Coffee Break: la política argentina, como un meme, entre el Tinder y la juntada
Suele circular en las redes - como forma de graficar la distancia entre una promesa y la realidad - un modelo de meme con el siguiente epígrafe: "en el Tinder y en la juntada". Va acompañado de dos fotos antagónicas: una atractiva y seductora y otra bastante alejada en términos estéticos de la anterior.
Resulta una forma simpática de aludir a la estrategia que algunas y algunos usuarios de la popular aplicación de citas utilizan en cuanto a imágenes propias que difieren sustancialmente entre la figura que se ofrece y publicita y la que se cuenta efectivamente.
Algo similar sucede con nuestro sistema político. En el Tinder luce robusto y vigoroso, competitivo, en sintonía con las demandas de la sociedad y abierto a la alternancia en el poder.
Tiene como protagonistas a dos coaliciones centrales (que reúnen entre ambas el 90% de las bancas en Diputados y Senado) pero permite a la vez otras representaciones electorales sin caer en la híper fragmentación legislativa que tanta inestabilidad y conflictos generan en otras latitudes (Perú, Ecuador, Brasil y Chile para citar algunos ejemplos donde existen decenas de bancadas que dificultan la gobernabilidad y muchas veces derrumban presidentes con mucha arbitrariedad.)
Lo antedicho nos lleva a autopercibirnos como avanzados y ganadores, casi modélicos para muchos de nuestros vecinos. Claro que, en ocasión de la juntada, no podemos evitar algunas sorpresas. En materia de estabilidad económica y de crecimiento nuestra realidad no luce nada bien.
Y si la foto con la que nos presentamos empalidece frente a los indicadores de inflación, pobreza e inversiones la película de la última década ayuda a explicar porque llegamos a la cita tan arruinados. Claro que, a diferencia de lo que sucede en la vida cotidiana de las personas, aquí no se pueden cancelar los encuentros.
Como la historia ha probado a nivel global y local, los regímenes democráticos son siempre la mejor opción y permiten, afortunadamente, la posibilidad de mejorar tanto su apariencia como sus resultados.
En el presente la demanda ciudadana se orienta a achicar las distancias entre las realidades de los dirigentes y las expectativas de los ciudadanos. Claro está que se busca reducir la brecha elevando la eficiencia de quienes gobiernan y no achicando las ilusiones de los gobernados. Hace pocos días concurrimos a votar y un porcentaje mayor al de todas las elecciones pasadas decidió no hacerlo. Una golondrina no hace verano, es cierto, pero habría que preocuparse por la formación de futuras bandadas.
En la misma noche de la elección y en los días subsiguientes muchos integrantes de las distintas fuerzas participantes se sumergieron en discusiones cuyo interés solo confirma la auto referencialidad de sus comportamientos e inquietudes.
Como si la inflación no rondara en 50% anual y el ingreso per cápita no hubiese retrocedido décadas comenzaron a esbozarse discusiones sobre el 2023 y a proyectarse recorridas y relanzamientos bastante distantes de la resolución de otras cuestiones mas urgentes.
Mientras billones de pesos circulan y se reproducen a la velocidad de la luz, los dólares de las reservas del BCRA continúan su sendero descendente. Entre actos de celebración y pases de facturas los cronogramas de pagos se acercan, el FMI espera, los precios derriten el congelamiento y el presupuesto del año que viene preparan aumentos de tarifas tan necesarios como antipáticos.
Quizás también nuevos impuestos se propongan para implementar un "ajuste equitativo" lo que probablemente eleve las protestas de los pocos que pagan mucho.
Pasados los comicios se genera un espacio de breve relax a la espera de cambios y mejorías. Se lo denomina expectativas. Votamos porque creemos racionalmente en la utilidad de esa herramienta para mejorar nuestra vida cotidiana y porque necesitamos creer en un futuro mejor.
Esa combinación requiere retroalimentarse porque somos seres que necesitamos de resultados y esperanzas para empezar y terminar cada día.
En la actualidad -y desde hace mucho tiempo- esa química entre datos y relatos no se produce. Es una curiosidad mantener la calma con tan bajo rendimiento.
Sería un error considerable suponer que puede durar así indefinidamente. Inquieta la naturalidad con la que funcionarios y expertos del oficialismo y la oposición explican que deberemos convivir por años con altos niveles de inflación.
Suponen esta postura como realista y hasta se detienen en el detalle de las ventajas para ir licuando (léase limando) los excesos del gasto público.
Quizás debieran revisar sus supuestos e incorporar la posibilidad de que circunstancias externas alteren sus cálculos tan estilizados. No sería la primera vez que mientras se establecen metas plurianuales y futuros dóciles en las planillas de cálculos la realidad aparezca sin pedir permiso y con tonos menos amables.