• 5/1/2025

La triste historia de Ruth Handler, la creadora de Barbie

A finales de los años '50 la industria de los juguetes sufriría una revolución tras romper los tabús sobre el recreo de las niñas
15/06/2018 - 09:03hs

La historia de la creadora de la emblemática muñeca Barbie no es precisamente de color rosa. Ruth Handler, quien revolucionó la industria de los juguetes en Estados Unidos y que cambió para siempre el recreo de las niñas, transitó un camino repleto de obstáculos donde el éxito fue eclipsado por los tribunales y tuvo que atravesar un cáncer de mama.

Sin embargo, nada pudo detener a la visionaria que rompió los tabúes lúdicos, permitiendo a las niñas fantasear con ser adultas gracias al nuevo concepo de muñeca.

Levantó un imperio conocido como Mattel, en un mundo dominado por los hombres durante la década de los '60. Y durante su enfermedad, decidió agarrarse a la vida y ayudar a otras valientes guerreras en su mismo lugar, desarrollando las primeras prótesis mamarias; para que se sientieran mejor consigo mismas, publicó abc.es.

Independientemente de que nos guste más o menos Barbie para fines lúdicos, Ruth Handler fue una gran visionaria en su tiempo.

La virtud del trabajo

Ruth nació en 1916 en Colorado, era la pequeña de los diez hijos de la familia Mosco. Sus padres habí­an emigrado desde Polonia a Estados Unidos en busca de un futuro mejor. La salud de su madre se fue apagando por graves problemas en la vesí­cula; siendo así­ la niña quedarí­a bajo el cuidado de su hermana Sarah, quien acababa de contraer nupcias.

Pero lo que parecí­a una tragedia, marcó positivamente el espí­ritu emprendedor de la joven Ruth.

Sarah y su esposo tení­an un pequeño negocio en el cual ella aprenderí­a a desenvolverse; conociendo así­ la virtud del trabajo desde temprana edad.

Durante la adolescencia conocerí­a al que serí­a su compañero de vida por más de 60 años, Elliot Handler.

Tras contraer matrimonio en 1938, la joven pareja se mudó a Los íngeles. La situación económica era muy precaria y viví­an humildemente en una habitación encima de una lavanderí­a china; a pesar de las circunstancias trabajaban con mucha ilusión. Elliot era artesano y hací­a artí­culos de regalo que Ruth vendí­a.

Alan Farnham cuenta en su libro "Historias de grandes éxitos" como el matrimonio se fue superando dí­a con dí­a hasta formar su primera empresa con otro socio llamado Harold Mattson. Ruth se inspiró en el nombre de ambos hombres para crear una de las empresas jugueteras más fuertes del mundo: Mattel.

No obstante, Mattson se retiró al poco tiempo después; dejando a los Handler al mando de la compañí­a, aunque serí­a Ruth quien dirigirí­a el curso de la compañí­a.

Antes de entregarse a la creación de Barbie, Mattel fabricaba marcos de fotos y casas de muñecas que elaboraban con la madera sobrante.

Barbie no quiere ser mamáEl futuro de los Handler cambiarí­a durante un viaje a Suiza, cuando Ruth descubrió un peculiar maniquí­ de pequeñas dimensiones, nunca antes visto en Estados Unidos. Al parecer la figurita de 27 cm era un artí­culo para adultos, con el pelo sedoso, la mirada provocativa y unas curvas pronunciadas. Su nombre era Lilli y le hizo pensar en una nueva oportunidad de negocio.

La hija de los Handler, Bárbara no encontraba ningún tipo de diversión jugando a ser mamá con las barriguitas infladas, o sirviéndoles té a las muñecas de trapo. Ella al igual que otras tantas niñas de su época preferí­an fantasear con su lejano periodo adulto.

"Barbara imaginaba la vida y las profesiones de los hombres y mujeres recortados en papel. Esto enseguida le hizo comprender que habí­a un nuevo modelo de negocio", explicó Alan Farnham.

Siendo así­, compró una de esas reliquias alemanas y se puso manos a la obra con el desarrollo del nuevo proyecto lúdico.

Todo eran obstáculos para el sueño de Ruth. Los diseñadores de Mattel habí­an rechazado la idea, pues consideraban que aquella estética adulta de Lilli iba a ser un impedimento para que las pequeñas se identificaran con la muñeca. Seguí­an aferrándose a la obsoleta premisa de que las niñas soñaban con ser mamás; por lo que habí­a que seguir enfocándose en el "mercado seguro": la fabricación de cochecitos, biberones y bebés de plástico.

