La reelección de Alberto Fernández: ¿instaló el tema con la esperanza de reforzar la calma del dólar?
¿Se le escapó, fue un furcio o lo hizo a propósito como parte de una estrategia política?: el sentido de la frase que pronunció Alberto Fernández en un acto en la localidad de José C. Paz, en la que insinúa que está dispuesto a ir por la reelección se transformó en materia de análisis por parte de todo el ámbito político.
"Te prometo que antes de que este Gobierno... de que mi mandato termine... en este primer mandato que tengo, yo te garantizo que van a tener el polo industrial que necesitan", fue la comentada frase.
Su balbuceo, la forma en que se trabó en medio del discurso ante el intendente Mario Ishii dio lugar a las consabidas bromas en los programas de TV y en las redes, porque quedó la sensación de que el Presidente había cometido una ingenuidad política y había deslizado, como en un lapsus freudiano, un deseo que en realidad no quería confesar.
La realidad, sin embargo, es absolutamente opuesta, como lo demuestra una serie de hechos de los últimos días. Son cada vez más -y no solamente de su círculo cercano de colaboradores- los dirigentes que están aludiendo a la posibilidad de la reelección.
Entre los casos más llamativos figura el de Eduardo De Pedro, el ministro del Interior que es habitualmente calificado como una de las espadas de Cristina Kirchner -y que, de hecho, por orden de la vicepresidente el año pasado provocó un terremoto político al renunciar a su cargo tras la derrota oficialista en las PASO-. En visita oficial a España, hablando con los medios sobre la negociación con el Fondo Monetario Internacional y las desavenencias internas que provoca esta situación, De Pedro se mostró confiado en que no habría fisura y que se consolidaría el liderazgo del Presidente. Y dejó una sugestiva frase: "En Argentina, los gobiernos con buena gestión reeligen a sus presidentes".
¿Kirchneristas por la reelección de Alberto Fernández?
Pocos días antes, también había llamado la atención que un kirchnerista de pura cepa, como Axel Kicillof, al inaugurar las sesiones de la legislatura bonaerense, también insinuó con toda claridad que él mismo aspiraba a la reelección en la gobernación de la provincia.
De esa manera, Kicillof estaba enviando varios mensajes: el primero es que descartaba cualquier posibilidad de postularse a la presidencia como representante de una facción kirchnerista disidente; el segundo es que no tenía intenciones de correrse para dejarle a Máximo Kirchner la candidatura bonaerense; y finalmente, que compartía el criterio de que los funcionarios que ocupan cargos ejecutivos tienen la obligación de estar planificando para los próximos seis años. Es decir, que la reelección de Alberto entra dentro de su lógica de análisis político.
También otras figuras sobre las que se ha especulado que podrían llegar a postularse en 2023 se refirieron al tema: es el caso del actual embajador en Brasil, Daniel Scioli, quien entrevistado en televisión se mostró muy elogioso hacia Alberto y confió en que "tendrá la capacidad de encontrar la síntesis en la diversidad".
Y hasta dirigentes habitualmente identificados con el kirchnerismo duro y posturas extremas se han mostrado abiertos a considerar el proyecto Alberto 2023. Es el caso del líder piquetero Luis D’Elía, quien dijo que "se comieron una curva los chicos de La Cámpora", en alusión al "portazo" que dio Máximo Kirchner, disgustado por la negociación con el FMI.
D’Elía no solamente consideró que Cristina Kirchner no tiene margen para competir en 2023 sino que consideró a Alberto Fernández como una opción a considerar: "Todavía no lo doy por muerto, hay que ver cómo atraviesa este año", dijo en declaraciones radiales, en las que además celebró el tono del discurso del Presidente ante el Congreso el 1° de marzo: "Me causó muy buena impresión, fue el mejor discurso que le escuché en los dos años, me gustaron muchas cosas".
¿Una reelección "market friendly"?
Pero, más allá de la interna de la coalición gubernamental, hay otros motivos de peso para que la reelección de Alberto esté ahora en la agenda pública: en el Gobierno creen que es un factor que puede ayudar a reforzar la estabilidad financiera en el inicio del nuevo plan acordado con el FMI.
Funcionarios del área económica han destacado que si algo se festeja como una victoria en el entorno del Presidente es haber esquivado todas las situaciones con riesgo de devaluación y, sobre todo, el haber desmentido los pronósticos del establishment de los economistas ortodoxos.
"Venían pronosticando un salto devaluatorio en el 2021, primero dijeron que sería luego de las PASO, después que sería luego de las legislativas, después que vendría en enero porque el Banco Central quería cuidar su balance en diciembre; después que sería parte del acuerdo con el Fondo. Y no sólo no ocurrió nada de eso, sino que impusimos nuestra visión de que una devaluación tiene un alto costo social y que sus beneficios de competitividad se diluyen rápidamente", dijo un funcionario que participa en las decisiones de política monetaria y cambiaria.
Y la verdad es que son días de relativo alivio para el Gobierno: no solamente moderó la carrera alcista del blue sino que además el Banco Central se está dando el gusto de volver a comprar. En lo que va del mes ya pudo ingresar a su caja más de u$s450 millones.
