El dato a seguir en la noche del domingo: la reacción de Cristina y el "plan relanzamiento" de Alberto
"Qué pelotudo". No se necesitaba ser experto en lectura de labios para entender la frase que pronunció Cristina Kirchner la noche de la derrota en las PASO, luego del acto en el que el presidente Alberto Fernández admitiera que el Gobierno no había estado a la altura de las expectativas de la sociedad.
La frase de la vicepresidente, acompañado por un gesto entre burlón y molesto, fue el anticipo de lo que ocurriría horas más tarde: una crisis interna en la coalición gobernante, que disparó un recambio de nombres en el gabinete, expuso graves diferencias de visión sobre el rumbo de la economía y que, en definitiva, tuvo en vilo al país y puso en duda la gobernabilidad.
Con este antecedente, está claro cuál será el principal foco de atención la noche del próximo domingo: más que sacar cuentas sobre si el oficialismo logró recuperar votos o hacer cálculos sobre la cantidad de bancas que pierda el peronismo en el Senado, el dato del que todo el mundo estará pendiente será el de si Cristina Kirchner da señales de continuar acompañando al Presidente o si decidirá profundizar la grieta interna.
Por lo pronto, ese fue el principal tema de interés que manifestaron los empresarios de compañías multinacionales que cenaron con Alberto Fernández el martes pasado en Olivos. El Presidente quiso transmitir confianza en cuanto a que no habrá una devaluación brusca, que se llegará a un acuerdo con el FMI y que, como se pondrá el foco en la reducción del déficit fiscal, no habrá que depender tanto de la asistencia monetaria del Banco Central, con lo cual la inflación empezará a ceder.
Los empresarios se mostraron relativamente satisfechos con ese panorama, pero dejaron constancia explícita de sus dudas sobre si Cristina compartirá esa visión. Tenían sus motivos, claro: el día antes, en un acto de campaña, Máximo Kirchner había criticado, por enésima vez, el proyecto de presupuesto del ministro de Economía, Martín Guzmán, porque "los números tienen que cerrar, pero con la gente adentro".
Traducido, esto significa que el bloque de diputados que conduce Máximo sigue sin digerir un presupuesto en el que se propone bajar a la mitad el subsidio estatal a la energía -lo que implica subas de tarifas-. Y que, además, no está satisfecho con la senda de reducción del déficit, de "apenas" 3,3% previsto para el 2022 por Guzmán, luego de que este año se bajó el rojo fiscal tomando a las jubilaciones como principal variable de ajuste.
De hecho, la frase del gobernador Axel Kicillof en el acto final del Frente de Todos también da para interpretaciones ambiguas: al advertir que el principal objetivo político era lograr que la economía consolidara su crecimiento "sin tarifazos, sin caída del salario y sin falta de crédito". ¿Se refería al riesgo de un regreso del macrismo, o también al predominio del "ala blanda" dentro de la coalición?".
Cristina pondera costo y beneficio
Todo este clima previo es lo que justifica que la atención general, y sobre todo la del establishment empresarial y el mercado financiero, esté puesta en las señales de Cristina Kirchner. El motivo es claro: hoy por hoy, nadie cree que Alberto Fernández tenga la fortaleza política para realizar el programa de reformas sin un apoyo cohesionado de la coalición gobernante.
Como observa el politólogo Lucas Romero, director de la consultora Synopsis, "Cristina es la que más incentivo tiene para desafectarse del Frente de Todos".
Su argumento es que, en la ponderación costo/beneficio, la líder del kirchnerismo es quien está haciendo el mayor aporte, dado que la mayoría de los apoyos que hoy sostienen al oficialismo provienen de su propia base electoral, pero está pagando el mayor costo: "Un esforzado camino de corrección de desequilibrios para devolver un préstamo que ella cree le dieron a Macri para ganarle la elección a ella".
Y, mientras la city es un hervidero de rumores sobre qué ocurrirá con el dólar -incluyendo la versión de que finalmente Guzmán tomará el consejo de Domingo Cavallo para una especie de "blue legalizado" donde se realicen todas las operaciones menos las de comercio exterior-, se torna cada vez más dudoso el apoyo de Cristina. Después de todo, ella en su discurso previo a las PASO había expresado una vehemente defensa de los controles cambiarios, del cierre de las exportaciones como la carne y del manejo discrecional de los dólares para los importadores.
Y, por supuesto, siguiendo la tradición kirchnerista de ver conspiraciones ante cada crisis cambiaria, se esgrimía el argumento de que se estaba gestando "un golpe de mercado" cada vez que el blue rompía un récord o alguien sugería que había que corregir el tipo de cambio oficial.
