La candidatura de Massa sigue viva, pero el reloj electoral le juega en contra y los dólares todavía no aparecen
La candidatura de Sergio Massa todavía vive: esa es, acaso, la noticia más llamativa que dejó la agitación económica y política de las últimas semanas.
A pesar de que los economistas proyectan para mayo una inflación aun mayor que la de abril -en el entorno del 9%-; a pesar de los problemas ya indisimulables derivados de la escasez de dólares -y que lleva a la acumulación de containers en la aduana por falta de pago-; a pesar de que en las encuestas ya quedó por debajo de Axel Kicillof en la intención de voto al Frente de Todos. Aun con todos esos elementos en contra, el ministro de Economía mantiene altas chances de ser el candidato oficialista.
Las pruebas de ello abundaron en las últimas horas. Cristina Kirchner, al hablar ante la multitud militante en la Plaza de Mayo, no sólo no lo culpó por los problemas de la economía sino que lo invitó al escenario y lo ubicó en primera fila, al lado de Eduardo De Pedro.
Más sugestivo todavía, antes de ese acto, el diputado Máximo Kirchner había participado en una reunión con la plana mayor del Frente Renovador -la corriente que dirige Massa- para bajar la tensión, luego del comunicado en el que se advertía sobre el riesgo de que el candidato peronista surgiera de un "dedazo" y no de una mesa de acuerdo. Y después de esa foto, el hijo de Cristina confirmó que acompañaría a Massa en su viaje a China.
En Shanghai, el ministro hará dos gestiones clave: la extensión del swap de monedas con el banco central chino y el permiso para que el banco de desarrollo del grupo BRICS funcione como garante en el comercio bilateral entre Argentina y Brasil. En definitiva, la misma misión que persigue Massa desde que asumió en Economía: conseguir dólares o, al menos, atenuar por otras vías la pérdida de reservas.
Antes de la reunión, en el extenso viaje aéreo de más de un día, en charlas junto a Máximo Kirchner, Massa tiene la chance de seguir trabajando su alianza con el kirchnerismo. Su argumento es que, incluso con inflación alta, el peronismo tiene chances electorales, en la medida en que se mantenga la relativa estabilidad del dólar y que indicadores de actividad -especialmente el consumo- sigan mostrando resultados positivos.
La tesis que defiende el massismo es que un candidato del "kirchnerismo puro" haría perder los votos de la franja del peronismo centrista -ese que en 2019 había votado la fórmula Alberto-Cristina- y que en 2021 le dio la espalda al Frente de Todos-.
Seduciendo a Cristina y al FMI
Curiosamente, Massa plantea el mismo argumento a Cristina y al Fondo Monetario Internacional. Hasta ahora, con relativo éxito en ambos casos.
De la vicepresidente, tuvo el reconocimiento por haber "agarrado la papa caliente", una frase que hacia la interna del kirchnerismo se decodificó como que supo ordenar el caos financiero en un momento en que se hablaba de un final con "helicóptero".
Y, además, Cristina lo elogió tras la turbulencia cambiaria de abril por haber desafiado la prohibición del FMI sobre el uso de las reservas para intervenir en el mercado y, de esa forma, frenar la suba del dólar blue. Desde la óptica de Cristina, ese es un gesto de rebeldía que está en línea la vocación kirchnerista por negociar "a cara de perro" con los acreedores y de anteponer los principios políticos a las decisiones financieras.
El propio Massa contribuyó a reforzar esa imagen cuando una de sus principales aliadas, la presidenta de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau, escribió en las redes sociales: "Hay algunos jugadores del mercado que solo conocen al Massa que trabaja 16 horas por día y dialoga con todos, pero me parece que de acá al viernes van a descubrir al que conocemos en la política, que cuando se cansa de que lo quieran boludear pelea con todo lo que tiene".
Pero, sobre todo, Massa logró de Cristina la concesión más importante: que postergara su definición sobre candidaturas y le diera tiempo para terminar sus gestiones con el FMI. Si ella hubiese nombrado un candidato -y, sobre todo, si ese candidato no fuera Massa-, las chances de un auxilio financiero del Fondo podrían haberse empantanado.
Ocurre que el discurso de Cristina defiende postulados que no son de recibo para el staff del organismo, como por ejemplo que el esquema de pagos de Argentina quede supeditado al volumen de las exportaciones del país. Si ya se supiera que el candidato será alguien que responda directamente a Cristina, esto introduciría un ruido político en la negociación.
En cambio, con Massa todavía con chances de ser presidenciable, esa incertidumbre es menor, dado que en el Fondo se lo percibe como un político con autonomía de Cristina y con una probada actitud "market friendly".
Es por eso que el tigrense está a punto de lograr que, otra vez saliéndose de su libreto habitual, el Fondo autorice que una parte sustancial de los dólares que prestará a Argentina sea utilizados para intervenir en el mercado cambiario, en vez de ir directamente a engrosar las reservas del Banco Central.
