• 22/12/2024

Cómo empañar un festejo histórico: caos organizativo, internas y uso político de "la Scaloneta"

La jornada de homenaje a Messi y el plantel terminó con problemas de organización e incidentes. Insatisfacción y reproches en el Gobierno y la AFA
21/12/2022 - 07:00hs
Cómo empañar un festejo histórico: caos organizativo, internas y uso político de "la Scaloneta"

Tan argentino que duele: el día del homenaje a los campeones del mundo dejó al desnudo los excesos más característicos del ser nacional. Por un lado, el fervor y la pasión que causaron comentarios de asombro en el mundo, ante las imágenes de multitudes embanderadas y dando rienda suelta a la alegría. Pero, por otra parte, la desorganización, la conducta antisocial, la posibilidad latente de la tragedia a cada minuto y la mezquindad de la pelea política.

La jornada que iba a ser de fiesta y homenaje a la Scaloneta terminó con un gusto agridulce, en el que la sensación que se impuso por sobre todas las demás fue el alivio porque no se produjo una tragedia. Con más de cuatro millones de personas en las calles y sin un operativo de seguridad adecuado, la seguridad de los jugadores y de la gente estuvo en riesgo todo el tiempo.

Fueron más que elocuentes las imágenes de gente rompiendo el cerco policial y acercándose peligrosamente al ómnibus que trasladaba al plantel, así como la de los jóvenes que saltaban desde los puentes sobre la avenida General Paz para acercarse a los ídolos. Ese hecho en particular -en el que un joven no consigue mantener el equilibrio y cae al asfalto- marcó el punto de inflexión que llevó a que los jugadores se subieran al helicóptero y dieran por terminada la caravana de festejo.

En realidad, los problemas organizativos se habían hecho evidentes desde mucho antes. Los festejos del domingo ya habían dado la pauta de la masividad que podía esperarse en las calles, y eso se vio potenciado por el feriado nacional decretado el lunes. Ya para el momento en que el avión dejó al plantel en Ezeiza, había gente acampando en las cercanías del Obelisco, y para la mañana temprano la multitud era compacta, lo cual generaba dudas sobre que se pudiera cumplir el recorrido previsto originalmente.

Y sobre el mediodía ya quedó en claro que las cosas iban mal cuando las autopistas por las cuales estaba previsto que pasara la Selección fueron invadidas por transeúntes, en una situación que desbordó por completo el control policial.

Aun así, el Gobierno se manifestó sorprendido por la cantidad de gente que se volcó a expresar su cariño por la selección y que -al decir de la vocera presidencial Gabriela Cerrutti- "hizo imposible seguir por tierra ante la explosión de alegría popular".

Messi y compañía recibieron el cariño popular pero también fueron expuestos a riesgos ante las carencias de la organización de los festejos
Messi y compañía recibieron el cariño popular pero también fueron expuestos a riesgos ante las carencias de la organización de los festejos

Para ese momento, el malhumor por la desorganización era inocultable, y la prueba contundente fue un mensaje en Twitter del presidente de la AFA, Claudio "Chiqui" Tapia: "No nos dejan llegar a saludar a toda la gente que estaba en el Obelisco, los mismos organismos de seguridad que nos escoltaban no nos permiten avanzar. Mil disculpas en nombre de todos los jugadores campeones. Una pena".

Las suspicacias no tardaron: se sabía que entre el titular de la AFA y el presidente Alberto Fernández no había buena sintonía: Tapia cree que el Gobierno siempre operó para removerlo de su cargo y, además, nunca perdonó que Argentina haya debido renunciar a ser sede de la Copa América en 2021, por causa de la política sanitaria de Alberto durante la pandemia.

Desorganización e internas

Fue ahí cuando el componente político de la jornada, que hasta ese momento había sido un elemento secundario, pasó a tomar rol protagónico. Comenzaron las consabidas acusaciones cruzadas respecto de quién había tenido mayor responsabilidad por los problemas organizativos.

Y el propio Chiqui Tapia hizo su aporte a la controversia, al agradecer al ministro de seguridad bonaerense, Sergio Berni, por haber acompañado la recorrida hasta la entrada a la capital. El mensaje llevaba el reproche tácito a las autoridades porteñas y al propio Gobierno nacional.

Esa situación alimentó las versiones sobre una "interna" entre Berni y el ministro Aníbal Fernández, que también estuvo activo en las redes sociales, destacando la normalidad del "festejo histórico" y cómo los jugadores habían dado una especie de vuelta olímpica aérea en naves de la policía federal y la prefectura.

Trascendieron diálogos exaltados y reproches entre Tapia y el ministro Fernández, cuando se hizo evidente que la caravana ya no podía continuar sin poner en riesgo a todos los protagonistas.

Claudio
Claudio "Chiqui" Tapia, presidente de la AFA, dejó en evidencia las desavenencias entre la policía federal y la de la provincia de Buenos Aires

A esa altura, ya los jugadores, cansados tras más de cinco horas en la que habían estado bajo el sol, con apenas un baño en el vehículo para todo el plantel y expuestos a los riesgos de la multitud que quería invadir el ómnibus, ya habían cerrado el festejo. Lionel Messi se había subido a un avión que lo trasladaría a Rosario mientras la mayoría del plantel estaba de regreso en el predio de la AFA en Ezeiza.

