El kirchnerismo, dispuesto a absolver a Cristina en las calles: el "círculo rojo" teme a una confrontación
Como le gusta repetir al analista Jorge "Turco" Asís, la historia del kirchnerismo debe ser analizada a partir de sus recuperaciones: es esa capacidad de hacerse fuerte en las adversidades es lo que, según el reconocido ensayista, ha cimentado el capital político de Cristina Kirchner. Y esta vez, con el país conmocionado por el atentado que le podría haber costado la vida, la líder del movimiento parece más decidida que nunca a transformar la crisis en oportunidad.
Es por eso que la verdadera pelea política de estas horas es la batalla por la interpretación de lo ocurrido: si fue, efectivamente, el "discurso de odio" instigado desde la oposición y los medios de comunicación lo que llevó a Fernando Sabag Montiel a apuntar contra Cristina o si se trató sólo del acto aislado de una persona desequilibrada.
El kirchnerismo está apostando todas sus fichas a imponer la primera versión -como ya ha quedado insinuado por las declaraciones desde los primeros minutos siguientes al atentado y se terminó de consolidar con la polémica teoría del senador José Mayans, según la cual sólo un sobreseimiento de Cristina Kirchner es garante de la paz social.
Pero, desde la vereda de enfrente, aunque con menor grado de coordinación, se está elaborando el discurso contrario: no solamente se niega que esté en riesgo la democracia sino que se rechaza de plano la teoría de que hubo "autores intelectuales" del atentado entre el sector que acusa a la ex presidente de actos de corrupción.
Como argumenta el "gurú" político Jaime Durán Barba, ese tipo de situaciones puede ocurrir en cualquier país, incluso en las democracias más respetadas como ocurrió recientemente en Japón con el atentado que le costó la vida al ex primer ministro Shinzo Abe.
Según su punto de vista, dos factores deben ser señalados como los que llevaron al atentado. Primero, el signo de estos tiempos, en el que las redes sociales pueden llevar a que individuos desequilibrados crean teorías conspirativas y pasen a la acción. Ocurrió en el caso de Japón y también entre quienes tomaron el Congreso estadounidense: "Creían en tesis del todo disparatadas, como que Hilary Clinton dirige una red mundial de pedofilia con la intención de atacar a sus oponentes políticos".
Pero, además, destaca el bajo nivel de profesionalismo de la escolta de Cristina, conformada por militantes, y que para colmo deben hacer frente a una situación de peligrosidad fomentada por la propia vicepresidente, que pidió que no hubiera cámaras de seguridad en su cuadra y que polemizó con el gobierno porteño cuando se intentó vallar la zona.
Primera victoria kirchnerista en la opinión pública
En todo caso, desde la oposición se reconoce que el kirchnerismo se anotó una victoria en los primeros días tras el fallido atentado. El hecho de que una larga lista de personas y asociaciones no ligadas al kirchnerismo haya adherido a la tesis de que la democracia está en peligro y que el atentado es consecuencia de la virulencia del debate político es visto con preocupación en el círculo cercano a Mauricio Macri.
Desde ese lado de la "grieta", se teme que el kirchnerismo logre instalar un nuevo sentido común según el cual la acusación por corrupción contra el kirchnerismo -o, por extensión, cualquier crítica al Gobierno- pueda ser calificada como un hecho violento.
Todos entendieron el potencial de ese nuevo clima en la opinión pública. Para Cristina, podría equipararse a otros grandes momentos en que una derrota terminó fortaleciendo la épica militante. Ocurrió tras la derrota por las retenciones a la soja en 2008 y, sobre todo, tras la sorpresiva muerte de Néstor Kirchner en 2010. A partir de esos reveses se cimentó "el relato" que llevó al contundente triunfo electoral de 2011.
Ahora Cristina parece tener un objetivo mucho más urgente que el electoral: convencida de que en el poder judicial su sentencia "ya está decidida y firmada", quiere dar la pelea en el ámbito de la opinión pública.