El "anti clamor" contra Massa
Lo que se preguntan los referentes del kirchnerismo, sobre todo a partir de la carta en la que Cristina confirmó que se mantendrá al margen de la elección, es si realmente ella cree que Massa puede ser un candidato representativo del Frente de Todos o si sus gestos de apoyo son solamente tácticos, para no agregarle más "ruido" al clima financiero del país.
Porque la realidad es que, en paralelo a los gestos de sintonía por parte de la líder, empezó a crecer un "anti-clamor" respecto de la eventual candidatura de Massa.
En los medios más afines al kirchnerismo hubo debates en los que se llegó a la conclusión de que el plan económico de Massa tiene escasas chances de éxito, y no faltaron acusaciones en el sentido de que no se diferencia demasiado del tipo de ajuste ortodoxo que podrían haber hecho los funcionarios macristas.
Las críticas ya eran duras antes del anuncio de nuevas medidas, que incluyó la suba de tasas de interés a un nivel de 97%, algo que analistas del kirchnerismo entienden contraproducente porque implica subir el piso de la inflación.
Y volvieron a escucharse reclamos por un aumento salarial general de suma fija dictado por decreto, un pedido que el kirchnerismo viene haciendo desde hace un año y que sistemáticamente ha sido rechazado por Massa.
Pero lo que generó especial irritación es una actitud que algunos kirchneristas entienden como extorsiva, la postura de "yo o el caos" que por momentos deja traslucir Massa. Ya había sido sugestivo el mensaje de Malena Galmarini, la esposa de Massa, al reproducir un tuit en el que se afirmaba que "Massa se queda hasta el final, porque el final es cuando se vaya Massa".
Y en los últimos días ese mensaje se reforzó con el comunicado del Frente Renovador, que insinúa que si se tomara una decisión errada desde el punto de vista de la estrategia electoral, también podría romperse la frágil estabilidad financiera lograda tras las últimas corridas cambiarias. "Lo que pretendemos es que esa acción no se vea lastimada por diferencias internas que pongan en riesgo la estabilidad económica necesaria para culminar esta etapa de gobierno y empezar el nuevo sendero de crecimiento y desarrollo que precisa la Argentina", decía el texto.
Desde el sector peronista más crítico hacia Massa, no hubo dudas sobre cómo interpretar ese mensaje. El más explícito, como siempre, fue Juan Grabois, quien dijo en una entrevista radial: "Lo que es muy feo, y lo quiero decir con todas las letras, es extorsionar a tu país con que si no te dan lo que vos querés electoralmente lo podés dejar en una situación de caos económico. Eso que se empieza a decir entrelíneas, que si no le dan la candidatura única capaz que no sigue siendo ministro".
El dirigente piquetero se mostró confiado en que, llegado el momento, Cristina buscará a otro candidato más representativo del sector kirchnerista. Pero, por las dudas, advirtió que si Massa obtuviera la bendición de la vice, su sector le daría pelea en una PASO.
"Nosotros novamos a aceptar que Massa se quede con la hegemonía del movimiento nacional y popular porque consideramos que representa los intereses del 1% más rico de la población", alertó Grabois.
Al final, ¿la inflación no era tan importante?
Claro que, además del apoyo de Cristina, a Massa todavía le falta lo más importante: convencer al electorado de que un ministro de economía en un país con una inflación mensual que acelera a los dos dígitos puede ser un buen presidente.
A primera vista, parecería que eso es muy difícil de lograr, y los encuestadores se basan en el magro 6% de intención de voto de Massa para comentar sobre sus chances escasas.
Sin embargo, no todos lo ven así. Un cambio importante de las últimas semanas fue la sucesión de victorias del peronismo en elecciones provinciales, aun en un contexto de malhumor social por las subas de precios. De hecho, esos triunfos oficialistas se produjeron ante una oposición que había tomado como centro de su campaña la crítica a la crisis inflacionaria.
Y el mensaje que Massa recogió de sus aliados provinciales es que, si la inflación se estabiliza, aunque sea en niveles altos, la población se muestra tolerante, siempre y cuando se den algunas condiciones. Principalmente, que el mecanismo de paritarias siga defendiendo el poder de compra de los asalariados formales, que no haya un enfriamiento súbito de la actividad productiva y, naturalmente, que haya calma en el frente del dólar.
No por casualidad, Massa dedicó sus esfuerzos de los últimos días a tomar medidas que mantengan alto el consumo -como la negociación con los bancos por los topes a la compra con tarjeta de crédito-.
Y tampoco es casual que haya reforzado su alianza con la cúpula de la CGT, que mantiene un bajo nivel de conflictividad al tiempo que renegocia acuerdos salariales casi en cuotas mensuales.
Falta lo más importante: obtener los dólares del FMI y que Cristina Kirchner encuentre la forma de hacer "digerible" para sus militantes un candidato al que ven con desconfianza.