Alberto y una visita a China más motivada por la necesidad de dólares que por la geopolítica
Algunos lo llaman "improvisación", otros se quejan de la "incoherencia", otros prefieren usar más amable término "pragmatismo", pero lo que ha demostrado Alberto Fernández en su reciente gira por Rusia y China es que si hay algo que guía su política internacional es la búsqueda desesperada por divisas que desahoguen las finanzas argentinas.
Nadie lo admitirá públicamente en esos términos, claro, pero los últimos pasos diplomáticos del país han mostrado que el acercamiento a las potencias ha estado signado por la emergencia de la caja del Banco Central.
Fue bajo esa urgencia que se produjo un acercamiento al gobierno estadounidense, que tuvo su expresión máxima en diciembre pasado con la invitación de Joe Biden a Alberto Fernández a participar en la Cumbre de Líderes por la Democracia.
Antes, el Gobierno había tratado de reparar conexiones con el país del norte, con las gestiones de Sergio Massa con funcionarios y lobbystas, y finalmente el encuentro del canciller Santiago Cafiero con el secretario de Estado, Anthony Blinken, para pedir que hiciera pesar su influencia sobre el Fondo Monetario Internacional cuando parecía que las negociaciones no salían de su empantanamiento.
Pero eso nunca significó un cambio de alineamiento sino la continuidad de la misma política exterior ambigua que se viene impulsando desde que el Frente de Todos empezó su gestión. De hecho, pocas semanas antes de su participación en la cumbre a la que la invitó Biden, Alberto Fernández había recibido a las autoridades del Fondo Ruso de Inversión Directa, a quienes les había ratificado en la Casa Rosada el interés argentino por recibir inversiones en las áreas energética, ferroviaria y minera.
La expresión que luego usó el Presidente ante Vladimir Putin, en alusión a que Argentina pueda disminuir su dependencia de Estados Unidos y ser una puerta para una mayor presencia rusa en la región es ahora objeto de críticas. Y, ciertamente, el hecho de que esa frase haya sido pronunciada en un momento de tensión geopolítica entre Washington y Moscú hace que el "timing" diplomático de Alberto pueda ser cuestionado.
Pero la realidad es que el Presidente, más que pensar en un realineamiento geopolítico del país, había ido a buscar apoyo financiero. Y la perspectiva de la cooperación rusa en infraestructura implica la entrada de divisas, justo cuando el mercado entra en alerta por el estado desesperante de las reservas del Banco Central.
En cuanto a la visita al líder chino Xi Jinping, todas las razones están a la vista: está en juego la ampliación de un swap de monedas, que le permita a Argentina la utilización de u$s20.000 millones -en su equivalente en yuanes- que en este momento son inconvertibles y sólo pueden usarse para comercio exterior. Además, espera que el gobierno chino retome la inversión en grandes obras de infraestructura, como represas hidroeléctricas en el sur y minería en el norte, por cifras que superan los u$s4.700 millones.
La agenda bilateral con China tenía puntos que, se sabía, encenderían alarmas en Estados Unidos, como el anuncio del contrato para la construcción de una central nuclear, Atucha 3, en la localidad de Lima, provincia de Buenos Aires. Pero nadie puede declararse sorprendido al respecto, dado que se trata de un proyecto que se estaba negociando desde hacía tiempo.
También algunos entrevieron en el acercamiento al gobierno chino una decisión tomada en cuanto a la implantación del sistema de telecomunicaciones 5G desarrollado por Huawei, pero la realidad es que el tema aún no está oficialmente definido.
Es cierto que la presencia de Alberto en los juegos olímpicos de invierno pueda implicar una situación irritante para la diplomacia estadounidense, que impulsó un boicot -en una situación que hace recordar a la de los juegos de Moscú de 1980, plena guerra fría-. Pero la realidad es que la relación con China va mucho más lejos que esos pequeños gestos simbólicos.
Basta con ver la balanza comercial del 2021, en la que el gigante asiático ocupa el segundo lugar entre los destinos de las exportaciones argentinas, con compras por u$s12.000 millones, una cifra que podría llegar a incrementarse este año ante la escasez de stock de granos y la presión al alza de los commodites.
Fichas a los dólares de Washington
Pese a las críticas que recibió, la realidad es que lo último que tiene en mente Alberto Fernández es generar rispideces con la burocracia de Washington. ¿Cómo podría, cuando el objetivo más importante de corto plazo es, en este momento, convencer al Fondo Monetario de que realice un desembolso grande de corto plazo por al menos u$s10.000 millones?
