El Gobierno busca capitalizar la asunción de Lula en Brasil de cara a la campaña electoral 2023
Para Alberto Fernández y el Frente de Todos, es difícil pensar en una mejor forma de empezar el 2023: acompañaron a Luiz Inácio "Lula" Da Silva en su asunción como presidente de Brasil. Y tratan de que la fiesta del recambio de poder en el país vecino contagie entusiasmo a una militancia que ya parece resignada a que el 10 de diciembre próximo se concrete un regreso de "la derecha" en Argentina.
Ya durante la campaña electoral brasileña -que, para el peronismo, fue asumido como un tema de política local, al punto que hubo afiches con una foto de Néstor Kirchner bromeando con Lula y la frase al pie "Bolsonaro está nervioso"- quedó en claro la importancia estratégica de este recambio de poder en Brasil.
Lo cierto es que el regreso al poder del líder del PT significa mucho más que ganar un aliado en el mayor país de la región: es un verdadero envión anímico, que permite ahuyentar la idea de un retroceso de los gobiernos "progresistas".
Es por eso que muchas de las frases pronunciadas por Lula en sus dos discursos de asunción sonaron como música para los oídos del Gobierno argentino. Las alusiones a los "discursos de odio" y a las "fake news" de la oposición, la acusación sobre la pesada herencia recibida en términos económicos y sociales, la ratificación de una política con una decidida participación estatal cuya principal meta será la redistribución de la riqueza podían haber salido perfectamente de un discurso de Alberto Fernández o de Cristina Kirchner.
Para Alberto Fernández, el comienzo de año en una primera reunión bilateral con Lula y con la confirmación de la visita del mandatario brasileño el 23 de enero ya es de por sí un inicio inmejorable, para un Gobierno que intenta dar una imagen de recuperación de la crisis.
Y para Cristina Kirchner, la importancia de este recambio de poder en Brasil es obvia: la reivindicación de un líder popular que estuvo preso y que denunció persecución mediante la práctica del "lawfare" es sentida por la vicepresidente casi como una reivindicación personal, justo cuando atraviesa su peor momento en el plano judicial.
Realineamiento y ¿ayuda financiera?
Ya desde los días previos a la elección se intentó presentar esta vuelta de Lula como una reivindicación de las propias políticas del Frente de Todos, al asimilar al cuestionado Jair Bolsonaro con el programa de gobierno que está anticipando Mauricio Macri.
Y no por casualidad, Alberto Fernández se había preocupado por ser de los primeros en felicitar personalmente a Lula tras su elección, con un viaje "relámpago" en octubre, donde hicieron gala de su sintonía política. En un año lleno de complicaciones políticas, donde ni siquiera pudo darse el gusto de tener su foto junto a Lionel Messi y la copa del Mundial, la aparición junto a Lula es uno de los mayores logros del Presidente, en términos de imagen.
Alberto suele recordar que, mientras Lula estuvo preso, fue uno de los pocos políticos de alto perfil en la región que visitaron en prisión al líder del PT, para máxima irritación de Bolsonaro, con quien jamás pudo superar la pésima relación personal.
Y aquel gesto hoy está dando sus réditos. Por lo pronto, Lula visitará Argentina en su primera gira oficial, y tuvo un discurso de confirmación sobre la vocación de unidad regional y potenciación del Mercosur, algo que había quedado debilitado durante la gestión de Bolsonaro.
El hecho de que el nuevo canciller, Mauro Vieira, haya sido previamente embajador en Buenos Aires, se interpretó como una señal elocuente. Y ya hubo gestos del nuevo gobierno brasileño, como la promesa de ayuda en la construcción del gasoducto Kirchner o el guiño para que Argentina se incorpore al bloque BRICS.
Pero las esperanzas no se agotan en la agenda diplomática, sino que Brasil también supone la posibilidad de que Argentina pueda fortalecer uno de sus flancos más débiles: las reservas del Banco Central. El país vecino tiene u$s331.000 millones en reservas, es decir siete veces y media el monto argentino -o un 65% más, si se lo mide en términos per capita-.
En los últimos días hubo una especulación en el sentido de que Brasil, bajo la administración Lula, estaría dispuesto a negociar un swap con el Banco Central argentino por un monto de u$s10.000 millones. Por lo que ha trascendido, sería un esquema similar al que rige con China: es decir, con el uso de la moneda local -reales, en este caso- que estarían disponibles para financiar importaciones. Lo cual no es poco decir, si se tiene en cuenta que Brasil es el segundo mayor origen de las compras argentinas -con un 19,5% del total- y que es el primer destino de las exportaciones -con un 14% del total-.
Esta situación permite a Alberto Fernández una reivindicación de sus posturas de política exterior: el reacomodamiento de la relación bilateral con Brasil después de un desencuentro a nivel de las cúpulas no sólo ayuda a retomar un mayor protagonismo regional y global sino que compensa en parte las decisiones más controvertidas, como el acercamiento a la Rusia de Vladimir Putin justo en vísperas de la invasión a Ucrania.