En realidad, esa ha sido su estrategia desde el inicio, cuando denunció la existencia del "lawfare", pero ahora el atentado genera la oportunidad de que esa estrategia, que parecía estar perdiendo su eficacia, vuelva a ganar fuerza. No por casualidad, el kirchnerismo ha decidido organizar grandes manifestaciones de apoyo a la vice, y hasta se animan a calificar el nuevo clima político como "el 17 de octubre de Cristina".
La estrategia del lawfare, en su mayor expresión
Desde la primera vez que debió comparecer ante un juez, en el despacho del fallecido Claudio Bonadio, a comienzos de 2016, Cristina tuvo en claro cuál debía ser su argumento: establecer una línea histórico-política para demostrar que no se la persigue por corrupción sino como un castigo por haber defendido intereses populares, y que su caso es la continuidad de lo que el siglo pasado les había ocurrido a líderes como Hipólito Yrigoyen y Juan Perón.
Reiteró y profundizó ese argumento en sus alegatos en las causas de las cuales fue sobreseída, como las de "dólar futuro" y la del "pacto por la impunidad del atentado a la AMIA".
En ambos casos, la ex presidente pasó de acusada a acusadora: "Ahora los argentinos deben 44 mil millones de dólares y ustedes también son responsables, no miren para otro lado, porque ustedes causan climas en la república Argentina, que impactan en agentes económicos y así estamos", les había dicho directamente a los jueces de la Cámara.
Y, con la seguridad que le daba el hecho de contar con un informe favorable a cargo de peritos de la Corte Suprema de Justicia, calificó a la investigación del dólar futuro como "un leading case" en casos de persecución política a cargo de fuerzas mediático-judiciales.
Su estrategia dio el resultado esperado. Cristina nunca tuvo que sentarse en el banquillo de los acusados porque la Cámara Federal de Casación dio por buenos los argumentos y decidió sobreseer a Cristina y el resto de los acusados, quedando así nulo el juicio.
En el caso de la AMIA, la misma sala de Casación, con los mismos jueces que la escucharon por en su defensa sobre el dólar futuro, fueron los que tuvieron que escuchar su alegato, tras un cambio pedido por la defensa de Cristina. Y en otra exposición de fuerte tono político, en la que varias veces se le quebró la voz y estuvo al borde de las lágrimas, Cristina asoció las acusaciones sobre el presunto encubrimiento del atentado a la AMIA con un intento de perjudicar al país en un momento en que estaba acosado por los "fondos buitres" que buscaban el cobro de la deuda en default.
El otro momento importante fue en noviembre pasado, cuando un tribunal federal la sobreseyó de la causa "Hotesur y Los Sauces" por inexistencia de delito. En esa ocasión, su abogado, Gregorio Dalbón, dejó en claro que no se contentará con que su clienta se haya liberado de la instancia del juicio, sino que buscaría una reparación pública.
"No alcanza el sobreseimiento de Cristina Kirchner. Tienen que pagar muchos con sus cargos por lo que armaron judicialmente y los periodistas por lo que la difamaron durante años a la vicepresidenta y sus hijos. No es gratis", advirtió.
Y toda esa saga llegó a su punto cúlmine con el video difundido en las redes sociales, en el que Cristina rechaza las acusaciones del fiscal Diego Luciani y, en un tono fuertemente emocional, declaró que no se arrepiente de haber impulsado las políticas sociales, el verdadero motivo por el cual era juzgada.
Ahora, tras el atentado, esa argumentación pasó a ocupar el centro de la estrategia kirchnerista: la defensa de Cristina no debe ser en la justicia sino en la opinión pública. Fue elocuente al respecto la definición de Axel Kicillof, quien trazó un paralelo entre el atentado y el proceso judicial: "El objetivo ayer era terminar con la vida de la Vicepresidenta. No puedo dejar de asociarlo a lo que dijo un exponente del sector judicial (el fiscal Luciani) que buscaba erradicarla de la vida política prohibiéndole la participación de forma perpetua como candidata. El paralelismo es inevitable".