De esa manera, Alberto conseguiría desarmar uno de los principales argumentos esgrimidos por el kirchnerismo para criticar el acuerdo con el FMI, que es el riesgo que implica que los desembolsos sean "a cuentagotas", cada vez que se produzca un vencimiento del cronograma de deuda. Desde la visión de Cristina Kirchner, esto implica la posibilidad de que, ante un desvío en las metas fiscales o cualquier imprevisto en la economía, el Fondo pueda cortar el flujo de dólares y empujar a la Argentina a un default no buscado.
Referentes kirchneristas esgrimieron, además, el riesgo de que esa situación pudiera ocurrir justo en pleno desarrollo de la campaña electoral 2023. No por casualidad, se están analizando con lupa casos como el de Costa Rica, que se había comprometido a reformas estructurales, por ejemplo en el sistema jubilatorio, pero que finalmente encontraron escollos políticos para ser aprobados, lo cual derivó en un corte de los desembolsos del Fondo.
Esto implica que, al conseguir un desembolso inicial grande, el Presidente estaría cumpliendo un doble objetivo: transmitir calma al mercado mediante el refuerzo de las reservas y, al mismo tiempo, bajar los decibeles de la discusión política en la interna de la coalición gobernante.
Pero, además, ese no es el único favor que Alberto espera de Washington. Además, queda pendiente la aprobación rápida para que se reintegren a las reservas del Central casi u$s5.000 millones que habían ingresado por la cuota de DEGs que el Fondo repartió a los países socios que necesitaran paliar problemas de la pandemia, y que Argentina gastó en los tres últimos pagos al organismo.
Y, como si fuera poco, también hay esperanzas de que las otras grandes entidades de crédito multilateral, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, habiliten tramos de financiación para proyectos de infraestructura, por encima de u$s4.000 millones.
En definitiva, todas las fichas del Gobierno están puestas en que la cúpula de las finanzas internacionales, por alguno de sus muchos canales, sostenga al país en un momento de escasez aguda de las reservas.
Alberto, criticado desde ambos costados
El tema de debate entre los diplomáticos es si ese juego a muchas puntas que practica Alberto, más por necesidad que por estrategia, será negativo o si, por el contrario, le puede dar más fortaleza a la hora de negociar. Se han escuchado opiniones en ambos sentidos, ya que hay quienes creen que la mejor forma que verá Washington de disuadir a Argentina para que no se involucre excesivamente en el proyecto chino de la "Nueva Ruta de la Seda" sería el de compensar con una ayuda económica.
La respuesta a esa pregunta sólo la dará el resultado de las gestiones y la velocidad a la que ingresen los ansiados refuerzos para la caja del Banco Central.
Mientras tanto, la gira de Alberto ha contribuido a la discusión interna. En las últimas horas se han reeditado, desde la oposición, críticas parecidas a las que se habían escuchado en su momento con la polémica por la campaña de vacunación, cuando se acusó al Gobierno de haber priorizado a la rusa Sputnik y la china Sinopharm en perjuicio del laboratorio estadounidense Pfizer por una mera cuestión ideológica.
La expresión máxima de esa crítica llegó con la carta pública de Mauricio Macri, que califica como "improvisada" la estrategia del Gobierno y compara el estilo de las relaciones exteriores actuales con las que cultivaba su gestión, y que alcanzó su climax en la reunión del G20.
Alberto Fernández siempre denostó aquel protagonismo argentino durante la gestión macrista al afirmar que se trataba de reuniones donde se halagaba al país y se sacaban fotos con presidentes, pero que nunca eso se traducía en la llegada de inversiones.
Lo curioso es que ahora Alberto Fernández no sólo es objeto de críticas "por derecha" sino que también el kirchnerismo duro que cuestiona el acuerdo con el FMI plantea que hubo un realineamiento favorable a Estados Unidos.
Sugestivamente, los argumentos esgrimidos por Alberto Fernández para defenderse son los mismos que él recibe desde el macrismo: que el mundo de hoy ya no es el escenario bipolar de la guerra fría y que el pragmatismo y la apertura deben primar sobre lo ideológico. De hecho, una de las frases más fuertes que pronunció el Presidente antes de subirse al avión que lo llevó a Moscú -y que todos interpretaron como dirigida a Cristina Kirchner- fue que tanto los rusos como los chinos habían advertido que, para que dieran su apoyo financiero, había una condición ineludible: haber firmado con el FMI.