La coincidencia más incómoda para el cierre de campaña oficial: otra jornada caótica de protesta piquetera
Fue el peor contexto de cierre de campaña imaginable para el Frente de Todos: ya la crisis económica, con el dólar blue batiendo récords, suponía un desafío al relato oficial. La situación se agravó con el trauma social provocado por la ola de delincuencia en el conurbano. Y, para colmo, se acaba de conocer el dato de inflación, que confirmó los peores pronósticos: un 3,5% a pesar de los esfuerzos por congelar los precios.
Pero si un condimento faltaba para que el día del acto final tuviera todos los factores en contra, era otra jornada masiva de protesta piquetera.
Y es lo que ocurrió. Desde el mediodía se concentraron columnas de organizaciones sociales en la avenida 9 de Julio, y marcharon desde la confluencia de San Juan hasta la avenida Belgrano, donde está la sede del ministerio de Desarrollo Social.
El consabido caos de tránsito hizo que la noticia compitiera en los canales de cable con la de los preparativos para el acto final de campaña del oficialismo, en el que se anunciaba la presencia de Cristina Kirchner tras su operación.
Los reclamos piqueteros fueron los de siempre: asistencia financiera, ayuda a comedores, pago de bonos de ayuda y pedidos de más protagonismo en la administración de los fondos, que hoy son mayormente gestionados por las intendencias.
Pero claro, la repetición de los mismos pedidos va teniendo un efecto político creciente con el paso de las semanas: ocurre luego de que el Gobierno haya puesto en marcha el "Plan Platita" para mejorar el poder adquisitivo de los sectores más postergados.
En otras palabras, suenan como una contradicción a la frase que se escuchó en los spots de la campaña oficialista: "Vos hablaste con tu voto, nosotros te respondimos con medidas concretas".
A juzgar por la actitud que están teniendo las organizaciones sociales, esas medidas concretas se quedaron cortas, o no llegaron a los destinatarios que teóricamente debían recibirlas, o bien ya sufrieron el efecto de licuación de la inflación.
Un informe de la consultora Scentia, especializada en consumo, indicó que en la última semana de octubre los tickets de los supermercados registraron una suba interanual de 61%, lo que implica una mejora de 3% respecto de la previa a las PASO. Pero en el medio estuvo el efecto del repunte inflacionario, que hace que esa mejora en el consumo haya perdido potencia en términos reales.
Por otra parte, se informó que la mejora en el consumo no se está dando de forma pareja en toda la sociedad. Scentia destaca que mientras en los supermercados las ventas tuvieron una suba del 5,7%, en los almacenes hubo una caída de 0,9% en el mes –y una baja acumulada de 10,3% en lo que va del año-. La situación aparece más clara aun cuando se analiza el consumo por regiones: en septiembre, el consumo en el interior tuvo una suba del 5,6%, pero en el AMBA, por efecto de la pauperización del conurbano, hubo una caída del 2,5%.
Otro elemento para el análisis lo aportó la propia AFIP: en los números de octubre, el IVA interno, que es el impuesto por excelencia ligado al consumo, registró una caída de 2,5% en términos reales en comparación con el año pasado.
La protesta escala en intensidad
Pero, más allá de las estadísticas de inflación y los censos sobre consumo, pocos hechos resultan tan contundentes desde el punto de vista político que las marchas masivas por parte de organizaciones que, en la teoría, son aliados y beneficiarios directos de la política social del peronismo.
Es cierto que no sólo el Gobierno nacional fue objeto de la protesta, sino que también hubo reclamos concretos para el gobierno porteño de Horacio Rodríguez Larreta. Y, además, estuvieron algunas consignas clásicas de la izquierda, como en no pago al Fondo Monetario.
La naturaleza variopinta y hasta contradictoria de estas marchas –en rigor, la confluencia de varias marchas con consignas diferentes- hacía que, al mismo tiempo que se reclamaba contra el kirchnerismo hubiese vendedores de remeras en las que se podía ver el rostro de Cristina Kirchner.
Lo cierto sin embargo, un detalle a destacar es que en esta nueva protesta confluyeron no sólo los grupos que abiertamente discrepan con el Gobierno, como el Movimiento Teresa Rodríguez, sino también otros que mantienen la alianza política con el kirchnerismo, como Barrios de Pie, que hasta tiene algunos de sus dirigentes en las listas de candidatos a diputados por la provincia de Buenos Aires.
También estuvo el Polo Obrero, que desde hace varias marchas viene denunciando que, por la intermediación de los funcionarios municipales, la ayuda social no está llegando a los beneficiarios.
Lejos de tratarse de una excepción, esta jornada es apenas un eslabón en una cadena de protestas que viene incrementando su intensidad en las últimas semanas y que promete llegar a un máximo hacia fin de año.
Por lo pronto, mañana viernes está previsto marchas de protesta ante los gobiernos provinciales de Neuquén, a cargo de personal de salud pública, y en Río Negro, por parte de los docentes. Y el propio Axel Kicillof tendrá que dar explicaciones a los empleados de la salud, que se manifestarán en una jornada de paro en La Plata.
Decodificando el mensaje
Estas protestas están significando un test ácido para lo que, en el imaginario político argentino, es el principal activo político del peronismo: el control de la calle y la contención del humor social.
Es una materia en la cual cada vez está habiendo mayores señales de dificultades, como se evidenció en la reciente invasión de piqueteros a la sede del Ministerio de Desarrollo Social, donde se dejó un mensaje explícito y contundente: "Basta de polenta" escribieron los manifestantes, utilizando para ellos granos de polenta.
El mensaje está siendo debidamente decodificado por parte de los funcionarios de la coalición gobernante. Empezando por el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, que viene intentando, con dificultades, sobreactuar autoridad ante los grupos más combativos, para evitar que le ocurra lo mismo que a su antecesor, Daniel Arroyo, quien vio rápidamente erosionada su imagen y su poder político ante manifestaciones que lo acusaban de incumplidor de promesas y -el insulto más hiriente- de replicar las políticas sociales del macrismo.
Zabaleta, que había recogido la demanda de "pasar de la asistencia social a un salario universal" y por eso impulsó el nuevo sistema por el cual se mantiene el beneficio estatal para aquellos que consiguen un trabajo formal, está tomando nota de que la profundidad de la crisis es demasiado grande como para que se resuelva con ajustes administrativos.
Otro que tomó nota de lo ocurrido, y que difícilmente pueda sentirse sorprendido, es Martín Insaurralde, ex intendente de Lomas de Zamora, que ahora hace de "interventor" en el gobierno de Axel Kicillof e intenta articular con los "barones del conurbano".
Pocas semanas antes de las PASO, Insaurralde sufrió un ataque violento e intento de copamiento en la sede municipal de Lomas de Zamora, protagonizada por algunos de los grupos que acaban de realizar la invasión al Ministerio de Desarrollo Social. En aquella ocasión, el motivo del enojo era quién administraba el reparto del dinero de la asistencia social: los piqueteros dejaban en claro su disconformidad con la intermediación municipal y pedían un rol central en esa tarea.
Un dato que también supone una seria advertencia para la estrategia que diseñó Juan Manzur tras asumir la jefatura de gabinete, y que vuelca todo el poder a los intendentes, confiando en su dominio del territorio y su conocimiento directo de la población a través de las oficinas municipales y redes de "punteros".