El virus de la duda penetra el "círculo rojo"
No es que los argumentos planteados sean nuevos ni sorprendentes, pero lo que sí cambió es el contexto social. Y el mayor objetivo que se plantea el kirchnerismo es que su tesis penetre en el "círculo rojo", al convencer a jueces, políticos opositores, referentes mediáticos, empresarios y a la clase media en general que la paz social está en peligro.
Por lo pronto, la idea que ha quedado instalada es que en Argentina difícilmente pueda ocurrir una situación similar a la de Brasil, donde Lula Da Silva fue preso sin que se produjera violencia en las calles. Hoy por hoy, todos los políticos están convencidos de que el riesgo de confrontación sería altísimo.
Eso pone una nota de duda sobre qué tan fuerte será la presión que sientan los jueces, que además de evaluar las pruebas contra la ex presidente también tendrán en consideración las consecuencias sociales de una eventual condena.
Es un tema que ya está incomodando a la oposición, donde se está lejos de un consenso al respecto. Ya hubo una demostración al respecto en la sesión de Diputados, donde el bloque radical permaneció en el recinto mientras el PRO se retiró.
Los "halcones" de la oposición, como Patricia Bullrich, afirman que el Gobierno "juega con fuego" y sostienen que no se debe ceder ante una amenaza de alteración de la paz social.
Como siempre, fue contundente sobre el punto Elisa Carrió: "Lo que dijo Mayans es un acto violento, es una amenaza mafiosa y violenta. Él dice ‘Si quieren paz, que no haya justicia’ (...) Es una amenaza mafiosa. Se equivoca filosóficamente. No vamos a pedirle filosofía a Mayans. Siento que la Argentina es de papel".
Y ya antes del atentado, una figura importante de la coalición opositora, como el ex senador Miguel Pichetto, advertía sobre el riesgo de tomar a la ligera la figura de "asociación ilícita" aplicada a toda una estructura gubernamental, incluida la figura presidencial.
"Si cualquier gobierno puede ser una asociación ilícita, se sienta un precedente y se abre una avenida muy grande y un riesgo realmente muy peligroso para gobernar en cualquier sitio, en el país o en una provincia", dijo Pichetto, generando en la oposición un matiz entre quienes quieren ver a Cristina presa y quienes prefieren anteponer la estabilidad del sistema político.
Pichetto suele ser escuchado con atención en este ámbito, porque fue el garante de la libertad de Carlos Menem, protegido por los fueros del Senado, a pesar de tener dos sentencias de tribunales de segunda instancia. Y también se opuso al criterio de la prisión preventiva que se aplicó a ex funcionarios del kirchnerismo.
Entre la denuncia y la necesidad de "desescalar"
Lo cierto es que, hasta fin de mes, cuando se espera que Cristina tenga el turno de hacer su alegato en la causa judicial, el debate por la opinión pública será creciente, y el juicio será inseparable del intento de asesinato perpetrado por Sabag Montiel.
Para el kirchnerismo, la estrategia es clara. Para la oposición, no tanto, porque se sabe bajo la lupa. Hay dirigentes, como Cristian Ritondo, que salieron a denunciar que detrás de la apelación a terminar con el "discurso de odio" hay en realidad un intento de censura a la prensa y de persecución a los opositores.
Pero también se está notando una intención de no echar más combustible a la hoguera. Como dice el politólogo Lucas Romero: "Desescalar la polarización afectiva es una tarea de todas las partes. Y requiere compromisos de no apelar a argumentos que inflamen las pasiones de sus adherentes, y de conducir la conversación pública por andariveles que se limiten al intercambio de ideas y no a la confrontación de pasiones. El atentado a Cristina Kirchner es un ejemplo de las cosas que pueden suceder cuando se pierde el gobierno de las pasiones".