No obstante, su marido apostó por ella y juntos evaluaron como aquella Lilli podí­a adaptarse a las hijas de aquella puritana sociedad estadounidense.

El gran debut

Cabe destacar que para la década de los '50 el plástico se convertirí­a en el nuevo material estrella en los artí­culos recreativos.

Después de la Segunda Guerra Mundial la industria de los juguetes en Estados Unidos cambiarí­a tras introducirse el plástico. "Los más famosos eran Slinky, en 1945 y Lego, Silly Putty y el Sr. Cabeza de Papa, en 1958", explicó Farnham.

Aquel provocativo artí­culo para adultos sufrió ciertas modificaciones, como la reducción de busto y el diseño de una mirada más inocente. Durante el proceso creativo, se contratarí­a a un peluquero y a un diseñador de moda para desarrollar al primer modelo Barbie con toda una lí­nea de ropa.

Sin la bendición de los otros integrantes de Mattel encargaron a la empresa japonesa Kokusai Boeki Company la fabricación del primer lote.

Todo estaba perfectamente detallado y especificado, sólo que los nipones cometerí­an un error en la producción. ¡Habí­an pintado los ojos rasgados!, y aunque serí­a un rasgo muy exótico, las niñas necesitaban un referente cercano de belleza. Por esta razón, Ruth devolvió las muñecas a la fábrica para que corregiesen dicho error.

Tras recibir correctamente el pedido, los Handler se presentaron en la Feria de Juguetes de 1959 en Nueva York. Barbie, llevaba un traje de baño a rayas negras y blancas, un par de zapatos stiletto negros y el sedoso pelo rubio recogido en su caracterí­stica colita de caballo.

Señora, dueña y lí­der empresarialPero no bastaba con ser dueña y señora de Mattel, la autoestima de una mujer como Ruth no se fortalecí­a mientras otros pensaran por ella.

Después de consolidar esta empresa como pionera en el mercado de muñecas estadounidense, bien podí­a haberse retirado a una vida más tranquila.

No obstante si la compañí­a querí­a seguir creciendo habí­a que ir adelantándose a los deseos más escondidos de las niñas. Hasta la fecha solo ella lo habí­a logrado, tras romper aquel tabú sobre el "escandaloso" recreo de las pequeñas.

La pequeña Bárbara y demás niñas querí­an menos bebés y pañales y más tacones y más novios; lo que alumbrarí­a posteriormente a Ken, el compañero eterno de Barbie.

"En la época en que empecé en los negocios, no habí­a otras mujeres dirigiendo una compañí­a. El principal obstáculo para mí­ era que me aceptaran como jefa y como lí­der. Mirando hacia atrás, el hecho de ser mujer tení­a una cierta ventaja, porque los hombres no sabí­an cómo reaccionar o cómo entenderme", explicó Ruth en una ocasión a los medios.

El éxito de la creadora de Barbie precedió al feminismo corporativo; y aunque ser mujer también implicaba un muro en su carrera profesional, no se dejarí­a intimidar en aquel viejo mundo donde los hombres llevaban las riendas empresariales.

Agarrándose a la vida

Tras el triunfo en el lanzamiento de Barbie -durante tres años no lograban satisfacer la altí­sima demanda en las jugueterí­as norteamericanas- y consolidar la gloria a partir de la década de los 60. Se presentaron en la vida de Ruth graves problemas que bien pudieron arruinarle su carrera profesional, su reputación y terminar con su vida.

En 1970 fue sometida a una mastectomí­a después de que los médicos le detectaran cáncer de mama. Pero afortunadamente, la depresión no mermó su iniciativa creadora, sino que su enfermedad le inspirarí­a para ayudar a otras mujeres.

La madre de Barbie crearí­a las primeras prótesis mamarias; para que todas las afectadas pudieran sentirse mejor con ellas mismas, después del traumatismo que implica la extirpación un seno.

Por si fuera poco en 1974, el matrimonio Handler fue expulsados de su propia empresa tras acusárseles de fraude, publicó abc.es.

"La Comisión de Bolsa y Valores (SEC), encontró culpable a Ruth al entregar un informe falso. Se le sentenció con una multa de u$s57.000 y con 2.500 horas de servicio a la comunidad", explicó Marlene Wagman-Geller en su libro "Women who launch: The women who shattered glass ceilings".

Sin embargo esta valiente, no se doblegó ante la traición y con la cabeza en alto fundarí­a nuevamente otra compañí­a a la que llamó Ruthton Corporation.