Zona roja: Amsterdam prohibirá a los turistas mirar directamente a las prostitutas
La ciudad de Amsterdam no es conocida únicamente por la belleza de sus edificios o por las canales que la atraviesan. Los turistas llegan cada año con el objetivo de comprar y consumir marihuana libremente y de conocer la "zona roja", es decir, el lugar donde las prostitutas se exhiben en vidrieras como cualquier otro producto en el mercado.
Esta característica tan peculiar que desde afuera se percibe como curiosa e inquietante, molesta a los locales, que ya no desean ser conocidos en el mundo por mostrar a seres humanos en una vitrina tal como un objeto.
Por eso, la ciudad ha decidido comprometerse con el asunto y ha comenzado una ardua tarea de remodelación del barrio rojo. Una de las últimas medidas fue la prohibición de permanecer frente a las vidrieras donde están las mujeres. La disposición establece que los turistas deben situarse de espaldas a la ventana, sin mirar a las prostitutas en forma continua, y mostrar una actitud respetuosa. Por otro lado, tampoco podrán sacar fotos ni dirigirse a ellas con frases o proposiciones soeces.
El proceso comenzó en 2007. La municipalidad lanzó entonces una campaña que se conoció como "proyecto 1012". El objetivo cetral era transformar el Red Light District en un lugar más familiar y atractivo para los inversores, ya que en aquel momento los precios del metro cuadrado en viviendas en otros países de Europa duplicaban el precio con respecto a la capital holandesa.
El año pasado se cerraron más de cien vidrieras de prostitución, que dieron paso a restaurantes de diseño y comercios de marcas exclusivas. Se llegó a esta meta a través de una normativa que obligaba a los dueños de los burdeles a renunciar a las licencias que les permitían usar el espacio comercial en el barrio rojo que el ayuntamiento ha ofrecido después a diferentes negocios de lujo o cafeterías hípster.
El objetivo es conseguir un cambio en el tipo de turistas: de hombres buscando sexo a familias y gente elegante. Uno de los callejones más emblemáticos del barrio rojo, a pocos metros de la Oude Kerk -tradicional punto de encuentro entre los clientes y las prostitutas- alberga ahora un local de videojuegos y un café de diseño.
Junto a los canales en Oudezijds Achterburgwal, donde las prostitutas invitaban a los transeúntes desde el primer y segundo piso de las casas en pleno día, domina ahora la escena un museo sobre la prostitución. "Mucho mejor así. Ahora puede uno pensar en vivir en este barrio, o en pasar el domingo en familia por el centro de la ciudad", explica Leonor Wolerg, una abogada que vive en un barrio residencial en las afueras de la capital holandesa y que hasta hace muy poco evitaba sistemáticamente las zonas donde ahora acude en su tiempo de ocio.
Para llegar a este punto ha sido necesario un paralelo proceso legislativo que ha cambiado por completo la situación formal de las prostitutas. En 1998 se legalizó la prostitución. Dos años más tarde, se reglamentaron los espacios donde estaba permitido ejercerla. Para que una mujer pueda trabajar en ese lugar de la ciudad de Ámsterdam, primero tiene que registrarse en la alcaldía, tener más de 18 años y pagar impuestos. Además, debe someterese a controles periódicos de salud y declarar que ejerce el oficio por voluntad propia.
Otro requisito es tener nacionalidad holandesa, pero este último se viene burlando habitualmente gracias a la legalidad europea, que permite a cualquier trabajador de la UE realizar su profesión en otro país miembro. Hoy hay más de 8.000 prostitutas registradas legalmente en Ámsterdam y un alto porcentaje de ellas son de origen latinoamericano, a menudo con nacionalidad española adquirida.