Pero también en el equipo económico son conscientes de que hay mucho "ruido" en el mercado, lo que lleva a que los bonos soberanos sigan cayendo y el índice de riesgo país se ubique en torno de los 2.000 puntos.
Y atribuyen esa incertidumbre a un factor político: en los reportes económicos publicados tras el envío del proyecto de ley al Congreso, son muchos los analistas que califican al acuerdo con el FMI como incumplible. Desde esa óptica, se lo perdibe como una mera postergación de pagos para llegar sin riesgo de default a la próxima elección pero que, al no resolver problemas de fondo, implica un riesgo de "bomba financiera" para el próximo gobierno.
El proyecto Alberto 2023 como garantía anti-devaluación
Es por eso que se quiere contrarrestar esa visión escéptica con señales políticas: nadie piensa en dejarse un "plan bomba" a sí mismo, de manera que un Presidente que manifiesta la convicción de su reelección está enviando al mercado la señal de que está mirando más allá del calendario de pagos de corto plazo.
En otras palabras, que Alberto Fernández adoptará en los próximos dos años una actitud diferente a la de Cristina Kirchner en 2015, que dejó irresuelto el diferendo legal con los "fondos buitre", exacerbó el retraso cambiario y tarifario, cuotificó al extremo los dólares a los importadores y puso contratos por u$s16.000 millones en el mercado de dólar futuro cuando la devaluación parecía inexorable.
La actitud de Alberto -que en sus últimos discursos hizo referencia a que "gobernar implica una responsabilidad" y a que, por más desagrado que cause el FMI, el acuerdo evitará la crisis financiera y pondrá al país en situación de volver a crecer- implica un contraste con la postura del kirchnerismo duro que llegó a insinuar que un default sería preferible a un mal acuerdo.
Después de todo, todos los mensajes entrelíneas que está mandando Alberto y su ministro de Economía, Martín Guzmán, apuntan a que cuentan con la capacidad de "gobernabilidad" suficiente como para evitar que el acuerdo naufrague. La muestra más cabal de ello es que, cuando la meta de inflación cayó en descrédito por el boom de los precios agrícolas, se recordó que el ancla para contener los precios será un acuerdo con los sindicatos para alinear las paritarias en torno al 40%.
Es una política que le resultaría muy difícil de implementar a un gobierno no-peronista que no maneje relaciones muy aceitadas con la cúpula sindical. Y, sobre todo, es una política anti-inflacionaria que deja en claro que se está pensando más allá del largo plazo.
La lección que Alberto Fernández aprendió de Néstor Kirchner
A primera vista puede sonar extraño que el Gobierno considere las señales de reelección de Alberto Fernández como una forma de enviar señales "market friendly". Sin embargo, es una de las lecciones que el entonces jefe de gabinete aprendió de Néstor Kirchner, quien solía repetir que todo presidente necesita mostrar la posibilidad de ser reelecto para no perder autoridad y gobernabilidad.
En otras palabras, para evitar el temido "síndrome del pato rengo", algo a lo que no sólo le teme el peronismo sino, sobre todo, el propio Fondo Monetario, que no por casualidad exigió que el acuerdo fuera refrendado por el más amplio espectro político y social.
Y lo cierto es que Alberto viene trabajando en ese discurso desde hace tiempo. Como mínimo, desde el recordado acto del 17 de noviembre, cuando el peronismo celebra el Día del Militante. En aquella ocasión, con indisimulable euforia tras la "remontada" electoral respecto del desastre de las PASO, Alberto dejó un mensaje con la mirada puesta en 2023.
Tras recordar cómo en la previa a la elección legislativa se especulaba sobre un caos económico en el cual el Congreso definiría una sucesión presidencial anticipada, Alberto no sólo celebró la calma del mercado financiero sino que, con una plaza de Mayo colmada, mostró una base de apoyo político propio -ya no prestado por el Cristina-. Eso, traducido al lenguaje de los mercados, implica la sustentabilidad política y social necesaria para llevar adelante un programa de reforma económica sin que se genere una resistencia interna.
Aquel día hubo señales claras de aspiración reeleccionista. Alberto dejó en claro que no quería que los candidatos volvieran a salir de cónclaves de cúpula sino desde el apoyo de base: "Tenemos matices, pero respetándolos, empecemos a poner en la mesa la fuerza para llegar al 23 con toda la fuerza. Para que desde el último concejal al Presidente lo elijan en el Frente de Todos, compañeros", sostuvo.
Y, para irritación de la oposición, no dudó en utilizar la palabra "victoria" para referirse al resultado electoral de noviembre. Es que, desde su punto de vista, ese "casi empate" no sólo disipaba los fantasmas de un final anticipado de su gestión sino que sería la plataforma que permitirá la victoria en 2023, un proyecto del que nadie en el Frente de Todos se querrá quedar afuera.
Ahora, el mismo mensaje reeleccionista se repite, pero ya no pensando sólo en la interna peronista, sino como forma de darle más credibilidad a un plan económico que despierta demasiadas dudas en el mercado.