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Tensión dentro y fuera del Congreso por el pacto con el FMI: el Gobierno tiene los votos, ¿pero pierde el control político?

Los incidentes ante la votación del acuerdo en el Congreso dejaron en evidencia que la gobernabilidad prometida al FMI será difícil de lograr
10/03/2022 - 19:52hs
Tensión dentro y fuera del Congreso por el pacto con el FMI: el Gobierno tiene los votos, ¿pero pierde el control político?

"Lo que se ha logrado con esto es que en vez de hablar del acuerdo con el FMI y el ajuste que se viene, el país esté hablando de los incidentes". La definición de Eduardo Beriboni, dirigente de la agrupación piquetera Polo Obrero fue acaso la síntesis más acertada sobre la agitada jornada en que dentro del Congreso se debatía el acuerdo mientras en las afueras se producían refriegas entre manifestantes y policías.

Sabiendo de antemano que las miradas se posarían sobre él y sus socios políticos, Beriboni se apresuró a aclarar que no había tenido nada que ver con los hechos de violencia que dejaron al menos ocho heridos. También salieron rápidamente a deslindar responsabilidades los dirigentes de izquierda, como Manuela Castañeira, del Nuevo MAS, Vilma Ripoll, del MST, y los diputados del Frente de Izquierda, Myriam Bregman y Nicolás del Caño, que en medio del debate habían salido a la calle para unirse a la manifestación contra el acuerdo.

En definitiva, nadie reivindicó los incidentes de piedrazos contra el Congreso, neumáticos quemados y ataques con cócteles molotov a la policía. Pero sí todas las fuerzas de izquierda y organizaciones piqueteras condenaron la represión policial que consideraron desmedida.

Es decir, quienes se oponen al acuerdo dejaron entrever uno de los argumentos clásicos de la izquierda latinoamericana antes los planes del FMI: que solamente son aplicables mediante la represión.

Ese escenario se prestó a todo tipo de chicanas e ironías por su inevitable comparación con los graves incidentes de diciembre de 2017, cuando el Congreso debatía la nueva fórmula indexatoria de las jubilaciones.

En aquella ocasión los roles estaban cambiados, de manera que quienes hoy son oficialismo, en ese momento adherían a las movilizaciones de repudio a la sesión. Y, por cierto, no faltó en las redes sociales el recuerdo de una frase de Cristina Kirchner que hoy vuelve con la fuerza de un efecto boomerang: "Si el Congreso tiene que sesionar de esta manera, vallado y militarizado, es porque lo que se está debatiendo adentro va en contra de los intereses de las mayorías".

Mientras Sergio Massa trataba de que no se rompiera el acuerdo para aprobar el acuerdo, había disturbios fuera del Congreso
Mientras Sergio Massa trataba de que no se rompiera el consenso para aprobar el acuerdo, había disturbios fuera del Congreso

Izquierda, kirchneristas y libertarios: coincidencias extrañas

No fue la única ni la más llamativa de las contradicciones de una jornada política muy rara. Mientras el Gobierno pedía el voto del peronismo "aunque fuera con la nariz tapada", el diputado Máximo Kirchner dejaba vacía su banca, dando a entender el límite de su apoyo y restándole argumentos al oficialismo para pedir el acompañamiento opositor.

Y a lo largo del día, tanto en los discursos del recinto parlamentario como en las notas periodísticas, se escucharon coincidencias llamativas entre los extremos del arco político. Por ejemplo, el diputado "libertario" José Luis Espert repitió muchas veces la palabra "ajustazo" para definir el plan económico negociado por el ministro de Economía, Martín Guzmán.

Y sus argumentos no sonaron demasiado diferentes que los esgrimidos por diputados de izquierda o por dirigentes del kirchnerismo díscolo. Fue el caso de la economista Fernanda Vallejos, quien ya viene argumentando fuerte en contra del acuerdo y anticipó una pérdida del poder adquisitivo del salario.

"La única verdad es la realidad. Y, lamentablemente, la realidad se impondrá y caerá, por su propio peso, sobre las espaldas del pueblo", escribió la ex diputada en las redes sociales, mientras levantaba temperatura el debate entre quienes se oponían al acuerdo y quienes creían que el peronismo debía mantener la cohesión para evitar un caos económico que lo debilitaría.

Máximo Kirchner, el gran ausente de la jornada, terminó en una extraña coincidencia con el sector
Máximo Kirchner, el gran ausente de la jornada, terminó en una extraña coincidencia con el sector "libertario" que se opone al acuerdo

Del otro lado del mostrador político, también en rara coincidencia, el diputado Ricardo López Murphy arriesgaba la unidad de la oposición al anticipar su rechazo a las negociaciones que dirigentes liderados por Gerardo Morales hicieron con el titular de la cámara de Diputados, Sergio Massa.

