Cristina Kirchner envía mensajes a la interna del peronismo y reivindica su rol de líder de la oposición
Volvió Cristina Kirchner y, como siempre, alteró el debate político. Lo hizo no solamente con las esperables críticas al gobierno de Javier Milei, sino además como estrategia para reafirmar su liderazgo en la oposición.
Era algo esperado por todo el ámbito político, aunque tal vez no tan pronto, dado que según el análisis que ella misma había transmitido a su entorno, creía que sería después de marzo -cuando se sintiera el efecto pleno de la suba de tarifas- que la opinión pública tendría un quiebre en el apoyo hacia el plan de Milei.
Sin embargo, la ex presidente sintió la necesidad de dejar sentada su posición ante el gobierno, y lo hizo con sus herramientas clásicas: una extensa carta pública, un recorrido histórico con comparaciones entre diferentes etapas, profusión de datos estadísticos para apoyar sus opiniones sobre economía. Y, como siempre, la reafirmación de su postura respecto de que lo que está en juego es una confrontación de "modelos de país".
Como lo hizo durante toda la gestión de Alberto Fernández, cuando ejerció como "vicepresidente crítica", Cristina puso en primer plano el problema de la bimonetariedad como centro de los problemas de la economía, restó trascendencia a la emisión monetaria para financiar al déficit fiscal y reivindicó un fuerte dirigismo estatal sobre la actividad económica.
Pero, algo oculto bajo la crítica a Milei, al ministro Luis Caputo y a Mauricio Macri, hay otro objetivo en la extensa carta de Cristina: enviarle un mensaje a todo el arco opositor, y al peronismo en particular.
A lo largo de su análisis histórico -y, en especial, al comparar su propia presidencia con la de Alberto Fernández- deja en claro que no cree que ninguno de los dirigentes del peronismo pueda erigirse como un legítimo defensor de los intereses populares en contra del proyecto de Milei.
Más bien al contrario, la carta expone, entrelíneas, críticas al ex presidente, pero también a Sergio Massa, al ex ministro de economía Martín Guzmán, al sector peronista que en 2022 acompañó la votación de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, a la central sindical CGT y a los gobernadores o legisladores peronistas que buscan negociar votos en el Congreso a cambio de recursos fiscales.
En definitiva, el análisis de Cristina plantea que, salvo ella -que al oponerse al acuerdo con el FMI advirtió lo que ocurriría-, prácticamente todos en el peronismo son co-responsables del fracaso del gobierno del Frente de Todos y, por consiguiente, de la llegada de Milei al poder.
Peronismo y el FMI: yo te avisé
El primer objeto de las críticas de Cristina hacia la interna fue, naturalmente, el ex presidente Alberto Fernández. La ex vicepresidente volvió a deslindar responsabilidades sobre la orientación de la política económica en el período 2019-2023, dijo que ella se limitó a dar sus opiniones pero que era el presidente quien decidía, y hasta recurrió a una cita textual del propio Alberto para confirmar que su rol no era ejecutivo.
La carta repasó las críticas que la ex vicepresidente había formulado durante los últimos cuatro años: la tibieza ante los "poderes concentrados" en momentos de presión inflacionaria, la falta de comprensión sobre el problema de la economía bimonetaria y, especialmente, el error del acuerdo "stand by" con el FMI.
En particular, Cristina le reprocha a Alberto no haber aprovechado los robustos superávits de balanza comercial que tuvo en los primeros dos años de gestión -lo que en su momento ella llamó "festival de importaciones"- y que luego condenó al país a sufrir un déficit de balanza de pagos sobre el final de la gestión.
Tuvo un ataque sutil al comparar, una vez más, a Alberto Fernández con Raúl Alfonsín, tal como había hecho cuando le envió como sugestivo regalo de cumpleaños el libro de Juan Carlos Torre "Diario de una temporada en el quinto piso". El mensaje tácito en aquella ocasión era que corría el riesgo de que su gobierno terminara como el de Alfonsín.
Y en su misiva de este miércoles, volvió a trazar el paralelismo, al afirmar que el gobierno de Alberto "no pudo o no supo desatar el nudo gordiano del endeudamiento". Unos párrafos más arriba, al relatar el final caótico del gobierno alfonsinista, afirmaba que Alfonsín "no pudo o no supo revertir" la deuda e inflación heredada de la dictadura. Tratándose de Cristina, no es casualidad esa repetición en su texto: en ambos casos, se trata de una cita de una célebre frase de Alfonsín –"no pude, no supe, no quise"- con la que hizo su más severa autocrítica.
