Edesur ya no quiere poner la cara por un modelo fallido y "electrocutó" a la política
¿En qué negocio están hoy Edesur y Edenor? La primera respuesta que viene a la mente: la distribución eléctrica a una de las áreas urbanas más pobladas del planeta. ¿Pero esto es realmente así? ¿Hoy no están esas empresas en un negocio mucho más simbólico que algo tan concreto como ser "la última milla" en el abastecimiento de energía eléctrica? Para decirlo burdamente: hoy esas empresas están en el negocio de "poner la cara" por el fracaso del "modelo" kirchnerista que imperó en las últimas décadas.
Las marcas Edenor y Edesur son producto de las privatizaciones de principios de los 90, y realmente tenían el fin de que se hicieran cargo de la manera más eficiente posible. Pero cuando con la salida de la convertibilidad del peso con el dólar virtualmente volaron por los aires los contratos de esas concesiones, pasaron a depender ya no de las tarifas que les cobraban a los usuarios, sino de cuánto recibían de subsidios para seguir operando.
Después de esta inédita ola de calor con cortes de energía de ambas empresas a sus usuarios y las protestas y piquetes de la gente desesperada -en los que el área de Edesur fue la más notoria- se volvieron a hacer muchos analistas la pregunta "de cajón": cómo puede ser que un gobierno kirchnerista, amante de la estatización y siempre enemiga de la iniciativa privada, no haya pronunciado hace rato la orden que hizo tan famoso al venezolano Hugo Chávez: "¡Exprópiese!"
La respuesta está en la génesis misma de por qué están aún hoy en manos privadas esas eléctricas: en el fondo de su inconsciente, hasta Cristina Fernández de Kirchner sabe que su "modelo" económico fracasó y es inviable, y recuerda muy bien el por qué de las privatizaciones de los 90 a cargo del gobierno peronista de Carlos Menem: Entel, la telefónica estatal, tardaba en promedio una década en instalar una línea telefónica que terminaba funcionando de a ratos, y Segba, la empresa eléctrica del área metropolitana, no estaba en condiciones de garantizar un suministro de luz acorde al de un país en vías de desarrollo.
El recuerdo de los cortes de luz en los veranos del período de Raúl Alfonsín, sazonados con la hiperinflación, llevaron al repudio que cosechó el radical al final de su gestión y aun hoy erizan la piel de cualquier político argentino.
Para que el AMBA tenga un servicio eléctrico de nivel europeo precisa nuevamente que se hagan importantes inversiones para los que el Estado no tiene los dólares.
¿Por qué no hay un "exprópiese"?
El kirchnerismo lo sabe, y por eso no hay "¡exprópiese!" para las distribuidoras eléctricas: es mejor que sean "privados" los que le pongan la cara al fracaso del modelo estatista. El usuario recibe su factura de Edesur y Edenor, y la única participación del Estado es la de ser "el bueno" que pone el sello de "tarifa subsidiada por el estado nacional".
Toda la "culpa" del fracaso del modelo económico pasa mágicamente a las distribuidoras, y el "estado presente" solo aparece ayudando "a los que menos tienen" poniéndoles plata a las empresas.
El gobierno así "mata dos pájaros de un tiro": cuando desde las provincias se preguntan por qué tanta benevolencia con Edenor y Edesur, cuando en el interior se pagan tarifas eléctricas mucho más altas, nadie les explica que el origen de esa beneficencia conurbánica y porteña es que el impacto en el Indice de Precios al Consumidor de las tarifas en el AMBA es determinante para contribuir a "dibujar" una inflación reprimida.
Hoy ya no está el recordado Guillermo Moreno en el INDEC que le hacía las cosas más fáciles al gobierno: directamente falsificaba las estadísticas. Con una inflación que hizo piso en el 6 por ciento mensual, lo único que falta ahora es subir las tarifas eléctricas para saltar por el precipicio de la hiperinflación.
Ahora que el FMI le dio un ultimátum al ministro Sergio Massa, porque tiene que bajar drásticamente el déficit fiscal, a partir de mediados de año subirán fuertemente las boletas de la luz en la ciudad de Buenos Aires y algunos distritos pudientes del Conurbano.
