¿Cómo sigue Venezuela?: Maduro desafía la presión y Milei quiere liderar la estrategia de resistencia
Finamente, contra muchos de los pronósticos, que indicaban una rebelión interna o una fuga ante el repudio internacional, Nicolás Maduro juró como presidente de Venezuela. Lo hizo ante la plana mayor de las fuerzas armadas y, como él mismo destacó en su juramento, ante representantes diplomáticos de 125 países -aunque prácticamente no hubo ningún presidente-.
De esta manera, se buscó desmentir la existencia de una fisura interna en el régimen, una situación que durante el jueves se había comentado como una realidad, ante la aparente divergencia entre Maduro y el número dos del régimen, Diosdado Cabello, respecto de qué actitud tomar frente a la líder opositora María Corina Machado.
Antes de la ceremonia, hubo demostraciones explícitas de fuerza, como el despliegue de baterías de defensa aérea, al tiempo que crecía la especulación sobre el aterrizaje del avión que transportaría a Edmundo González Urrutia. Las calles estaban vacías, mientras eran vigiladas por patrulladas listas para actuar ante cualquier manifestación contraria al régimen.
En definitiva, la imagen de Maduro con la banda presidencial ya dio la vuelta al mundo, y ahora se plantea el interrogante de cómo seguirá la situación. ¿Se repetirá la situación de hace seis años, cuando pese a su desprestigio internacional y a haber sido electo en un comicio que contó con 60% de abstencionismo, igualmente Maduro se las ingenió para perpetuarse en el poder?
En aquella ocasión, el presidente atravesaba el peor período del chavismo, con una economía hiperinflacionaria, emigración masiva y una violenta represión con muertes en las calles. Maduro logró incluso sofocar una incipiente rebelión militar, y logró burlar la estrategia estadounidense de reconocer a Juan Guaidó, el presidente de la asamblea nacional, como mandatario.
Parecía que aquella situación sería imposible de repetir luego de las elecciones de julio pasado a las que todos los países de la región denunciaron como fraudulentas.
Es por eso que ahora comienza la verdadera pulseada, que pondrá a prueba la estrategia de la oposición de Machado y sus aliados internacionales.
Entre las amenazas y el petróleo
El primer gran interrogante es si Estados Unidos, tras la asunción de Donald Trump, jugará fuerte contra el régimen de Maduro. Trump, que estaba en el poder cuando se implementó la fallida estrategia de impulsar a Guaidó como presidente, parece estar barajando opciones más drásticas.
Por lo pronto, emitió un comunicado en el que advierte sobre la necesidad de garantizar la seguridad de los civiles venezolanos. Y se interpretó como la postura del nuevo gobierno un duro mensaje de la diputada republicana Elvira Salazar: "La advertencia es muy clara, si ustedes atacan a María Corina, nosotros, los Estados Unidos, los vamos a atacar a ustedes".
En ese contexto de tensión, los diplomáticos y analistas internacionales ven bajas probabilidades de una intervención militar al viejo estilo del siglo 20. De hecho, cuando en su momento se insinuó con esa posibilidad, el ex líder opositor Leopoldo López -encarcelado durante seis años- dijo que el pueblo venezolano no lo aprobaría.
Es por eso que, a la hora de la especulación sobre posibles presiones internacionales, se ve como más factible la suspensión de contratos petroleros. La exportación del hidrocarburo es el pilar de la economía venezolana y, por lejos, su primera fuente de divisas.
No por casualidad, el momento de mayor popularidad de Hugo Chávez coincidió con la explosión del precio del crudo, que había caído a un inédito nivel de u$s17 el año en que el comandante resultó electo y luego subió rápidamente al entorno de u$s100. Eran los años en que, a pesar de la furibunda retórica chavista contra el gobierno de George W. Bush, había un intenso relacionamiento comercial, con el petróleo venezolano fluyendo masivamente hacia Estados Unidos.
Muy diferente fue la gestión de Maduro, quien en la mayor parte de su primer mandato vio caer el precio al entorno de u$s40, un momento que coincidió con el caos económico, la escasez y la hiperinflación.
Hoy la situación está en un punto de inflexión. El precio en torno de los u$s70 dista de sus mejores momentos, pero le aporta cierto oxígeno financiero al régimen. De todas formas, las proyecciones son de una baja, en la medida en que Trump está dispuesto a darle impulso a la producción de los yacimientos "shale", con lo cual se especula que la cotización del barril podría caer debajo de los u$s60.
En todo caso, si Estados Unidos volviera a una postura dura en su "diplomacia petrolera", Maduro podría otra vez sufrir un empeoramiento de una economía que dificultosamente trata de estabilizarse.
