La historia del coleccionista argentino que atesora 8.000 almanaques de bolsillo
Desde los 10 años, Emiliano Suárez cultiva una singular pasión: coleccionar almanaques de bolsillo. Esta actividad, que comenzó por casualidad durante las vacaciones escolares mientras acompañaba a su padre en el reparto de mercadería de ferretería, se convirtió en un tesoro familiar de unos 8.000. Más allá de ser un simple hobby, esta colección es una actividad que comparte con su hija, quien maneja las redes sociales, mientras él narra las historias detrás de cada almanaque.
La vida digital hizo que este objeto tan habitual hasta comienzos del nuevo milenio desapareciera de la cotidianeidad, aunque algunos comercios de barrio aún mantienen la tradición de imprimir una cantidad para cada fin de año, regalarlos a los clientes.
"Ferretería a la que entraba, ferretería en la que siempre había una pila de almanaques a disposición", recuerda Emiliano con una sonrisa. Al principio, tomaba estos pequeños cartoncitos por puro aburrimiento, usándolos como figuritas para jugar mientras su padre descargaba la mercadería.
Pronto, también su familia empezó a contribuir, llevándole almanaques de dondequiera que llegaran. Sin querer, se convirtió en un coleccionista del tiempo.
Hoy en día, el coleccionista posee una colección de aproximadamente 8.000 almanaques de bolsillo, cuidadosamente guardados y clasificados en nueve biblioratos con folios que él mismo fabricó para evitar que se arruguen o manchen.
Entre los más preciados, destaca aquellos que reproducen figuras públicas como actores o políticos, empresas desaparecidas y obras de arte; aunque no son sus preferidos, les tiene también cariño a los que muestran perritos, bebés y paisajes. Sin embargo, hay una excepción clara en su colección: los almanaques con fotos de chicas desnudas no tienen cabida.
Emiliano no compra almanaques porque dice que no le encuentra gracia a la compra y venta; los suyos son todos regalados, o canjeados. Tiene almanaques que ya no recuerda quién se los dio y de países que jamás en la vida visitó, incluso tiene de la Unión Soviética.
Hace poco, una chica de Córdoba le regaló la colección entera de su madre recientemente fallecida: unos 3.000 almanaques, de los cuales unos 2.000 eran nuevos para su colección.
"Los almanaques no tienen un valor monetario, pero sí un invaluable valor emocional, por eso, para mí fue un honor enorme recibir este tesoro de su madre que honraré siempre", dice
"Cada almanaque tiene una historia y refleja una época. Uno de los más apreciados reproduce la tapa de la revista El Gráfico de 1986 Argentina Campeón con Diego Armando Maradona. Después tengo uno del Topo Gigio; son almanaques que claramente me vinculan con mi pasado", dice el coleccionista.
El valor de los pequeños tesoros de cartón
Cada pieza es un fragmento de historia, encapsulado en un pequeño cartón. Por ello, a la hora de intercambiar almanaques con otros coleccionistas, él elige solo aquellos que lo inspiran a escribir una anécdota propia, ajena, real o ficticia.
"Es que el coleccionismo, por lo menos para mí, no tiene que ver con una cuestión acumulativa o de fanatismo, sino más bien con esa necesidad de contar algo y, no menor, el ejercicio del orden y lo metódico que te exige ser", explica.
Para Emiliano, coleccionar almanaques de bolsillo es más que un hobby; es una de las actividades que comparte con su familia.
Desde que decidió hacer pública su colección, su hija Agustina se convirtió en la encargada de manejar la cuenta @coleccionistadetiempo en Instagram: subir fotos de los almanaques y contestar los mensajes, mientras su padre escribe y comparte las historias detrás de cada uno almanaque.
Además de su hija, Emiliano comparte esta pasión con su hijo menor Emanuel, que tiene 11 años y colecciona figuritas y cartas de fútbol. Juntos, asisten a eventos de intercambio, donde el pequeño también encuentra la emoción del coleccionismo.
"Por supuesto, no es la única, pero esta es una actividad especial que nos une como familia y nos permite pasar tiempo juntos, compartiendo intereses y valores", comenta.
Emiliano, que es licenciado en Comunicación Social, trabaja en el área de comunicación de la Universidad de La Matanza, donde se recibió y donde además es profesor. Casado y viviendo en La Matanza, encontró en su colección la manera de darle espacio a la literatura, recreando recuerdos y tradiciones mientras comparte tiempo de calidad con su familia.
Consciente del mundo cada vez más digital, Emiliano Suárez apela a la ayuda de otros para conseguir estos almanaques de bolsillo que le permitirán seguir contando historias.