la actualidad, en que el peronismo, en todas sus vertientes, cae por debajo de las 100 bancas en la cámara baja. Si el año pasado tuvimos el hecho destacado de la pérdida del quórum en el Senado, el año próximo podríamos tener el hecho histórico de la reducción de la representación peronista en la cámara de diputados a registros nunca vistos.
¿Por qué podría ocurrir ello? Bueno, no hay antecedentes, en la historia reciente de los procesos electorales nacionales (al menos desde que tenemos PASO), de una fuerza política que haya logrado obtener 49 bancas (el número de bancas que necesita renovar el Frente de Todos para no caer por debajo de las 100 bancas en Diputados) con menos del 33% de los votos. Y las perspectivas electorales no muestran con claridad que el oficialismo pueda estar por arriba de esa línea. De hecho, en 2021 no alcanzó el tercio de los votos.
Es cierto que todos aspiran a tener una estrategia para ganar, pero cuando toca perder, también es posible que haya una estrategia para perder. Y esa estrategia para perder pudiera poner en la cabeza de la principal actora del Frente de Todos la necesidad de tener el mayor control de los legisladores que ingresen al Congreso, lo que llevará a la vicepresidenta a tener posturas maximalistas en la negociación con el resto de los actores de cómo se conformarán las listas. Y ello es un anticipo de que los riesgos de ruptura del oficialismo estarán presentes de aquí a junio del año próximo, cuando haya que negociar las listas. De hecho, hay mucho olor a que el peronismo se encamina más a un modelo 2017 que aun modelo 2019.
Elecciones 2023: qué puede pasar con la oposición
También el futuro, más allá de 2023, condiciona al presente del lado opositor. La principal coalición opositora, Juntos por el Cambio, tiene hoy 61 diputados que continuarán mandato más allá de 2023. Y para llegar a los 129 necesarios para el quórum, necesita juntar el año próximo 68 diputados. Un número que solo podría alcanzar si logra obtener más del 45% de los votos. No hay antecedentes de esa cantidad de bancas con menos del 45% de los votos. El Frente de Todos obtuvo 45,3% en la categoría diputado nacional en 2019 y logró alzarse con 64 bancas, 4 menos de las que necesita Juntos por el Cambio.
Pero el objetivo político no necesariamente es llegar al número mágico. Aun quedándose corto 2 o 3 diputados, habrá margen para negociar los votos necesarios para llegar a los 129. Este dato se vuelve muy relevante para el presente. Porque a pesar de los tironeos y las disputas internas que uno ve en Juntos por el Cambio entre todos los aspirantes, todos ellos son conscientes que ese espacio es el que le garantiza al ganador las condiciones de gobernabilidad para poder llevar a delante el plan que crean necesario, si se ganan las elecciones.
Es decir que, las fortalezas legislativas que ofrece Juntos por el Cambio son un factor contenedor de esas tensiones internas y un factor reductor del riesgo de ruptura del espacio. Si el espacio se rompe, ¿quién estará en condiciones de poder juntar los votos necesarios para poder llevar adelante el programa que será necesario llevar adelante si toca gobernar el 10 de diciembre de 2023?
"Las fortalezas legislativas que ofrece Juntos por el Cambio son un factor contenedor de esas tensiones internas y un factor reductor del riesgo de ruptura del espacio"
Este factor, el legislativo, es a su vez un factor que condiciona el futuro de la candidatura de Javier Milei. El candidato libertario no solo debe logra emparejar la competitividad de Juntos por el Cambio para tener chances reales de convertirse en presidente, sino que deberá pensar cómo logra conformar una mayoría legislativa que le permita avanzar con las decisiones que ofrece en su radical propuesta de gobierno. Y es que Milei representa la paradoja del cambio: es el candidato que propone el cambio más radical, pero es el que, en principio, estaría en peores condiciones para llevar adelante cambios.
Así como avizoramos que si Milei no logra romper Juntos por el Cambio, difícilmente pueda lograr disputarle vis a vis la elección a esa principal fuerza opositora, podemos complementar que si no rompe Juntos por el Cambio no habrá potencial triunfo, por más abultado que sea, que le ofrezca los recursos políticos (mayorías en el Congreso) suficientes para poder implementar los cambios que quiera implementar.
En definitiva, el resultado electoral de 2023 arrojará un ganador, y el sistema político luego deberá procesar ese resultado. Pero no todos los resultados podrán ser procesados sin sobresaltos por el sistema. Hay aspectos del futuro político del proceso que ya están definidas de antemano, más allá del resultado electoral. Y esos aspectos condicionarán el tránsito hacia el día después de la elección presidencial. Porque en última instancia, puede haber un "plan llegar", pero ese plan llegar termina siendo sustentable porque tendrá que haber un "plan arreglar las cosas" el día después. Y ese "plan arreglar las cosas" requerirá condiciones políticas propicias para tener éxito. Nos resta saber si esas condiciones propicias existirán el 11 de diciembre de 2023.