Acceso a la naturaleza vs. propiedad privada: el curioso caso de un país europeo y qué normas rigen en Argentina
En Suiza ningún dueño de estancia tiene carteles que impidan el tránsito por sus tierras porque todos gozan del derecho de acceso a la naturaleza, es decir, cualquiera puede deambular libre y gratuitamente por campos privados sin previo aviso ni motivos urgentes que justificar. Por eso los alambrados no marcar los límites de una propiedad privada sino que, si los hay, tienen una única función y es sencillamente que los animales no se escapen.
El Derecho de acceso público a la Naturaleza, garantizado por el Código Civil suizo, no se limita solo a la libertad de circulación sino que también contempla el uso recreativo de la naturaleza. Es decir, permite que cualquiera que resida o visite Suiza pueda acampar, nadar, pescar, cazar, andar en bicicleta o caballo, esquiar y hasta hacer fogatas en tierras privadas. Incluso, acostumbrados a recibir a senderistas, los propietarios suelen poner a disposición bancos con vistas privilegiadas para que se sienten a descansar y hasta a veces los reciben con un vaso de agua fresca.
Las reglas de acceso a la naturaleza
Sin embargo este derecho exige también un uso responsable de la naturaleza y respeto a la propiedad privada y a la privacidad del propietario. En este sentido las reglas son también claras: no hay que dejar basura, hay evitar ruidos que perturben la tranquilidad del entorno, caminar por los senderos indicados para no perderse y proteger el ecosistema, no talar árboles, cerrar las tranqueras después de pasar, solo hacer fuego en las áreas permitidas y nunca acampar en lugares muy cercanos a la casa particular del dueño del lugar.
En los Alpes hay zonas con minerales y piedras preciosas y lógicamente por ley está penada la extracción, lo mismo que cortar Edelweiss, una planta con una flor emblemática de las alturas en peligro de extinción. Quien incumpla estas normas, seguramente será denunciados y recaerá sobre él onerosas multas.
"Cuando fui al colegio aún no se enseñaba el uso responsable de la naturaleza, empezó a ser más habitual a partir de 1985 cuando se promulgó la Ley Federal de Medioambiente. Ahora es una materia fundamental desde la escuela primaria, incluso hay jardines de infantes del bosque donde a los niños de 3 ya les enseñan a hacer, por ejemplo, fogatas", cuenta Simon Herzig, un geólogo suizo nacido en Schaffhausen radicado en Zurich. Claro, remarca, en Suiza no está prohibido hacer fuego, lo que se intenta es que se haga dentro de determinadas áreas donde se pueda hacer controladamente y sin riesgos de incendios.
Para cazar, cuenta Herzig, hay que rendir un examen habilitante y tramitar un permiso para cada vez. Eso sí, para control poblacional, deben entregar los cuernos del animal al ministerio y luego, una vez controlado, podrán si lo desean comprarlos, pero de esta manera el Estado puede saber cuánto y qué cazó cada uno.
También Suecia, Finlandia, Noruega e Islandia, con más o menores especificidades, gozan del derecho de circulación y uso sin abuso de la naturaleza.
En Argentina, el Código Civil a través del artículo 2340, establece que los ríos y lagos son de dominio público y, dependiendo de las constituciones provinciales, algunos pueden ser utilizados con fines recreativos como es el caso del Lago Escondido de Bariloche (Río Negro). Sin embargo, no se cumple:
Desde los 90 el lago tiene su acceso restringido por estar en tierras privadas donde el magnate inglés Joe Lewis tiene su estancia particular. De haber estado en Suiza, el Estado seguramente se estaría ahorrando años de litigios, marchas y contramarchas.
La naturaleza en la ciudad también es un derecho
El disfrute de la naturaleza no se limita a los Alpes, campos o bosques, también los ríos que atraviesan las ciudades están habilitados para su disfrute.
Simon y su esposa Viviana (una argentina de la Provincia de Buenos Aires) no necesitan una casa con fondo y pileta. Ellos viven a una cuadra del río Limago por lo que sencillamente cuando tienen ganas de refrescarse o tomar sol, solo tienen que cruzar la calle y entrar al agua por las escaleras habilitadas o por el trampolín que la ciudad puso a disposición.
Tampoco necesitan ir preparados con mudas de ropa, pueden ir directamente en traje de baño y ojotas desde su casa, pero si quisieran ir vestidos o se les ocurriera ir de pasada del trabajo, tienen en la plataforma que rodea el río bancos y percheros donde dejar sus cosas e incluso casilleros para ponerlas bajo llave.
Para seguridad de los ciudadanos hay siempre guardavidas atentos y el río tiene barras de contención para que la corriente no arrastre a la gente más allá de las zonas que se consideran seguras.
El equivalente al Limago en Buenos Aires podría ser quizás el Río de la Plata a la altura de Puerto Madero con la diferencia de que en Argentina no está permitido bañarse ni tomar sol en traje de baño. Qué pena, ¿no?