Gasto público e impuestos: crece la preocupación y surge un inesperado viraje en la sociedad
El sector público argentino es una víctima tardía de la pandemia. El hashtag #elestadotecuida, que supo promoverse en 2020 durante el doloroso apogeo del Covid, dejó de ser tendencia. Por el contrario, crecieron en la sociedad las opiniones de aquellos que creen que el Estado es el problema y no la solución.
Otro hashtag que supo inundar las redes y las pantallas de los canales de televisión en el contexto de las restricciones sanitarias fue #quedateencasa. La conjunción de ambos mensajes terminó teniendo resultados lesivos para la reputación estatal. La mirada inicial de aprobación frente a las iniciativas de protección y cuidado fue cediendo para dar lugar al enojo por el exagerado tamaño y la escasa eficacia de un importante sector de la administración pública que en sus tres niveles -Nación, provincias y municipios- aun sin funcionar no limitó ingresos ni prerrogativas.
Mientras el personal sanitario dio todo y recibió muy poco, otras dependencias y agencias estatales no dieron nada y siguieron recibiendo todo.
Gasto público: cambio de visión entre los votantes del kirchnerismo
En el último informe de la consultora de opinión Zuban-Córdoba y Asociados, un arrollador 70,3% responde que el próximo Gobierno debería ajustar el gasto público, frente a un 15,4% que entiende que habría que mantenerlo en los registros actuales y solo un 9,9% que promueve el aumento.
Resulta obvio suponer que para alcanzar esa dimensión de apoyo a los recortes, una franja de los votantes del Frente de Todos tuvo que contestar afirmativamente. Y así fue. Un 40,5% de los que eligieron en 2019 la boleta Fernández-Kirchner comparten diagnóstico con el 95,1% de los que escogieron Macri-Pichetto. En estos últimos no hay novedad alguna. Pero en los primeros la postura llama poderosamente la atención pues provienen de una cultura política más empática a la presencia estatal.
A medida que avanzamos en la lectura de la encuesta nos encontramos con respuestas movilizadoras. A la pregunta ¿dónde habría que ajustar?, la mayoría de los 2.000 entrevistados que componen la muestra coinciden en que no debe afectarse la obra pública, la educación y la ciencia y tecnología, sino que la tijera debe podar hasta la raíz los planes sociales. El 63% entiende que se deberían eliminar. Y dentro de ese porcentaje se debe contabilizar el 33,8% de los votantes del FdT en las últimas presidenciales. Por supuesto que en ese espacio se siguen recogiendo la mayor cantidad de respuestas en favor de mantenerlos. Pero en mucha menor proporción que años atrás.
Impuestos: otro viraje dentro del Frente de Todos
Además, el 51,5% de los frentetodistas de 2019 adhieren a la necesidad de reducir los impuestos. ¿Qué pasó? ¿Se volvieron libertarios o macristas? ¿Decidieron abandonar sus convicciones en favor de la redistribución de ingresos y las aspiraciones por una sociedad más justa? No parece probable. Sí se puede manejar la posibilidad que en las actuales condiciones de la economía del país, lo que pocos años atrás se consideraba virtuoso y positivo hoy es observado como inadecuado e injusto. Suena coherente para quienes sostienen doctrinariamente que "la única verdad es la realidad".
Quizás se esté manifestando un agotamiento de un paradigma de casi dos décadas, no en lo que refiere a los objetivos estratégicos sino a los instrumentos para alcanzarlos. Teniendo en cuenta que en el AMBA las adhesiones están en sintonía con las del resto del país, quizás sea el momento de sacarse las anteojeras ideológicas. Y eso vale para ambos lados de la grieta.
Sería deseable que el lenguaje de ciertos dirigentes políticos, comunicadores mediáticos y usuarios de las redes sociales abandone el uso de términos discriminadores como "choriplaneros". Contaría como una contribución a erradicar discursos de odio y también como una manera inteligente de apalancar la nueva conciencia colectiva que germina en beneficiarios de planes que buscan regresar al mercado laboral.
Valores transversales que se fortalecen
La educación y la cultura del trabajo parecen haberse revigorizado como valores de modo transversal a lo largo de todos los estamentos comunitarios y muy particularmente en las bases de la pirámide social. Nuevas conductas requieren liderazgos con capacidad de lectura e interpretación renovadas. Hay a quienes les resulta cómodo y práctico escaparse a estos cambios de opinión rotulándolos como "una nueva avanzada del neoliberalismo fomentada por los medios hegemónicos y los grupos concentrados". Tal posición, además de constituir un ideologismo, conlleva una actitud reaccionaria que desvaloriza las expresiones populares negándole la posibilidad de construir posiciones autónomas. Algo así como: "si no piensan como nosotros es porque los engañan".
El elitismo no es un patrimonio de la derecha. A muchos progresistas les calza a medida. Entre las muchas asignaturas pendientes de la dirigencia está la de encontrar el equilibrio entre la relación estado-mercado y la necesidad de reconocer que el crecimiento y la distribución jamás pueden ser presentadas como alternativas excluyentes porque son indisolublemente complementarias. Y que el contexto de estabilidad es el único propicio para alcanzar el desarrollo.
La sociedad lo entendió hace tiempo. Por ello, la inflación encabeza el ranking de preocupaciones en todos los estudios de opinión hace años. En esta coyuntura histórica aumenta la conciencia de que el financiamiento espurio del déficit por la emisión de una moneda sin respaldo y la mansa aceptación de la indexación de todos los indicadores económicos no constituyen la salida de la crisis sino su causa.