Cómo fue la peste negra, la pandemia que arrasó en Europa y mató al 60% de su población
A mediados del siglo XIV, entre los años 1346 y 1347, estalló la mayor epidemia de peste de la historia de Europa, que según explica el sitio de National Geographic solo fue comparable con la que asoló el continente en tiempos del emperador Justiniano (siglos VI-VII). Desde entonces la peste negra se convirtió en una inseparable compañera de viaje de la población europea, hasta su último brote a principios del siglo XVIII. Sin embargo, la peste negra jamás se volvió a manifestar con la virulencia que tuvo entre 1346-1353. Por entonces ya había había otras enfermedades endémicas, además de la peste negra, que azotaban constantemente a la población, como la disentería, la gripe, el sarampión y la lepra, la más temida.
Pero la peste negra tuvo un impacto pavoroso e inesperado.
Por un lado, era un huésped inesperado, desconocido y fatal, del cual se ignoraba tanto su origen como su terapia, aunque, por otro lado, afectaba a todos, sin distinguir entre clases sociales, tipos de trabajos ni de viviendas. Quizá por este último motivo, porque afectaba a los mendigos, pero no se detenía ante los reyes, tuvo tanto eco en las fuentes escritas, en las que se pueden hallar descripciones tan exageradas como apocalípticas.
Las explicaciones sobre el origen de la peste negra
En aquel momento circulaban diversas historias acerca del origen de las enfermedades contagiosas y de la peste negra en particular. Las más diversas y sobrenaturales explicaciones acerca del origen de la peste negra circulaban en la Edad Media.
Algunas de estas explicaciones, heredadas de la medicina clásica griega, atribuían el origen de la peste negra a los miasmas, es decir, a la corrupción del aire provocada por la emanación de materia orgánica en descomposición, la cual se transmitía al cuerpo humano a través de la respiración o por contacto con la piel. También hubo quienes imaginaron que la peste negra podía tener un origen astrológico -ya fuese la conjunción de determinados planetas, los eclipses o bien el paso de cometas- o bien geológico, como producto de erupciones volcánicas y movimientos sísmicos que liberaban gases y efluvios tóxicos.
Al igual que sucedía con los fenómenos meteorológicos, las enfermedades como la peste negra se solían atribuir a la ira divina por las malas conductas de los seres humanos, que habían sido su creación y que por algún motivo lo estaban defraudando.
Fue recién en el siglo XIX cuando se superó la idea de un origen sobrenatural de la peste negra. El temor a un posible contagio a escala planetaria de la epidemia, que entonces se había extendido por amplias regiones de Asia, impulsó a la comunidad científica a comenzar investigaciones en el área. Fue así como los bacteriólogos Kitasato y Yersin, de forma independiente pero casi al mismo tiempo, llegaron a descubrir que el origen de la peste negra era la bacteria yersinia pestis. Según pudieron determinar los expertos, esta bacteria afectaba a las ratas negras y a otros roedores. La transmisión se daba a través de los parásitos que vivían en los mencionados animales, en especial las pulgas (chenopsylla cheopis). La transmisión a los humanos se daba a través de esas pulgas, que actuaban como vector y pasaban el parásito a las personas a través de su picadura.
La peste negra era, entonces, una zoonosis, es decir, una enfermedad que pasa de los animales a los seres humanos. El contagio se daba de manera muy sencilla, precisamente porque ratas y humanos convían en graneros, molinos y casas -lugares en donde se almacenaba o se transformaba el grano del que se alimentan estos roedores-. Por las condiciones de higiene y hacinamiento que existían en aquel momento, era muy fácil que una enfermedad como la llamada peste negra se expandiera en pueblos, ciudades, regiones e incluso cruzara la frontera de los países y reinos.
Es importante destacar que lbacteria rondaba los hogares durante un período de entre 16 y 23 días antes de que se manifestaran los primeros síntomas de la enfermedad en los seres humanos. Transcurrían entre tres y cinco días más hasta que se produjeran las primeras muertes, y tal vez una semana más hasta que la población no adquiría conciencia plena del problema en toda su dimensión. La enfermedad se manifestaba en las ingles, axilas o cuello, con la inflamación de alguno de los nódulos del sistema linfático acompañada de supuraciones y fiebres altas que provocaban en los enfermos escalofríos, rampas y delirio. El cuadro provocaba, además, que el ganglio linfático se inflamara, motivo por el cual recibía el nombre de bubón o carbunco. De allí proviene el término peste bubónica, nombre con el que también se conoce a la peste negra.
Distintas formas de la enfermedad llamada peste negra
La forma de la enfermedad más corriente era la peste bubónica primaria, pero también había otras variantes.
Una de ellas era la peste septicémica, en la cual el contagio pasaba a la sangre, lo que se manifestaba en forma de visibles manchas oscuras en la piel –de ahí el nombre de muerte negra que recibió la epidemia–.
Otra de las formas de la peste negra era la peste neumónica. Esta variante de la enfermedad afectaba el aparato respiratorio y provocaba una tos expectorante que podía dar lugar al contagio a través del aire. La peste septicémica y la neumónica eran totalmente mortales, no dejaban sobrevivientes.
Por dónde se expandió la peste negra
La peste negra de mediados del siglo XIV se extendió rápidamente por las regiones de la cuenca mediterránea y el resto de Europa en pocos años. El punto de partida de la epidemia de peste negra se situó en la ciudad comercial de Caffa (actual Feodosia), en la península de Crimea, a orillas del mar Negro.
