Cristina se mete de lleno en la "puja distributiva por los dólares": qué quiere hacer con los pagos de deuda privada
La deuda privada, y el déficit de dólares que ésta le inflinge a la balanza de pagos, quedaron en el centro de la pelea política -o, como prefiere decir Cristina Kirchner, del "debate"- dentro la coalición gubernamental.
De manera que ahora las empresas que tomaron crédito dolarizado saben que son candidatas a sufrir nuevas restricciones para el acceso a divisas. Al menos, eso es lo que intentará el sector kirchnerista, que desde hace tiempo puso la lupa en los balances que registraron grandes ganancias y ahora está mirando con atención el informe cambiario del Banco Central.
Según la información oficial, el sector privado mantiene con el exterior una deuda de u$s76.206 millones, de los cuales u$s49.225 millones tienen vencimiento este año. Y aunque el Banco Central viene regulando el acceso a los dólares para que se salden esas deudas, ahora hay una presión política para que la restricción sea mayor.
Los estados contables de grandes compañías productoras de alimentos, como Arcor y Molinos, ya estaban bajo la mira kirchnerista, que veía allí una posible explicación a la inflación: planteaban que un incremento en las ganancias de 142% era la prueba de que los precios de sus productos estaban creciendo a mayor velocidad que sus costos operativos.
Sin embargo, la realidad marca que estos grupos no sólo no se beneficiaron con la recuperación del consumo sino que, por el contrario, tuvieron un empeoramiento del resultado operativo. Y lo irónico es que lo que explica sus mejores resultados es el retraso cambiario provocado por la política económica oficial.
Hay empresas que, por la diferencia entre la inflación y el dólar, tuvieron una reducción real en el costo de su deuda: entraron más pesos a la caja y costó más barato de lo previsto la cancelación de obligaciones financieras dolarizadas. Durante todo el año pasado, por cada tres puntos que aceleraban los precios, la cotización del dólar sólo se deslizaba un punto.
Y Cristina Kirchner, que en su muy comentado discurso de Chaco, expuso con elocuencia por qué cree que es un grave error acelerar la tasa devaluatoria, fue -acaso inconscientemente- una de las artífices de esa ganancia de los grandes grupos.
Pero ahora la vice, que diagnóstico la "naturaleza bimonetaria" como el principal problema de la economía argentina, quiere que el Gobierno "gestione mejor" esos dólares escasos.
Otra vuelta a la puja por los dólares
Una de las principales definiciones políticas de Cristina fue su discrepancia con el "modelo" que llevan adelante Alberto Fernández y su ministro de economía, Martín Guzmán, al que definió como "de exportación y con salarios bajos".
Y su diagnóstico fue que el Gobierno está fallando al gestionar ese modelo, porque está sufriendo los aspectos negativos -el bajo poder adquisitivo- pero sin quedarse con su única consecuencia positiva, que es la posibilidad de acumular gran cantidad de reservas procedente del superávit en la balanza comercial.
Curiosamente, su diagnóstico la lleva a una conclusión en la que coincide con los economistas más ortodoxos de la City: que será muy difícil cumplir con la meta de acumulación de reservas por u$s5.800 millones al que el país se comprometió con el Fondo Monetario Internacional.
Claro que la propuesta que ha esbozado Cristina difiere mucho de la que plantean los economistas. En un momento en el que se produce una "puja distributiva por los dólares" -en la que los industriales se quejan de la falta de divisas para importar insumos que les permitan producir-, la líder del kirchnerismo propone que se ponga la lupa en la fisura por la cual se escapan billetes verdes justo en un momento de ingreso récord de divisas por la exportación.
"Cuando uno mira por dónde salieron los dólares… Salieron, por ejemplo, muchos para pagar la deuda privada, de capital e intereses de grandes firmas. ¿Ustedes piensan que cuando va al exterior y pide 500 millones de dólares o 1.000 millones de dólares solamente se fijan en lo que tiene en la Argentina? Yo estoy segura que deben mirar a otro lado donde también tienen fuera del país", fue el pasaje más punzante del discurso de la vice.
En esa frase, Cristina plantea dos temas de su obsesión. Primero, cuál debe ser el uso prioritario de las divisas, e insinúa con claridad que no debe permitirse que la deuda privada sea una filtración. Por otra parte, replantea su permanente sospecha sobre los capitales radicados en el exterior, al plantear que las empresas argentinas no accederían al crédito en dólares si no tuvieran activos fuera de fronteras para ofrecer como garantía.
Los números hablan de otra cosa
¿De cuántos dólares, exactamente, está hablando Cristina? En el informe cambiario del Banco Central, durante 2021, el rubro del déficit del sector privado no financiero -es decir, las empresas industriales y comerciales- marcó un déficit de u$s5,132 millones, un promedio de u$s427 millones por mes.
