El 2022 arrancó con muy malas perspectivas: así de pesimistas son los argentinos sobre la economía
Pasaron los días de los buenos deseos. Ese ritual, ahora multiplicado hasta el infinito gracias a las tecnologías que facilitan todo, nos inundó el WhatsApp con mensajes cargados de esperanza unificados en una intención: "Lo mejor para el año que empieza". Afectos sinceros, cortesías comerciales y sentimientos sobreactuados consumieron datos celulares o usufructuaron sin piedad el wi-fi con la obsesión renovada en el poder mágico de un mínimo cambio en el sistema métrico decimal (Borges dixit) para mejorar mágicamente la realidad. El clásico y gastado: "año nuevo, vida nueva".
La verdad es que la euforia dura -así lo indica la experiencia- unas pocas horas para ir apagándose en la misma madrugada del año entrante gracias a los efectos desinhibitorios del alcohol y la confianza entre familiares y amigos que permiten las confesiones más sinceras. El espíritu festivo va cediendo a la coyuntura y reaparecen los registros volcados previamente ante otros testigos menos cercanos, pero mas profesionales en mediciones de expectativas. Consultada la opinión pública por expertos en sondeos durante las semanas previas al 31/12 el humor ciudadano difiere notablemente de la alegría de videos, memes y emoticones.
El informe correspondiente al mes de diciembre de 2021 de Zuban Córdoba y Asociados (y muchos otros, casi todos) nos habla de otros ánimos en los entrevistados, dueños de un alto grado de insatisfacción general (62,6%) especialmente con la economía, que sin dudas explica buena parte de los últimos resultados electorales. Pero, ya con la mirada en el 2022, resulta significativo el sesgo mayoritariamente pesimista de los consultados: el 65,5% sostuvo que la situación estará peor o igual de mal.
Este es el terreno sobre el cual deberá operar el Gobierno: un escepticismo establecido poco permeable a anuncios y ávido de soluciones o alivios concretos particularmente en lo relativo a la cuestión mas importante para la gente de a pie: la inflación.
Se trata de un crucial desafío para la estrategia oficial pues remite a la imperativa necesidad de darle a la comunidad un horizonte de estabilidad y certidumbre, imposible de alcanzar con el índice de precios al consumidor superando el 50% anual. Y englobamos a la dirigencia de las dos coaliciones porque la espiralización de los precios -como la reelección de los intendentes de la provincia de Buenos Aires- es un logro que comparten ambas escuadras, aunque se acusen mutuamente para deslindar responsabilidades.
La corrida cambiaria que comenzó en abril de 2018 y que aún no se detuvo castigó a los salarios y gambeteó los esfuerzos de los funcionarios amarillos y azules para aplacarla. En los datos que nos aporta el informe de situación, para la mayoría de la población la responsabilidad primaria sobre el tema radica en el gasto publico y la emisión monetaria (53,6% de las respuestas).
Mas allá de las discusiones académicas y las posiciones conceptuales que cada uno tenga al respecto, no se puede ignorar que este diagnóstico constituye una crítica explicita al conjunto de la clase política pues gasto público y presión fiscal se han instalado como un combo problemático incluso para sectores que no lo ponderaban así hasta la llegada de la pandemia. (La bala de la casta entró) El Covid y sus restricciones modificaron la percepción acerca de la calidad de los servicios del Estado, aún por parte de grupos que no son intrínsecamente hostiles a su rol, pero que advierten como evidente que las cargas son mayores que las retribuciones y que quienes las imponen demuestran cierta ajenidad a las preocupaciones y temores de los que trabajan e invierten lejos de las fronteras de las protecciones y los subsidios. (Para el 70,6% de la ciudadanía Argentina va a crecer cuando existan menos impuestos y para el 66,9% prima la desconfianza respecto a la forma en que se invierten los recursos públicos)
Sostiene también el argentino promedio que el país dista de presentarse como un territorio amable para las inversiones, tanto locales como extranjeras. El 64,3% del universo relevado es contundente al sostener que no se generan facilidades al respecto. Lo interesante de esta indagación es el señalamiento de la necesidad de convergencia pública y privada (47,4%) para encarar el asunto reconociendo el rol vital de esta última (43,9%).
Es muy factible que los aumentos programados para la primera parte de este año (energía, obras sociales, comunicaciones, combustibles, etc) acentúen el malestar existente. En esta cancha embarrada jugará el gobierno el segundo tiempo de mandato y sus posibilidades de continuidad. En ese mismo terreno la oposición deberá persuadir a los votantes que ha aprendido de su propio fracaso.
Si con Cambiemos no llovieron inversiones y con el Frente de Todos no regresó el asado es factible que no se haya comprendido debidamente que, para que ambas cosas sucedan, debe ganarse previamente el partido frente al rival mas exigente y difícil para la política argentina: la inflación. Quien muestre mejores credenciales en la materia se llevará la Copa 2023.