Para Cristina, "cortar el nudo gordiano del endeudamiento" es un eufemismo para plantear que había que rechazar un acuerdo con el FMI en las condiciones en que fue planteado en 2022. Ella sostuvo, ya desde antes de la firma, que el acuerdo impondría condiciones que llevarían a una crisis económica y que, para colmo, terminaría legitimando la deuda tomada por Macri en 2018.
Por eso, en su misiva hay también críticas al pasar dedicadas a Martín Guzmán, que negoció el acuerdo, y a Sergio Massa, que primero -como presidente de la Cámara de Diputados- juntó los votos para la aprobación en el Congreso y luego, como ministro, aplicó un programa cuya consecuencia fue la aceleración inflacionaria.
Cristina considera particularmente nociva la exigencia del FMI de que el dólar tuviera que evolucionar a la par de la inflación. Había sido un tema que repetía delante del propio Massa durante la campaña electoral, pero Massa mantuvo el "crawling peg" en niveles altos hasta la fecha de la elección.
No por casualidad, Cristina recordó que, cuando al día siguiente de las PASO, Masa "fue obligado a devaluar por el staff del FMI", se disparó la inflación mensual por encima de los dos dígitos. Para Cristina esa fue la confirmación de una advertencia no escuchada por Massa: "que la inflación, en Argentina, está indisolublemente atada al dólar y no al déficit fiscal".
Lo cierto es que esas críticas a la última gestión peronista cumplen la función de recordar que ella "había avisado" sobre la crisis, y de paso implica una desautorización a Guzmán, que está levantando el perfil en los medios, y al propio Massa, que aspira a mantener el liderazgo del peronismo.
Cristina Kirchner le manda palos a la CGT
Pero los mensajes a la interna peronista no terminan allí. Hay también palos para la dirigencia sindical, que después de cuatro años de actitud complaciente, ahora elabora un agresivo plan de reivindicaciones.
Cristina se diferencia de la cúpula de la CGT al no cerrarse a la posibilidad de una reforma de la legislación laboral. Al hacerlo, admite tácitamente que parte de la derrota del peronismo obedece al no haber sabido interpretar la situación cotidiana de miles de jóvenes que trabajan en las nuevas modalidades de plataformas digitales o en una situación de informalidad, para quienes no aplican las protecciones tradicionales.
Pero advierte que no solamente debe atenderse las nuevas formas de relaciones laborales. "Las formas de contratación laboral ya incluidas en nuestro sistema legal también deben ser revisadas", plantea Cristina, para quien hay convenios de trabajo que necesitan actualizaciones y que propenden a que no se cumplan obligaciones. "Un derecho sin el cumplimieto de sus obligaciones correlativas, no es más ni menos que un privilegio", es la fuerte frase dirigida a la cúpula sindical.
De esta manera, Cristina no solamente está aceptando que el programa de gobierno del peronismo debe incluir una modernización laboral que atienda la situación de los jóvenes, sino que se suma a las voces críticas sobre los vicios de la dirigencia sindical tradicional. Todo un anticipo de posible conflicto entre el kirchnerismo y "la espina vertebral del peronismo".
Finalmente, hay también advertencias para el peronismo vinculado a las gobernaciones provinciales, en particular el sector "dialoguista", al afirmar que no se debe buscar acuerdos parlamentarios mediante "una lógica de mercado persa o de toma y daca indigno por cargos, recursos y vaya a saber qué otra cosa".
Cristina se posiciona como líder de la oposición
Y, ya fuera del peronismo, Cristina tampoco descuida el hecho de que la izquierda está levantando la bandera del cuidado de los recursos naturales y el rechazo a la extranjerización de la tierra. Por eso plantea, nuevamente, una férrea oposición al régimen de promoción de inversiones que propuso Milei y una reivindicación de la participación estatal en la explotación de los recursos.
La consecuencia de todos los planteos de Cristina es un mismo punto: que ninguno de los dirigentes que actualmente critican a Milei -desde Massa a la CGT, pasando por la izquierda y los gobernadores provinciales- tiene una "foja limpia" como para declarar su inocencia respecto del fracaso del último gobierno peronista.
Ella, en cambio, con su repaso histórico y los gráficos sobre nivel salarial, crecimiento del PBI, ratio de deuda y hasta números de equilibrio fiscal, reivindica su condición de líder del peronismo y de rectora del "modelo" bajo el cual todos deben alinearse.
Apenas dos meses después de iniciada la gestión Milei, puede parecer algo temprano para dar inicio a la interna de la oposición. Sin embargo, Cristina acaba de hacer el primer movimiento.