Cristina no espera a las PASO 2023: adelanta interna peronista al cuestionar la "legitimidad de gestión" del Presidente
Con el nuevo dardo que disparó Cristina Kirchner a Alberto Fernández, al poner en duda su "legitimidad de gestión", el peronismo entró definitivamente en una interna a cielo abierto, un año antes de las PASO en las que el Presidente había insinuado que tenía intención de participar para competir por su reelección.
La vicepresidente insinuó con claridad que sólo ve dos alternativas: o el acceso a las decisiones de gestión en un "doble comando" -al que Alberto se resiste-, o una profundización del perfil crítico, que preserve el capital político del kirchnerismo con vistas a 2023.
Algo, en definitiva, que está en línea con lo que Cristina había deslizado ante sus senadores durante el debate parlamentario por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional: que el programa económico entraría en crisis en cuestión de semanas.
Y el "timing" político de esa ruptura no es casual. El país está en vísperas de días agitados: la semana próxima se producirá la primera revisión técnica del FMI sobre los números de la economía, al mismo tiempo que se realizarán las audiencias públicas para determinar los ajustes de las tarifas públicas. Y todo con el ruido de fondo de una protesta piquetera de tres días que culminará con una marcha hacia la Plaza de Mayo.
Es decir, todos hechos de alto voltaje que dejarán al Gobierno más expuesto que nunca a las críticas "por izquierda". Todavía no queda en claro si la misión del FMI será presencial o virtual, pero en todo caso las organizaciones sociales más críticas ya prepararon la "bienvenida" para dejar su opinión sobre el plan económico.
Las consignas de la marcha –"por trabajo y salario digno" y "contra el hambre y la pobreza"- planteará explícitamente que el bono de $18.000 que anunció el ministro de economía, Martín Guzmán, no es suficiente para aliviar la crisis social. Los reclamos incluyen aumentos en los programas sociales, además de la eliminación del tope de 1,2 millón de beneficiarios que el Gobierno impuso a programas como el Potenciar Trabajo.
Los recientes actos del 1° de Mayo dejaron en claro que el riesgo del kirchnerismo pasa por perder el apoyo de los sectores más radicalizados. En el que protagonizaron el Polo Obrero junto a partidos y sindicatos de izquierda, se acusó por igual a Alberto Fernández y a Cristina Kirchner de posibilitar la crisis inflacionaria. E incluso en el acto de apoyo al Presidente se dejó en claro que el esfuerzo que se hizo hasta ahora no alcanza.
Todas las proclamas pusieron el foco en la necesidad de asumir una postura de mayor confrontación contra los grandes grupos empresariales. Y la presencia de Guzmán en el foro empresarial de Bariloche pareció darle más argumentos a los críticos.
El diagnóstico del kirchnerismo: no alcanza
Ante esa situación, el diagnóstico político que se hizo en el kirchnerismo fue claro: había que diferenciarse de la política oficial y dejar en claro el desacuerdo con un plan al que no dudan en calificar "de ajuste".
Más cuando la previsión es que Guzmán pasará "raspando" el test ante los auditores del FMI, pero recibirá advertencias sobre la necesidad de mayor decisión para no desviarse de las metas fiscal, monetaria y de acumulación de reservas, todas en serio riesgo de no poder ser alcanzadas cuando se vuelvan a revisar los números el próximo trimestre.
En consecuencia, con el ruido de fondo de la protesta social, los funcionarios del equipo económico deberán dar certezas sobre su determinación para avanzar en el recorte del gasto público, en la suba de las tarifas y en una aceleración de la tasa devaluatoria. Todas medidas con las que el kirchnerismo no sólo discrepa sino que está convencido de que sólo van a fogonear la inflación, como ya diagnosticaron estudios de economistas cercanos a Cristina, como el de la díscola ex diputada Fernanda Vallejos.
