Cristina, protagonista silenciosa, mientras Alberto apeló otra vez a Macri para levantar la moral de la militancia
No habló, pero fue el centro de todas las miradas: Cristina Kirchner estaba destinada a ser, como siempre, la gran protagonista en el acto de cierre de campaña del Frente de Todos. Ocurre que, en este contexto, cualquier gesto de la vicepresidente podría ser interpretado en clave política: ella sabe cómo transmitir su estado de ánimo sin necesidad de hablar, como quedó ampliamente demostrado la noche de la derrota de las PASO.
Por eso, el foco estaba en Cristina, que hace pocos días fue sometida a una intervención quirúrgica. Y no sólo se la pudo ver bien desde el punto de vista físico, sino que evitó gestos de fastidio y se mostró todo el tiempo sonriente. Su disposición a saludarse con Alberto Fernández y sus aplausos en los momentos claves de los discursos contrastaron con anteriores gestos de tensión y dejaron la primera pista política: la vice quiere mostrar ante la militancia peronista un mensaje de unidad y dar por superada la pelea que conmocionó al país.
Lo cierto es que, con su sola presencia en Merlo, pese a la delicada situación de salud, Cristina quiso también dejar en claro que piensa mantener su liderazgo político y que no quiere descuidar el bastión electoral del kirchnerismo, el conurbano bonaerense, en un momento en el que la oposición intenta avanzar en ese territorio.
Si se compara este acto de cierre de campaña con el de septiembre, antes de las PASO, es notorio el cambio de tono. En aquella ocasión, Cristina sí había hablado y se había referido a temas muy concretos de la agenda económica, con directivas explícitas sobre lo que se debería hacer para manejar la escasez de dólares.
Fue así que, por ejemplo, había justificado el cierre a la exportación de carne como forma de garantizar el consumo para los segmentos de menores ingresos. Y le había dado precisas instrucciones a Alberto para que no permitiera que la empresa química Dow abandonara su producción en la planta de Bahía Blanca.
En comparación con aquel acto, este cierre de campaña tuvo un tono mucho más intimista: más que hablarle al país, los dirigentes del Frente de Todos se dirigieron, primordialmente, a la militancia propia. Fue un denominador común la petición de no dar el partido por perdido y salir a recorrer las calles para recuperar al votante peronista que en las PASO no fue a votar o prefirió sufragar por otra opción.
Es por eso que las apelaciones constantes fueron a mantener la "humildad" y a no negar que había razón en quienes sentían que sus expectativas habían sido defraudadas. Pero que ahora empieza la nueva fase, la del crecimiento con inclusión social.
Y, aunque los asesores de estrategia de comunicación hayan recomendado no machacar en exceso con la crítica a la gestión macrista, se trata de una tentación difícil de evitar. Tanto el gobernador Axel Kicillof como el titular de la cámara de diputados, Sergio Massa, y el propio Presidente, hicieron de Mauricio Macri el auténtico centro de sus discursos. Abundaron las menciones a la "peste del macrismo" que se había sumado a las penurias de la pandemia.
Alberto, entrelíneas
En definitiva, si hubiera que sintetizar en una sola frase el tono del acto, podría ser: "Estamos mal, pero si vuelve Macri vamos a estar peor".
Y allí hubo algunos elementos que pueden adelantar los dilemas a los que se enfrentará el Gobierno el día después de la elección. Porque la crítica a Macri no se limitó a recordar el endeudamiento, la suba del dólar y la recesión. Hubo, por parte de Kicillof, una alusión a que sólo el FdT podía garantizar que la economía creciera "sin tarifazos, sin caída del salario y sin falta de crédito".
El gobernador bonaerense entró en terreno pantanoso porque, justamente, uno de los temas que Alberto Fernández prometió a los empresarios es un sendero de reducción fiscal que, necesariamente, implicará recortar el subsidio estatal a la energía. Es decir, subir tarifas.
El Presidente, por su parte, se preocupó por dejar un mensaje claro: que tras la derrota en las PASO había escuchado el malestar del electorado. Se refirió a la inflación y admitió que, aunque las cifras de la macroeconomía estaban marcando una fuerte recuperación -con un PBI que crecerá por encima de 9%- y que se había recuperado empleo, esa mejoría no había llegado en forma pareja a toda la población.
Fue allí cuando hizo el recordatorio de las visitas a diferentes puntos del país y la toma de medidas de ayuda social, así como los congelamientos de precios de alimentos y medicamentos. Lo cierto es que la fecha no ayudaba al discurso del Presidente: pocas horas antes el Indec había confirmado las peores presunciones, al informar que la inflación de octubre fue 3,5%.
Alberto, como ya es su marca registrada, intentó dar mensajes para agradar a cada público. Para conciliar con el núcleo duro del kirchnerismo, se declaró "un continuador de Néstor y también de Cristina". Para el sector empresarial, destacó datos de políticas proteccionistas, como la que permitió que la industria automotriz aumentara sensiblemente el componente nacional de los vehículos que salen de sus plantas. Fue una frase de doble filo, porque, en realidad, la contracara de ese mayor componente nacional es el fuerte cierre importador, que hace que los concesionarios de autos estén amenazando con achicar sus planteles de personal al no tener autos con los cuales satisfacer la demanda.
A la clase media le recordó la baja en el mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias. Otro dato de doble filo, dado que muchos kirchneristas cuestionaron ese regalo a la "crema" de los asalariados mientras se recortaron ayudas sociales a desempleados. Pero había motivos de política interna en esa mención: fue un gesto para Massa, el ideólogo del alivio tributario.
Para los movimientos piqueteros y organizaciones sociales -que horas antes habían vuelto a hacer una protesta frente al ministerio de Desarrollo Social- se comprometió a sustituir los planes sociales por empleo formal.
Y también dejó en claro que había tomado nota de críticas que se hacen desde la oposición, y por eso hizo mención a que, en los dos años que restan de su mandato, se comprometerá a que los chicos recuperen el terreno perdido en la educación y que los jóvenes y los científicos tengan incentivos para quedarse en el país y no emigrar.
Pero, sobre todo, el mensaje que Alberto se preocupó de dejar en claro es que, sea cual sea el resultado de la elección del domingo, quien seguirá con el mando político del Gobierno hasta 2023 será él y que tiene una agenda de medidas para la segunda fase de su presidencia.
Es, precisamente, el punto sobre el cual hay más dudas en el mercado, como quedó en evidencia por el nerviosismo en el plano cambiario y el nuevo récord del dólar blue.