Esa postura choca con la idea que Guzmán les transmitió a los empresarios, que es la de acelerar la tasa devaluatoria para ponerla a tono con la inflación. En otras palabras, el ministro acepta que no puede seguir subiendo la inflación en dólares, que sólo este año ya acumula 20%. La promesa de Guzmán implicaría que, ya a partir del lunes, se pasaría de un deslizamiento de 1% mensual a otro de, al menos 3%.
Y los economistas afirman que para que una medida de ese tipo no sea explosiva -es decir, para que suba el dólar oficial sin que eso agrave la inflación- se requiere un fuerte cambio de expectativas. Por caso, Jorge Vasconcelos, director del Ieral, advierte que ello "requiere dosis de política fiscal y monetaria más contractivas, o menos expansivas", y que por lo pronto el recorte del déficit previsto por Guzmán en el presupuesto -el mismo que el kirchnerismo critica por excesivo- ya se está quedando corto.
Por su parte, el economista Gabriel Rubinstein sostiene que en un futuro "diálogo social" tiene que incluir, como punto fundamental, el financiamiento del déficit fiscal. "Es tal vez la discusión esencial que hay que encarar en la negociación con el Fondo Monetario para sellar un acuerdo", afirma.
Pero aclara que para que ese debate fuera creíble se requeriría que el propio kirchnerismo "se comprometiera en la necesidad de bajar el déficit fiscal, aceptara objetivos de corto y mediano plazo, y quedasen clarificadas las diferentes estrategias para lograrlo (cuánto de ajuste indoloro vía crecimiento, cuánto de ajuste vía de aumento de tasas impositivas, y cuánto vía baja de gastos)".
En definitiva, se da así la paradoja de que el llamamiento al diálogo que quiere hacer el Presidente, con la ayuda operativa de Sergio Massa, tenga mayores chances de encontrar apoyo entre los empresarios y la oposición política que en el propio kirchnerismo.
El optimismo de Alberto, pese a todo
Lo llamativo del momento actual es que quienes hablan con Alberto Fernández lo ven inusualmente optimista. Y no se trata de un optimismo basado en las chances electorales del Frente de Todos sino en la capacidad de mejora de la economía en los próximos dos años.
El Presidente ya tiene decidido que, sea cual sea el resultado electoral, debe hacer un verdadero "relanzamiento" de su gestión. Dio pistas de ello, al afirmar ante todos sus interlocutores que había decodificado el mensaje de las urnas, pero que no cree que sea contradictorio la mejora del ingreso salarial con un mayor equilibrio fiscal.
Y lo cierto es que hay indicadores que apoyan esa visión. Tras el rebote de la economía, que será de más del 9% del PBI -superando largamente la previsión inicial- queda una buena base de impulso para el año próximo. La industria acaba de retomar el crecimiento, y la capacidad ociosa de las plantas industriales es cada vez menor. Sectores clave como la construcción, la industria automotriz y la alimenticia están en franca recuperación, ya en niveles de producción superior a la pre-pandemia.
Pero, acaso lo más importante para desafiar al pesimismo general, otra vez se han vuelto a alinear los planetas en el mercado internacional, con precios de los commodities agrícolas vigorosos. En octubre se liquidaron más de u$s2.100 millones, una cifra insólita para esta época del año y que supera en más de 20% la marca que se registraba hacía un año.
Y hasta el clásico terror de los economistas -cómo pasar el verano sin una crisis cambiaria- se ve atenuado por la perspectiva de que entren u$s3.500 millones en enero gracias a la exportación de trigo. Para mejor, los volúmenes de producción tienen buenas perspectivas, y la Bolsa de Comercio de Rosario prevé que se cosechará 99,2 millones de toneladas de granos, la segunda mejor marca de la historia.
Claro que también están las malas noticias conocidas por todos: en primero lugar, la escasez de divisas en la caja del Banco Central, un hecho que no sólo se ve agravado por el cronograma de vencimientos financieros, sino por el riesgo de que haya que subir más de un 50% el gasto en importación de combustibles.
En todo caso, el desafío de Alberto en la noche del domingo será que su optimismo suene creíble. De ello depende no sólo el éxito del "diálogo social" sino también su capacidad de mantener cohesionada la coalición y, sobre todo, cumplir con el mandato que la sociedad le exige a todo gobierno peronista: mantener la paz social y evitar el desborde de las protestas.