Habrá que ver qué datos de precio de servicio eléctrico le transmitirán los entes reguladores al INDEC. ¿Será la factura que se paga en Recoleta o la de Aldo Bonzi?
El anterior gobierno de Mauricio Macri no entendió esta problemática como para encarar una solución más amplia, sistémica, y solo atinó a bajar el déficit fiscal eliminando los subsidios a la energía eléctrica del AMBA. La solución requería un cambio de modelo, y, entre otros motivos, con las tarifas eléctricas Macri se "electrocutó" al igual que Alfonsín: ya el recuerdo amargo de su período no fue por los cortes y la inflación, sino por las altas tarifas… y la inflación.
Es cierto que las eléctricas aprovecharon esas tarifas más altas para hacer algunas inversiones. Pero claramente hoy se ve en las calles y autopistas cortadas por piquetes de vecinos que no alcanzaron.
¿Desincentivos para paliar la crisis?
La crisis se agrava por un Edesur cuyo dueño, la napolitana Enel, anunció hace rato que se va, porque hacer negocios en países mal regulados, como la Argentina, es imposible. La semana pasada ya se desprendió de su principal generadora eléctrica, Central Dock Sud, que la cedió a su socio minoritario, la estatal YPF.
Si fuera por los planes de la empresa, ya en febrero levantaba campamento: ni un verano más en el infierno regulatorio argentino. Será en algunas semanas, pero será.
Ante esta partida, la empresa ya cortó espiritualmente sus "lazos" con el país, y solo se preocupa en explicar ante accionistas y reguladores de otras latitudes que la Argentina es un país inviable. Encontrará fácilmente comprensión.
Por eso una de las críticas que se escuchan en los medios es que "Edesur ni se preocupa por paliar la situación ni por comunicar o dar la cara en los medios".
Edesur pasó por diversas crisis de las que -dentro de las circunstancias- salió mucho mejor parada en el terreno de la comunicación. Ganó varios premios Eikon, el galardón más importante en el mercado de la comunicación institucional, justamente en la categoría Comunicación de Crisis.
Incluso la comunicación del recordado apagón de los 90 que afectó en la Capital a cientos de miles de usuarios durante casi dos semanas les permitió a los comunicadores de entonces, el gerente de RR.PP. Daniel Martini y su agencia de prensa, Nueva Comunicación, hacer un papel muy digno y elogiado por sus pares.
Mucho más cerca en el tiempo, en 2015 Edesur sufrió un largo desperfecto que dejó semanas sin luz a las manzanas más recoletas de Recoleta: una zona plagada de políticos, jueces, periodistas y empresarios.
Edesur no solo apeló a rápidos paliativos técnicos hasta que resolviera el desperfecto, sino que la estrategia de comunicación aplicada por la directora de Comunicación de Enel para Edesur, Alejandra Martínez, también fue premiada y elogiada en los Eikon.
Esquivando culpas
Hoy, como el gobierno no quiere poner la cara por el fracaso de su modelo, solo atina a anunciar multas y denuncias contra la empresa a modo de justificación: "yo no tengo nada que ver, a mí no me miren". Incluso el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, donde sufren buena parte de los afectados por los cortes, hizo una denuncia penal contra Edesur.
Es una pena que el jefe de gobierno porteño y el resto de la oposición vuelvan a dejar pasar esta enorme oportunidad para usar la desgracia de los cortes de luz para explicar por qué este modelo fracasó, cómo fracasó y por qué es mejor que los servicios públicos sigan en manos privadas que puedan invertir y operar con mucha mayor eficiencia que el gobierno y conseguir el capital para esas inversiones al que la Argentina no puede ni podrá acceder por mucho tiempo. La inflación se tiene que domar mediante un programa sistémico de reformas estructurales, no subsidiando tarifas para que impacten menos en el IPC.
Pero todos tienen miedo de "poner la cara" en un momento de tanta desazón. Todos tienen miedo de "electrocutarse" con el asunto de la distribución eléctrica. Incluso la oposición.