La metáfora que usó el diputado Máximo Kirchner en un acto sindical previo al 1° de Mayo fue ilustrativa al respecto: considera que la actitud del Gobierno es la de la prescindencia ante la actual "puja distributiva" es como permanecer neutral en una pelea entre la ballena y el krill.
"Entonces, ¿qué vamos a hacer? En el océano nada le prohíbe al krill comerse la ballena, pero finalmente es la ballena la que se come al krill; entonces es donde debe aparecer el Estado para que eso no suceda. Es donde el Estado debe intervenir", fue la expresiva frase de Máximo, dirigida a Guzmán, quien el día anterior había dicho que no se involucraba en peleas políticas.
Pero la frase no solamente implicaba una chicana, sino un diagnóstico: en el kirchnerismo impera el pesimismo respecto de la iniciativa de Guzmán sobre la captación de la "renta inesperada". Creen que, aun en caso improbable de que pueda superar el test en el Congreso y los recursos judiciales, recién supondría un aumento en las alícuotas de Ganancias a cobrarse el año próximo. Y, además, el propio Guzmán adelantó que a las pocas empresas a las que les tocaría el impuesto, se les aplicará exenciones si reinvierten sus ganancias en proyectos productivos.
Demasiado poco para un kirchnerismo que necesita darle a sus adherentes señales de decisión política en el cortísimo plazo. Una señal en ese sentido fue dada por Máximo Kirchner, quien dijo que "la mejor manera de construir una victoria en 2023 es comprender el 2019". Y puso a su madre Cristina como ejemplo de alguien que había hecho una buena lectura al "interpretar el dolor del pueblo y los anhelos de la gente y accionó en ese sentido".
Cristina llega al punto de ruptura
Cristina Kirchner viene en un crescendo en las señales de ruptura. Se mantuvo en un silencio estratégico durante el debate parlamentario sobre el acuerdo con el FMI, aunque no fue misterio para nadie que trabajó para que el voto negativo alcanzara una porción expresiva de la bancada del Frente para Todos.
Luego, tuvo dos señales fuertes, de esas que sólo ella puede lograr gracias a la amplificación mediática de cada gesto. El muy comentado regalo de cumpleaños a Alberto Fernández -el libro "Diario de una temporada en el quinto piso", de Juan Carlos Torre, que describe la debacle económica del gobierno alfonsinista- implicaba un mensaje inquietante: si el Presidente insistía en imitar a Alfonsín, corría serio riesgo de terminar su mandato como él.
Luego, ante la asamblea de legisladores de Eurolat, agregó otra perla a su largo acervo de frases políticas célebres: "Que te pongan una banda y te den un bastón no es el poder... y ni te cuento si no hacés las cosas que tenés que hacer".
Y esa saga tuvo un punto culminante este martes, cuando el ámbito político estaba conmocionado por otra frase provocativa de Andrés "Cuervo" Larroque. El ministro de Desarrollo Social bonaerense, que usualmente critica a Guzmán, apuntó esta vez directamente a Alberto Fernández, a quien acusó de "querer llevarse el gobierno a la mesita de luz" y le reclamó de manera explícita que cediera espacios de poder al kirchnerismo.
Por si quedaban dudas de que el dirigente de "La Cámpora" no habla apenas a título personal sino que está ocupando el rol de vocero de la vicepresidente, el tuit que publicó la propia Cristina fue la confirmación.
Cristina cuestiona la "legitimidad de gestión"
Con la excusa anecdótica de su encuentro con la periodista española Pilar del Río, recordó que Néstor Kirchner había sido electo con apenas 22% de los votos, sin la posibilidad de legitimarse en un balotaje, porque su entonces contrincante, Carlos Menem, renunció a disputar la segunda vuelta electoral.
"La pregunta era: ¿Cómo íbamos a hacer para gobernar el país después de la crisis de 2001 con apenas el 22% de los votos? Mi respuesta fue única y categórica: nos íbamos a legitimar gobernando… porque se podía ser legítimo y legal de origen, y no de gestión", fue el tuit que conmocionó al ámbito político.