El centro seguía copado por la multitud de hinchas entusiastas que no perdían las esperanzas de que los jugadores aparecieran y les ofrendaran la copa del mundo. Como era de esperar, se habían repetido destrozos al mobiliario urbano, otra vez con escenas de gente peligrosamente colgada de semáforos o parándose sobre los techos de paradas de colectivos. Y, ya un clásico, otra vez hubo quienes se subieron hasta las "ventanitas" del Obelisco.

Contradicciones de una jornada agridulce

¿Fue una jornada alegre? Por supuesto que el ánimo de festejo por la victoria en Qatar fue lo que prevaleció, pero resultó inocultable la sensación de frustración por no haber podido tener un festejo como el que todos habían soñado, con Messi levantando la copa del mundo ante una multitud agradecida.

En contraste, las redes sociales mostraban los festejos realizados en otros países, como Marruecos, donde todo lucía organizado y sin riesgos de accidentes ni para los hinchas ni para jugadores.

Imposible, entonces, que no surgieran las polémicas políticas. ¿Era todo culpa del Gobierno? ¿O de la AFA? ¿Fue un error desde el comienzo haber pensado en un recorrido en ómnibus en vez de trasladar a la Selección en helicóptero hasta un escenario custodiado por una guardia policial?

Ahí es donde aparecen las contradicciones. El Gobierno sostiene que puso a disposición de la AFA todas las alternativas, incluyendo la de un saludo en la Plaza de Mayo -como había ocurrido tras el campeonato de 1986 con Diego Maradona- pero que fue el propio plantel el que se negó a esa posibilidad.

La presencia de la Selección en la Casa Rosada, tema de negociaciones políticas que no llegaron a buen puerto
La presencia de la Selección en la Casa Rosada, tema de negociaciones políticas que no llegaron a buen puerto

La contrariedad del Gobierno ante la negativa a compartir una foto con Alberto Fernández -o, aunque más no fuera, de saludar en el balcón de la Casa Rosada- quedó en evidencia en los programas de TV más afines al oficialismo, donde se llegó a extremos de calificar a los jugadores como "desclasados".

Al otro lado de la "grieta" hubo recordatorios sobre la incomodidad con la que los jugadores del mundial Brasil 2014 habían vivido el acto compartido con la entonces presidenta Cristina Kirchner.

La polémica del balcón

Lo cierto es que la consigna de "no politizar el triunfo deportivo" fue omnipresente desde el momento mismo en que Argentina ganó el campeonato en la tarde del domingo. Y las principales polémicas giran en torno a ese punto: el Gobierno sostuvo que nunca estuvo en su ánimo, y la prueba es que Alberto Fernández rechazó la invitación de las autoridades qataríes y su colega francés Emmanuel Macron para asistir a la final. Eso dejó, de facto, a "Chiqui" Tapia como el representante del país en la ceremonia de premiación.

En cuanto al acto oficial con los jugadores, se acondicionó la Casa Rosada para recibir al plantel y se comunicó la garantía de que no habría políticos que quisieran colarse en el célebre balcón. Sin embargo, las tratativas no llegaron a buen puerto y la negativa del plantel se mantuvo.

En definitiva, todos quedaron insatisfechos. Los hinchas no pudieron ver de cerca a Messi levantando la copa, la policía de las tres jurisdicciones se vieron sobrepasadas por una caravana en ómnibus que desde el primer momento se evidenció como inviable, el Gobierno no solamente no pudo tener una foto junto a los campeones sino que vio la imagen del país empañada por escenas de descontrol callejero.

Para peor, quedó flotando la sospecha de internas entre el gobierno central y el de la provincia, que derivó en desavenencias entre las respectivas policías a la hora de organizar la seguridad de los festejos.

El Presidente eligió tomar distancia de la controversia, se limitó a publicar en las redes sociales comentarios sobre la los festejos multitudinarios y mostró uno de los beneficios más concretos de la fiebre mundialista: una carta del primer ministro de Bangladesh en la que se invita a la reapertura de embajadas.

Reminiscencias maradonianas

La jornada tuvo cierto "deja vu" con lo ocurrido, hace dos años, durante el funeral de Diego Maradona. En aquella ocasión el mundo se asombraba por las imágenes épicas de multitudes emocionadas, pero también se espantaba por las escenas de descontrol y vandalismo que llegaron al extremo de una invasión a la Casa Rosada.

Esta vez, ya no en un día de lamento sino en uno de alegría, Argentina volvió a dar la demostración de su dualidad: un país en el que conviven la capacidad de los grandes logros y los peores vicios, de las mayores demostraciones de amor y de enfrentamientos violentos, capaz de despertar la admiración del mundo y también el repudio.

En definitiva, otra jornada de "argentinidad al palo", que empezó con odas a los campeones bajo los acordes del hit mundialista "Muchachos" y que terminó con los noticieros de TV focalizados en los incidentes callejeros.

Mientras tanto, Messi, conocedor de nadie de las contradicciones argentinas, disfruta en Rosario de su merecido descanso. Y se llevó la copa.