Y, en marzo pasado, cuando ya se sintió en el balance el ingreso del refuerzo aportado por el FMI a las reservas, ese rubro tuvo un déficit de u$s586 millones, de los cuales u$s252 millones correspondieron al saldo de deudas mientras que u$s314 se explican por el pago de tarjetas de crédito con proveedores del exterior.
La realidad es que, al contrario de lo que plantea Cristina, el pago de deudas privadas no es el que está pesando más a la hora de impedir que el Banco Central acumule reservas. En un mes en el que el campo aportó u$s3.600 millones, la mayor parte de ese ingreso se esfumó por la demanda de los importadores, que contra las predicciones oficiales sigue creciendo a un ritmo de 39,5% interanual, contra exportaciones que lo hacen a sólo 25,6%.
El Banco Central había previsto que, como el año pasado los importadores se habían sobre-stockeado con adelantos de compras -aumentando así las importaciones un 50%-, ahora ese rubro demandaría menos divisas. Pero la realidad está desimintiendo ese pronóstico, sobre todo por la fuerte influencia del rubro energético, cuyas importaciones suben a una tasa de casi 200% interanual.
Además, se empieza a hacer notar el revitalizado rubro de turismo, que incluye el uso de compras con tarjeta, tanto en el exterior como en modalidad de e-commerce desde Argentina.
Así, los individuos demandaron, sumando para transacciones, viajes y atesoramiento, u$s537 millones. Más del doble de lo que salió por el pago de deuda corporativa, aun cuando el Banco Central viene aplicando una dura restricción a la financiación con tarjeta de crédito para la compra de paquetes turísticos.
¿Más restricciones en carpeta?
Lo cierto es que cada vez que Cristina Kirchner hace una observación sobre algún problema de la agenda nacional, sus palabras no quedan en el mero comentario, sino que suelen traer consecuencias políticas. Así ha ocurrido con las iniciativas para reinstaurar retenciones a la exportación, con la presión para el pago de un bono salarial por decreto o con la presentación del proyecto de ley para castigar a los "fugadores" de dólares, entre muchos otros ejemplos.
Y por eso la restricción de divisas para el pago de deuda privada pasa a la nómina de medidas que el kirchnerismo le reclama a Alberto Fernández.
La realidad es que es un punto que hace mucho tiempo está en las preocupaciones del Banco Central, que en plena cuarentena del 2020 había restringido el acceso al mercado de divisas para las empresas con activos externos líquidos, de manera de que esos activos fueran aplicados al saldo de deudas.
El BCRA impuso una reestructuración para las empresas que tuvieran vencimientos mayores a u$s1 millón mensual. La medida imponía un tope de 40% para cancelar, mientras el restante 60% se refinanciaba a un plazo promedio de dos años.
El objetivo declarado era el "desendeudamiento" gradual del sector privado, algo que se ha reflejado en la reducción de los pagos netos. El BCRA informó que esa política permitió reducir pagos por un monto de u$s2.500 millones desde que en 2020 se produjo el refuerzo del cepo cambiario.
La industria manufacturera y la minería lideran el ránking de los rubros con mayores deudas por cancelar, sumando entre los dos un 52% del total.
¿A contramano de Pesce?
Pero ahora, la intención de Miguel Pesce, presidente del Banco Central, va en el sentido contrario al que insinuó Cristina Kirchner: está planteando una flexibilización del "cepo corporativo" en la medida en que la proyección de exportaciones siga aumentando -hoy se prevé un ingreso de al menos u$s85.000 millones, superando la marca de u$s78.000 millones registrada el año pasado-.
Así, a inicios del año pasado se subió a u$s2 millones el techo de los vencimientos que obligaba a esta reprogramación de deuda para las empresas. Además, permitió a los exportadores el uso de las divisas para cancelar capital e intereses de deudas reestructuradas.
Pesce se mostró confiado en que, tras el acuerdo con el FMI, las empresas podrían mejorar su acceso al crédito en el exterior, de manera de volver a la relación histórica de 75% prestado contra 25% de capital propio. Actualmente esa relación está en 40% contra 60%.
"Nuestro compromiso es ir relajando las regulaciones cambiarias en lo que hace al proceso productivo. Ya hemos hecho que aquellas empresas que incrementen su aportación un porcentaje del incremento de exportación pueden aplicarlo al giro de dividendos, al exterior, al pago de deuda con la matriz, al pago de deuda comerciales", había planteado Pesce en enero, cuando se anunció el acuerdo con el FMI.
También, entrevistado en Perfil, había dicho que las empresas que consiguieran financiamiento externo seguirían con acceso al mercado de cambio para cancelar obligaciones. Y que en la medida en que las exportaciones crecieran, también se irían relajando las otras normas del cepo.
"No son restricciones que a nosotros nos gusten, son restricciones necesarias en el contexto en el cual nos estamos desenvolviendo", planteaba el titular del BCRA, en un intento de transmitir un mensaje de normalización. Un mensaje que, ahora, aparece puesto en duda por el planteo de Cristina Kirchner para tapar una de las fisuras por las que, según ella, se corre el riesgo de que se filtren las divisas.