"Superministro" de emergencia: Massa y las claves de una salida política que intenta evitar el colapso económico
La foto de la presidenta del Senado y el presidente de la Cámara de Diputados (ahora, ex) en el despacho de la Cámara Alta es portadora de muchos mensajes.
El primero de ellos es que el Presidente de la Nación ha quedado desplazado a un lugar lateral en el esquema de poder del Frente de Todos. Alberto Fernández se había resistido a una reingeniería general de la administración tras la renuncia abrupta de Martín Guzmán, apostando a resistir sólo con el reemplazo por Silvina Batakis. Su alternativa se agotó en menos de treinta días. Fue la coronación de un proceso de debilitamiento que amenazó a la totalidad de los integrantes de la coalición oficial.
De allí que Sergio Massa, Cristina Kirchner, los gobernadores y otros protagonistas del fracturado oficialismo se unieran en el clamor para resolver con urgencia la crisis en el proceso de toma de decisiones. El "primer mandatario" recibió una oferta que no podía rechazar, menos bajo la disparada del dólar en todas sus cotizaciones y el vértigo de los precios. Sus juegos de procrastinación y evasivas, al menos por el momento, encontraron un límite.
Lo que surge, a partir de ahora, es algo distinto a un cambio de Gabinete. Se trata de un diagrama de excepción para intentar estabilizar la realidad financiera y económica y, también, el mapa institucional.
Massa, elevado a "superministro": ¿y Alberto?
El fantasma del derrumbe visitó al peronismo. Una fuerza caracterizada como diestra en el manejo del poder transitó dos años y medio en internas a cielo abierto, idas y vueltas alrededor de medidas cruciales e inmovilidad frente a la velocidad de los acontecimientos. El FdT, franquicia electoralista de reciente creación, dañó la marca de una fuerza política de casi ocho décadas de existencia. La reacción se hizo esperar, pero llegó.
Habrá que ver los efectos del cambio para juzgar su eficacia. Pero, de aquí en adelante, los tres socios fundantes mutan a modo superministro, megavicepresidenta y minipresidente. El presidencialismo entra en hibernación. Puede ser hasta el resultado de las próximas elecciones o antes, si fracasara el salvataje en curso.
Pero estamos frente a una auténtica novedad en la democracia restaurada en 1983. La crisis de 1989 obligó al entonces Presidente Alfonsín a "resignar" su mandato con seis meses de anticipación y a Carlos Menem a adelantar su asunción. El colapso de la convertibilidad llevó a renunciar a Fernando de la Rúa y concluyó con una Asamblea Legislativa que constituyó a Duhalde como mandatario luego de una semana de interinatos fugaces.
Ahora, una suerte de salida parlamentaria, construida por los protagonistas máximos del Congreso, le impone a la Casa Rosada un Gabinete que buscará primero alejarse del abismo y, eventualmente, en una segunda etapa, encarar una normalización.
La sociedad, ansiosa de una salida a la crisis
Más allá de las desprolijidades, destratos y otras menudencias que amplían el frondoso archivo de papelones dirigenciales, lo sustancial de lo vivido es el rechazo de la sociedad civil y de la sociedad política al vacío y la desorganización.
Tanta es la sed de expectativas de la comunidad, que el intento por saciarla puede llevarlo adelante un protagonista cuya ponderación pública registra umbrales mínimos. El superministro de esta estrategia orilla el 70% de imagen negativa en las encuestas. De acuerdo a como se mire, puede ser un límite o una ventaja.
A la audacia natural de Sergio Massa se le suma la adrenalina de protagonizar esta secuela argentina de "Misión imposible" con la conciencia plena que tiene más por ganar que por perder. Si continuaba presidiendo la Cámara Baja mientras el Gobierno se deshacía, su suerte estaba echada. En su nuevo rol tiene la autorización para tomar la posta de la gestión y ser a la vez el artífice de su propio destino. Este es su momento. El que buscó con esfuerzo y perseverancia desde hace mucho tiempo. El centro de la escena le pertenece.
Sabemos que encara el desafío sin pánico escénico y con algunas deserciones en cuanto al "dream team" que imaginaba acompañándolo hasta poco tiempo atrás.
Massa, bajo la lupa del peronismo y de la oposición
Cristina, gobernadores e intendentes seguirán expectantes sus movimientos, dejando hacer y sin sobreactuar apoyos hasta que aparezcan los resultados. Es todo lo que se puede esperar y no es poco, dadas las circunstancias.
En la oposición también habrá miradas atentas y vigilantes alrededor de su desempeño. ¿Serán beneficiarios los halcones o las palomas de Juntos por el Cambio de la irrupción massista?
Mientras tanto, entre las tareas más urgentes del nuevo titular del Palacio de Hacienda, hay dos que se destacan: juntar dólares y aplacar la inflación. Ambas son muy difíciles. Más allá del respiro de los últimos días, la cancha está inclinada y deberá generar resultados de manera veloz. Al primer indicador lo seguirán de cerca los abonados a los palcos. Al segundo, los sufridos hinchas de la popular. Empezó el tiempo de descuento.