La incomodidad de la izquierda latinoamericana
La expectativa está ahora en cómo responderán los gobiernos latinoamericanos, tanto los aliados de la oposición -entre los que Javier Milei quiere ocupar un rol protagónico- como aquellos de tendencia izquierdista que han retirado su apoyo.
Ahí están depositadas todas las dudas. En los días previos hubo declaraciones duras, que hacían suponer la determinación a acciones que desestabilizaran a Maduro. El propio Milei llamó a "exigir el fin del régimen socialista, que ha dejado a millones de venezolanos en la pobreza, exiliados o dependientes de las dádivas de la dictadura, creando un verdadero infierno sobre la tierra".
Por cierto, un tipo de retórica que parecía más pensada para satisfacer al público interno de La Libertad Avanza que para convencer a gobiernos izquierdistas como los de Brasil, Colombia, México y Chile.
Por lo pronto, la frontera colombiana permanece cerrada, y el gobierno venezolano avisó que no permitirá intromisiones en su espacio aéreo, ante el aviso de que Edmundo González Urrutia intentaría ingresar al país.
A excepción del gobierno panameño -que depositó en las bóvedas de su banco central las actas de las elecciones del año pasado en las que consta el apoyo mayoritario a González Urrutia- y del salvadoreño de Nayib Bukele, que posteó enigmáticos mensajes en las redes sociales -un reporte meteorológico de clima despejado en Caracas y una cartera azul de dama, aludiendo a Corina Machado-, no hubo otras muestras de querer incidir directamente sobre la jornada del juramento.
El secreto de la permanencia chavista
Como siempre, la fortaleza de Maduro parece descansar en su capacidad para mantener el apoyo y la cohesión de las fuerzas armadas. Hasta ahora, todos los conatos de rebelión han sido apagados de manera aparentemente incruenta, y los analistas no dudan de que el factor monetario es el lubricante que sostiene ese andamiaje político.
Es por eso que, de momento, no lucen factibles los pronósticos como el que hizo el jefe de gabinete argentino, Guillermo Francos, en el sentido de que al régimen chavista le esperaba un final parecido al del comunismo de Rumania en 1989. Fue una comparación osada, porque aquel gobierno terminó con la detención del dictador Nicolae Ceacescu por parte de las propias fuerzas armadas, que lo fusilaron tras un juicio sumarísimo.
¿Qué pasará ahora? Por lo pronto, nada indica que los gobiernos izquierdistas que han criticado a Maduro, como el brasileño de Lula Da Silva, el colombiano Gustavo Petro y la mexicana Claudia Sheinbaum vayan a avanzar más lejos de donde han llegado. Están en una posición ambigua, en la que no reconocieron el resultado electoral pero enviaron representaciones diplomáticas a la ceremonia de la jura, y se oponen al intervencionismo estadounidense.
Una postura que supone una extrema incomodidad política para estos líderes izquierdistas, porque los expone a la crítica interna de sus respectivas oposiciones, que les señalan su contradicción, cuando no su complicidad con el régimen de Maduro.
Diferente ha sido la postura del chileno Gabrile Boric, y aparentemente la del electo mandatario uruguayo Yamandú Orsi, que han rechazado de manera expresa el reconocimiento al gobierno de Maduro.
Milei prepara su movida
¿Y Milei? De momento, se limitó a sus posteos en redes sociales, mientras prepara su viaje a Washington, para asistir a la asunción de Donald Trump el 20 de enero. No está claro aún cuánto tiempo dispondrá el mandatario argentino en esa instancia para charlar con su amigo estadounidense sobre la estrategia geopolítica latinoamericana.
Pero lo que queda claro es que Milei se está postulando, ya desde que asistió a los festejos republicanos en la mansión de Mar a Lago, para ser el aliado natural de Trump en una región dominada por gobiernos de simpatía izquierdista.
La jugada de Milei es que Argentina se beneficie en varios planos, porque al mismo tiempo quiere avanzar en un tratado comercial bilateral. Y uno de los puntos centrales es el boom petrolero de Vaca Muerta, cuya producción crece a toda velocidad. No al punto de poder sustituir la oferta venezolana, claro, pero sí lo suficiente como para que la balanza comercial argentina pueda garantizar un holgado superávit gracias al revitalizado rubro energético, que recibe la inyección de capitales estadounidenses.
También, como inesperada consecuencia de la situación venezolana, se está observando una aceleración en la alianza electoral entre Milei y el macrismo. Al fin y al cabo, una de las lecciones que los liberales argentinos parecen haber sacado del caso venezolano es que nunca hay que subestimar un adversario, por más desprestigiado que parezca. Por estas horas, muchos recordaron que tanto la postura del abstencionismo como las divisiones internas de la oposición fue lo que permitió en Venezuela la supervivencia de un chavismo en crisis económica pero con el control de todos los resortes del Estado.