López Murphy dio a entender, de esa forma, que su visión es similar a la de Guzmán y muchos peronistas, en el sentido de que no puede votarse la autorización para que el Gobierno reprograme el calendario de pagos pero, al mismo tiempo, desentenderse del plan económico al que está condicionado.

Igual que la izquierda y que Máximo Kirchner -y arriesgando una fisura en el bloque opositor- López Murphy se plantó en una postura "principista" que prefiere hacer caer todo el acuerdo pese a las advertencias sobre el inexorable default que eso implicaría.

"En mis 50 años de vida política, mis convicciones han sido siempre inclaudicables. El acuerdo kirchnerista es pésimo para el país y un impuestazo encubierto. Juré por la Constitución Nacional defender la libertad y la República y hoy mi patria me lo demanda. Mi voto es negativo", fue la elocuente frase del ex ministro.

Sus colegas de bancada sostuvieron el argumento contrario, como por ejemplo el diputado Rogelio Frigerio, quien apoyó el voto al acuerdo con el FMI aun cuando expresó su convencimiento de que "el plan económico terminará mal".

Mientras tanto, erigido en "garante de gobernabilidad", el gobernador jujeño Gerardo Morales trataba de que el resto opositor no se apartara de la línea negociada con Massa. Y, refiriéndose a los incidentes fuera del Congreso, decía que ese caos "es funcional para los que quieren que el país caiga en default".

Guzmán, criticado y en Houston

Todo eso conformaba un panorama muy diferente del que había imaginado el presidente Alberto Fernández cuando, tanto en su discurso de Olivos -el día que anunció que se había alcanzado un acuerdo con el FMI- como en el Congreso el 1° de marzo, dio a entender que el país finalmente se sacaría de encima un lastre que le impedía crecer. Y que la fórmula encontrada era la mejor porque oxigenaba las arcas estatales sin que ello lo obligara a reformas de ajuste económico.

El optimismo sobre el consenso político y social que se lograría en torno al acuerdo fue lo que llevó incluso a que en los últimos días el entorno del Presidente instalara la idea de que iría a buscar la reelección en 2023.

Pero las dificultades para convencer a propios y extraños quedaron a la vista. También fue un dato sugestivo el repentino viaje de Martín Guzmán a Houston, la capital petrolera estadounidense, para participar en una convención internacional sobre la situación de la energía.

Tras la comparecencia en el Congreso, Martín Guzmán viajó a EE.UU. en medio de versiones sobre su continuidad
Tras la comparecencia en el Congreso, Martín Guzmán viajó a EE.UU. en medio de versiones sobre su continuidad

Aunque el viaje estaba planificado con antelación, no dejó de sorprender en el ámbito político, sobre todo porque, tras las críticas que recibió el lunes cuando compareció en el Congreso para explicar el contenido del acuerdo, empezaron a circular versiones sobre su continuidad en el cargo.

Ese mismo día, ante la insistencia de la oposición respecto de cuánto sería el ajuste tarifario para el segmento de ingresos altos, el ministro se limitó a contestar que no tenía "la bola de cristal" para saber a cuánto se irían los precios del petróleo y gas en el nuevo contexto geopolítico. Sin embargo, el ministro mantuvo su afirmación de que Argentina logrará acumular reservas gracias a un holgado superávit comercial, algo sobre lo cual hay cada vez mayores dudas.

Mientras tanto, en Washington

Todo lo acontecido en la jornada implica para Alberto Fernández un alto riesgo, porque pone en duda que se pueda cumplir con un requisito importante para el Fondo Monetario: que el acuerdo tuviera el más amplio apoyo político y social y que el Gobierno garantizara que no se generaría una situación de resistencia violenta en las calles.

Los años de experiencia sobre acuerdos que se firmaban en una oficina pero que luego provocaban disturbios callejeros le enseñaron al staff del FMI la importancia de que la contraparte con la que negocian tenga un firme control político del país.

El peronismo, históricamente, ha mostrado como uno de sus grandes activos políticos el de ser garante de paz social, al controlar la calle y canalizar los reclamos dentro de carriles institucionales.

Y para el FMI, que tiene como objetivo fundamental evitar que Argentina caiga en default justo en un momento de alta sensibilidad para las finanzas internacionales, es acaso más importante que el Gobierno muestre control político de la situación que capacidad real para bajar la inflación y recortar los subsidios a la energía.

Los disturbios fuera del Congreso y las dificultades para mantener el apoyo incluso entre los diputados de sus propias filas pusieron, ahora, una nota de duda sobre si Alberto Fernández tiene la "gobernabilidad" que se necesitará para un futuro que ya se percibe como turbulento.