En 1346, Caffa se encontraba asediada por el ejército mongol, en cuyas filas se manifestó, en una primera instancia, la enfermedad. Desde el sitio de National Geographic explican que fueron los mongoles quienes extendieron el contagio de la peste negra a los sitiados, dado que arrojaban sus muertos con catapultas al interior de los muros. Sin embargo, el análisis de la historia indica que es más probable que la bacteria penetrara a través de ratas infectadas con las pulgas a cuestas. En todo caso, cuando tuvieron conocimiento de la epidemia, los mercaderes genoveses que mantenían allí una colonia comercial huyeron despavoridos, llevando consigo los bacilos hacia los puntos de destino, en Italia, desde donde se difundió por el resto del continente.
Una de las grandes cuestiones que se plantean es la velocidad de propagación de la peste negra.
Algunos historiadores proponen una teoría ue dice que la modalidad mayoritaria fue la peste neumónica o pulmonar, y que su transmisión a través del aire hizo que el contagio fuera muy rápido. Sin embargo, cuando se afectaban los pulmones y la sangre la muerte se producía de forma segura y en un plazo de horas, de un día como máximo, y a menudo antes de que se desarrollara la tos expectorante, que era el vehículo de transmisión. Por tanto, dada la rápida muerte de los portadores de esta peste negra, el contagio por esta vía sólo podía producirse en un tiempo muy breve, y su expansión sería más lenta.
Los indicios sugieren que la plaga de peste negra fue de peste bubónica primaria. La transmisión se produjo a través de barcos y personas que transportaban los fatídicos agentes, las ratas y las pulgas infectadas, entre las mercancías o en sus propios cuerpos, y de este modo propagaban la peste, sin darse cuenta, al lugar donde llegaban.
Las grandes ciudades comerciales eran los principales focos de recepción. Desde allí, la plaga se transmitía a los burgos y las villas cercanas, que, a su vez, irradiaban el mal hacia otros núcleos de población próximos y hacia el campo circundante. Al mismo tiempo, desde las grandes ciudades la epidemia se proyectaba hacia otros centros mercantiles y manufactureros situados a gran distancia en lo que se conoce como saltos metastásicos, por los que la peste negra se propagaba a través de las rutas marítimas, fluviales y terrestres del comercio internacional, así como por los caminos de peregrinación.
Estas ciudades, a su vez, se transformaban en nuevos epicentros de propagación a escala regional e internacional. La propagación por vía marítima podía alcanzar unos 40 kilómetros diarios, mientras que por vía terrestre oscilaba entre 0,5 y 2 kilómetros, con una tendencia descendente en estaciones más frías o latitudes con temperaturas e índices de humedad más bajos. De este modo se explica explica que muy pocas regiones se libraran de la plaga, quizá solo el norte europeo, donde hay largos períodos de frío y casi no existen el clima cálido.
A pesar de que muchas personas huían al campo cuando se detectaba la peste en las ciudades, en cierto modo las ciudades eran más seguras. ¿Por qué? Porque el contagio era más lento porque las pulgas tenían más víctimas a las que atacar.
Estas fueron las cifras de la peste negra
En cuanto al número de muertes causadas por la peste negra, los estudios recientes arrojan cifras muy elevadas. El índice de mortalidad de la peste negra llegó a alcanzar el 60 por ciento cuando se cuenta todo el continente europeo. Algunos de los decesos se produjeron como consecuencia directa de la infección, mientras que otros se produjeron por los efectos indirectos de la desorganización social provocada por la enfermedad, desde las muertes por hambre hasta el fallecimiento de niños y ancianos por abandono o falta de cuidados.
La península Ibérica, por ejemplo, pudo haber pasado de seis millones de habitantes a dos o bien dos y medio. De esta manera, la zona habría perdido entre el 60 y el 65 por ciento de la población. Se ha calculado que ésta fue la mortalidad en Navarra como consecuencia de la peste negra, mientras que en Cataluña se situó entre el 50 y el 70 por ciento.
Más allá de los Pirineos, los datos relacionados a la peste negra se relacionan con la idea de una catástrofe demográfica. En Perpiñán fallecieron del 58 al 68 por ciento de notarios y jurisperitos; tasas parecidas afectaron al clero de Inglaterra.
La Toscana, una región italiana caracterizada por su dinamismo económico, perdió entre el 50 y el 60 por ciento de la población: Siena y San Gimignano, alrededor del 60 por ciento; Prato y Bolonia algo menos, sobre el 45 por ciento, y Florencia vio como de sus 92.000 habitantes quedaban poco más de 37.000. En términos absolutos, los 80 millones de europeos quedaron reducidos a tan sólo 30 entre 1347 y 1353.
Cabe mencionar que los brotes posteriores de la epidemia de peste negra cortaron de raíz la recuperación demográfica de Europa, que no se consolidó hasta casi una centuria más tarde, a mediados del siglo XV. Para entonces ya eran perceptibles los efectos indirectos de aquella catástrofe. Durante las décadas que siguieron a la gran epidemia de peste negra de 1347-1353 se produjo un notorio incremento de los salarios, que se dio como consecuencia de la escasez de trabajadores. Además, hubo una fuerte emigración del campo a las ciudades, que recuperaron su dinamismo. En el campo, un parte de los campesinos pobres pudieron acceder a tierras abandonadas, por lo que creció el número de campesinos con propiedades medianas. De esta manera, la economía rural tuvo un nuevo impulso, que ayudó a que Europa pudiera recuperarse. Es por eso que algunos autores sostienen que la mortlidad provocada por la peste negra pudo haber acelerado el arranque del Renacimiento y el inicio de la modernidad de Europa.