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Alberto Fernández, forzado a decidir: sus tres opciones ante una crisis que amenaza con espiralizarse

En medio de fuertes turbulencias políticas y económicas, crece la presión para que el Presidente tome definiciones sobre el rumbo del país
29/06/2022 - 18:24hs
Alberto Fernández, forzado a decidir: sus tres opciones ante una crisis que amenaza con espiralizarse

Primero, lo primero. La crisis es política y el Presidente es el único que puede tomar la iniciativa para su superación. Cuando el dólar se desboca, las primeras miradas van a las autoridades económicas (Ministro de Economía, presidente del BCRA, etc.) pero inexorablemente terminan en el sillón de Rivadavia. No está bien ni mal que así sea. Simplemente es así. A esta altura de los acontecimientos, la situación supera a Martín Guzmán, Miguel Pesce & compañía.

Desde hace meses, la descarnada interna del Frente de Todos ha demolido la confianza de la sociedad y los mercados. Para constatar el estado de la opinión pública basta con mirar cualquier encuesta de opinión. Todas coinciden en ubicar la gestión del Gobierno y la figura de Alberto Fernández en umbrales mínimos.

Respecto del estado de la economía, los indicadores son varios y también elocuentes: el récord del riesgo país, la inflación, la deuda, la emisión, etc.

Ahora, el "primer mandatario", deberá hacerle honor a la condición de tal. Tiene que decir qué hacer para cambiar el curso de una situación que amenaza con espiralizar. En reiteradas oportunidades hemos afirmado, anclados en las experiencias de nuestra historia, que gobernar la Argentina es administrar adecuadamente la relación peso-dólar. Resulta evidente que no está sucediendo.

La tensión del mercado cambiario, un nuevo ingrediente para la crisis que enfrenta Fernández.
La súbita tensión del mercado cambiario, un nuevo ingrediente para la crisis que enfrenta Fernández.

Opción A: seguir así

Por lo dicho hasta aquí, resulta obvio que es la alternativa más contraindicada. Supone no alterar la confusión respecto de la responsabilidad primera y última en el proceso de toma de decisiones. Implica, además, permanecer lejos de donde se debe estar cerca, con evidente incapacidad para advertir las urgencias de la sociedad.

Las reuniones internacionales son importantes y la causa de Malvinas significativa, pero si el país tiene dificultades con la provisión de un combustible esencial, el BCRA y el Tesoro no le encuentran la vuelta a la montaña de pesos que crece a diario y los funcionarios se dividen entre los que critican la gestión y los que no la defienden, entonces hay que descartar la alternativa de esperar que las soluciones lleguen perseverando por este sendero.

"Manejar la incertidumbre hasta que se haga insoportable", decía Fernando de la Rúa ante el asombro de sus colaboradores más cercanos. Por ahí no es. Pero no se puede descartar que se siga eligiendo procrastinar (nombre elegante que se le aplica a la acción de patear indefinidamente todo para adelante).

Seguir como hasta ahora, una política que... ¿dará los mismos resultados?
Seguir como hasta ahora, una política que... dará los mismos.

Opción B: arreglar con Cristina

Mensajes cruzados, tuits acusatorios, declaraciones en off y en on, cambios forzados e incomunicación no pueden seguir caracterizando la relación entre el Presidente y una accionista clave del FdT. Si la política ha deteriorado los vínculos personales, habrá que asumir una de las enseñanzas más perdurables que ha dejado ese clásico del cine tan frecuentado por la política: "El padrino". Ante cada acción crucial, Michael Corleone repite que la motivación "no es personal, son solo negocios".

El negocio de un Gobierno es tomar decisiones en beneficio de la comunidad y de sí mismo. Dejar que interfieran los sentimientos personales solo comprueba que los profesionales actúan con amateurismo. Las condiciones del entendimiento deberían salvaguardar la investidura de las partes. Aunque eso también podría quedar en un segundo plano. Nada lastima el prestigio más que el fracaso. Particularmente, en el peronismo.

Opción C: romper con el kirchnerismo

Unos dirán que ya es demasiado tarde para lágrimas y otros que nunca lo es cuando la dicha es buena. Pero si se estima imposible el acuerdo, aunque sea por el espanto, entonces por descarte queda la confrontación. Algunos dirían "la heroica", quizás inspirados en la tercera sinfonía de Beethoven inicialmente dedicada a Napoleón. Sin caer en comparaciones odiosas, la coyuntura exigiría por parte del Presidente una veta de liderazgo que, al menos hasta ahora, ha mantenido oculta.

"Arreglar" o "romper" con Cristina, una decisión crucial para el Presidente.

La nueva actitud supondría impulsar la reorganización general de la administración para hacerla plenamente suya, abjurando de quien fuera su sponsor y convocando a suplir los espacios vacíos con los aliados que pueda contar dentro del peronismo. También demandaría un acuerdo de convivencia mínimo con la oposición. Al menos, con algún sector de ella.

Cada plato del menú expuesto hasta aquí presenta sus sinsabores. Del primero ya dijimos que resultaría el más indigesto. Los resultados del anómalo funcionamiento de la "coalición de gobierno" están a la vista.

El segundo tiene los riesgos que implica aceptar en los hechos la formalización del vicepresidencialismo explícito en un país presidencialista por leyes y costumbres. Pero cuenta con la ventaja de sincerar las relaciones intrínsecas de poder y darle un curso definido y único a la gestión. Posiblemente suponga el reestreno desde el Gobierno de la "resistencia con aguante" que supo inaugurar CFK estando en la oposición. La cercanía de los tiempos electorales podría ser un incentivo para su perdurabilidad. Claro que sin garantías de éxito y con más posibilidades de "retirada ordenada" que de continuidad.

El quiebre del frente también cuenta con la posibilidad de ser presentado como un sinceramiento. Probablemente, entusiasme inicialmente a muchos de los que consideran al kirchnerismo como un ciclo declinante, pero no brindaría certezas sobre hasta dónde pondrían el cuerpo los plateístas cultores del "animémonos y vayan". Hay una sola manera de averiguarlo y un solo que puede decir hacerlo.

"Si no estás en la mesa de decisiones, es porque estás en el menú", dice un dicho popular. Con toda seguridad, Alberto Fernández tendrá que decidir pronto dónde quiere estar.

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