Y, ya con la mirada en el plano político interno, Alberto intenta que el regreso del PT y sus aliados de centro-izquierda al palacio presidencial de Brasilia sea interpretado internamente como la necesidad de contar con un líder peronista que se aleje de los discursos radicalizados. O sea, él mismo, en su intento por reelegirse o, al menos, de diseñar el armado electoral interno ante la avanzada kirchnerista.
Un impulso a la cruzada "anti lawfare"
Claro que el Presidente argentino no es el único que cree que la llegada de Lula puede significar un punto de inflexión. También Cristina Kirchner apuesta fuerte a que el líder del PT le sea de ayuda.
Su entusiasta mensaje en Twitter: "Amanece un nuevo día en la América del Sur. ¡Fuerza Lula! ¡Fuerza Brasil!", no solamente tuvo la finalidad de saludar al líder del PT sino, sobre todo, de enviar un mensaje esperanzador a la alicaída militancia kirchnerista.
Por lo pronto, la vuelta de Lula implica para Cristina una legitimación internacional para su tesis del "lawfare". Para el kirchnerismo, este es el detalle esencial: Lula se presentó en su discurso como una prenda de paz y unidad nacional, como una persona que había sufrido persecución y aun así no volvía con ánimo revanchista, sino como pacificador de un país que sufrió una violenta grieta.
Y, después del fallo condenatorio para Cristina en la causa "Vialidad", quedó en claro que la apuesta a "lulizar" la cuestión judicial está en el centro de la estrategia. Los asesores legales de Cristina están hablando sobre la necesidad de declarar nulo el proceso, al tiempo que se busca que el peronismo en pleno genere una movilización popular en denuncia de la persecución política y la "proscripción" a Cristina.
La analogía entre la situación judicial y política de Cristina con Lula ha sido una constante desde que el líder del PT ganó la elección en el país vecino. El inédito interés y la consiguiente cobertura mediática que se realizó sobre ese comicio estaba alentada por ese paralelismo: Lula se reivindicó mientras el juez Sergio Moro cayó en el descrédito, después de haber sido celebrado como un héroe nacional, de haber sido ministro de Justicia y hasta pre candidato presidencial.
Lo que determinó ese cambio de suerte entre los dos protagonistas del juicio fue el hecho de que el Supremo Tribunal Federal entendió que Moro no se había comportado con la imparcialidad que su condición de juez exigía. Y uno de los elementos determinantes para la liberación de Lula fue la filtración de mensajes de Telegram entre el juez Moro y el fiscal del caso "Lava Jato". Una situación que el kirchnerismo intenta emparentar con la filtración de chats entre jueces con empresarios en Argentina, para sugerir que hay parcialidad en los procesos contra Cristina.
Es por eso que, entre los muchos mensajes de solidaridad que recibió Cristina tras el fallo condenatorio, el más festejado fue, precisamente, el del presidente electo brasileño: "Mi solidaridad con la vicepresidente de Argentina, Cristina Kirchner. Vi su manifestación de que es víctima de lawfare y sabemos bien aquí en Brasil cuánto esa práctica puede causar daños a la democracia. Hago votos por una justicia imparcial e independiente para todos y por el pueblo de Argentina".
Lupa argentina sobre los desafíos de Lula
Claro que el regreso de Lula no solamente implica señales positivas para el Frente de Todos, sino que también deja varias notas de advertencia. En el plano político, la grieta llevada al extremo hizo que la asunción se realizara bajo inéditas medidas de seguridad, luego de que militantes bolsonaristas intentaran atentados explosivos.
La previa de la asunción estuvo marcada por las manifestaciones de los anti-PT, que denunciaban un fraude electoral y reclamaban la participación directa de las Fuerzas Armadas para impedir el recambio presidencial. Y el clima enrarecido se coronó con la ausencia de Jair Bolsonaro en la ceremonia: el ex mandatario prefirió viajar a Estados Unidos para reunirse con su aliado Donald Trump y, de esa manera, dejar un ambiente político signado por la falta de reconocimiento de una parte del electorado al nuevo gobierno del PT.
La extrema polarización política, además de la gran atomización partidaria del sistema político brasileño, hace que Lula no cuente con mayorías propias en el parlamento, lo cual tornará su gestión más dificultosa que la de su período inicial de gobierno entre 2002 y 2010.
Pero, sobre todo, Lula se encuentra con una explosiva situación social y una economía que, si bien es altamente estable si se la compara con Argentina -se espera una inflación de 5% para todo el año- la economía se muestra poco dinámica. Los pronósticos de las consultoras apuntan a un crecimiento de apenas 0,7%, mientras se debate si continuar o no con la estrategia bolsonarista de altas tasas de interés como remedio para prevenir la inflación.