El diagnóstico de Cristina queda así completo. Después de haberle advertido a Alberto Fernández que podía terminar como Alfonsín -es decir, llamando a elecciones anticipadas en medio de un caos económico- y de haberle marcado la diferencia entre tener poder simbólico y poder real, ahora le enfatiza sobre otra diferencia: la de tener legitimidad formal por haber sido votado en las urnas, y la legitimidad que otorga el ejercicio del poder, al representar los intereses populares.
Todo esto no hace más que ampliar la expectativa, que ya era grande, por la exposición que Cristina hará el próximo viernes en una universidad de Chaco, por invitación del gobernador Jorge Capitanich -ex jefe de gabinete del segundo mandato cristinista-.
Llegado a este punto de las tensiones internas, con reclamos públicos de cambios de ministros, y en vísperas de días de alta agitación social, se espera que Cristina termine de poner en negro sobre blanco las diferencias con Alberto y cómo esa situación dejará parado al peronismo de cara a la elección de 2023.
¿La pelea puede beneficiar a los dos?
A juzgar por los antecedentes, Cristina planteará un ultimátum. Y, del otro lado del mostrador, hubo también gestos de fortalecimiento. Ministros como Aníbal Fernández criticaron a Larroque e insinuaron un plan de desestabilización, ante los ataques a la figura presidencial.
Y el propio Alberto Fernández contestó a Larroque. Durante una visita en La Pampa, afirmó: "Tengan certeza todos ustedes que el Gobierno de la nación argentina, que es el Gobierno de ustedes, no el mío, va a seguir poniendo lo que haga falta poner para que todas las provincias puedan desarrollarse".
Alberto dijo eso en el contexto que más le gusta: anunciando proyectos de obra pública y mostrándose enfocado en la gestión. De hecho, la manera preferida de contestar las críticas por parte de los ministros cuestionados es repetir indicadores positivos en producción, empleo y salario.
La postura del Presidente ahonda una línea que ya había insinuado tras la "remontada" electoral de las legislativas. Cuando se celebró el Día del Militante en noviembre, Alberto celebró que no se habían producido las profecías de caos cambiario y adelantamiento del traspaso de mando y, por primera vez ante una masa de apoyo propio -sin militantes prestados por el kirchnerismo- afirmó su voluntad de reelegirse en 2023 y que las candidaturas salieran de una interna peronista.
Todos sus discursos posteriores -y en particular el del anuncio del acuerdo con el FMI- fueron en el sentido de un "relanzamiento" de la gestión que terminaría con una reelección en 2023.
A esta altura, la gran duda que manifiestan politólogos, encuestadores y los propios políticos opositores es si esta interna en público significa la debacle del peronismo o si, por el contrario, el debate puede contribuir a fortalecerlo.
Una de las teorías es que, al existir una oposición interna al acuerdo con el FMI, se cierra la posibilidad de fugas de votos por izquierda. Y que, en el mismo sentido, un reforzamiento en el perfil "centrista y moderado" del Presidente, debilita a la oposición "light" que encarna Horacio Rodríguez Larreta. Un juego peligroso, claro, porque implica una interna permanente que desgasta la figura presidencial y su capacidad de gobernabilidad.
Pero si de algo está segura Cristina es que no puede esperar al lejanísimo agosto de 2023 para dirimir en las PASO sus diferencias con Alberto y asegurarse la continuidad de su proyecto político. Por eso decidió adelantar los tiempos, con la esperanza de que en el fragor del debate, el peronismo resurja fortalecido.
Lo cual, en todo caso, lleva a confirmar la vigencia de la célebre definición del general Perón: "Los peronistas somos como los gatos: cuando hacemos mucho ruido la gente cree que nos estamos peleando, pero en realidad nos estamos reproduciendo".