¿Qué Alberto viene después de noviembre?: gane o pierda, los riesgos a los que se enfrenta el Presidente
Alberto Fernández no es el presidente que propuso ser en la campaña 2019. Lo fue por muy poco tiempo, durante el primer semestre del 2020, cuando la cuarentena lo posicionó como líder en la lucha contra la pandemia ocupando a la vez el centro de la escena, flanqueado por "el amigo Horacio y el querido Axel".
En esas épocas se divulgaban en las redes imágenes del "Capitán Beto", un mandatario empoderado con rasgos de héroe de comic. Con la decisión fallida de intervenir Vicentín comenzó a evidenciarse una vulnerabilidad en la franja de la opinión pública que se había ilusionado con la consigna de "volver mejores".
La fatiga progresiva con las restricciones a la circulación y sus consecuencias sociales y económicas fue evidenciándose como la verdadera "kriptonita" del mandatario que supo conocer cifras siderales de aprobación en las encuestas. El segundo semestre de Alberto trajo otros números, menos favorables, no solo en los relevamientos de imagen sino también en la cotización del dólar, aquellos tan lejanos -y tan cercanos- 195 pesos del blue. Y así también aparecieron los cuestionamientos internos, los primeros mensajes de CFK respecto a funcionarios que no funcionaban y otras yerbas. (El mate con chocolate vendría mas tarde).
Cambiaron las circunstancias y cambió la actitud presidencial. Alberto Fernández comenzó a recostarse cada vez más en su gran electora para justificar su gestión. En los actos y declaraciones fue postergando su propia palabra y su gobierno referenciando siempre a "como dijo Cristina" o "como hizo Cristina".
Esa decisión fue desilusionando a propios y extraños. Los primeros porque consideraban tibio su accionar. Los segundos porque estaba en las antípodas de lo que esperaban de él. De estar en el centro moderado pasó a estar tironeado en el medio.
Surgieron entonces interrogantes estructurales: ¿puede dividirse el liderazgo de la administración del liderazgo político? ¿Resultaría funcional para gobernar lo que había sido eficaz para ganar la elección? En palabras de un alto funcionario: "Es un quilombo gobernar sin guita y sin liderazgo. Pero es lo que hay".
Empezaba a manifestarse que la coalición oficialista necesitaba un nuevo punto de equilibrio, que no alcanzaba que el Presidente declamara que su rol se remitía a conservar la unidad hacia dentro y combatir el Covid hacia afuera.
Las circunstancias obligaban a resetear el proceso de toma de decisiones y la comunicación presidencial. Pero se llegó a los meses preelectorales con las cuestiones irresueltas y la imagen devaluada.
Como en otras ocasiones de nuestra historia política, las sobreactuaciones de autoridad solo servían para evidenciar la debilidad. Se comenzaron a organizar en el seno del Frente de Todos "mesas políticas" para decidir fuera de la Casa Rosada lo que debía decidirse dentro de ella. Como siempre, en estos casos se presentan las iniciativas como una forma de ayuda.
"Es que no reacciona, la jefa le dice o le manda mensajes, él escucha y después nada", decían desde el kirchnerismo en off. Las críticas públicas se hacían a los colaboradores mas cercanos del Presidente, una manera sutil de cuestionar a aquel que los designa responsabilizando supuestamente a los entornos.
La confianza en que el peronismo unido podía tapar las grietas internas en las PASO servía para enfriar dudas y escepticismos. La derrota del 12 de setiembre vino acompañada de catarsis, fractura expuesta, renuncias declinables, cartas y cambios de ministros, particularmente los referenciados con Alberto que, una vez más, no pudo, no quiso o no supo fundar el albertismo. Aceptó los términos que CFK le escribió publica y "sinceramente" e instaló un nuevo Jefe de Gabinete que ocupó el centro de la escena y salió a comerse la cancha para buscar la revancha en noviembre.
"No había margen para otra cosa, los que instaban a pararse de manos no tienen votos ni estructuras y con el verso de la lapicera presidencial no llegás a ningún lado. Da bronca, pero es así", susurra un ahora ex funcionario.
¿Qué versión de Alberto viene?
Este nuevo escenario abre una gran incertidumbre. ¿Cómo encarará el Presidente en los próximos dos años su rol? Si las urnas traen mejores resultados Cristina podrá atribuirse el mérito por haber impulsado los cambios (en Nación y en provincia de Buenos Aires) y Manzur por haberse puesto el gobierno al hombro.
Desde luego que ese escenario es mejor para Alberto, pero no le resuelve el problema de cómo definir su figura para la segunda mitad del mandato. Y si noviembre trajera malas noticias el desafío sería mayor.
En cualquier caso, el Presidente que no fue deberá definir qué presidente se propone ser de noviembre en adelante.
Hay quienes sugieren que se asuma como un mandatario de transición. Pero se trata de un concepto genérico que evade lo esencial. Nuestro sistema de poder y nuestra cultura política se resisten a esa función limitada.
La excepción a la regla fue Duhalde, pero fue elegido por el Congreso para completar un período inconcluso. Además: ¿la agenda de temas pendientes de resolución (Acuerdo con el FMI, brecha cambiaria, inflación, etc.) admitiría ser encarada por un gobierno loteado en el cual el titular del Poder Ejecutivo actuara conscientemente por debajo de sus facultades?
Hasta aquí, la crisis política del Gobierno no se ha traducido en problemas de gobernabilidad. Pero la debilidad del contexto económico y social invita a desescalar los conflictos antes que a espiralizarlos para estabilizar la gestión institucionalizando el proceso de toma de decisiones de manera mas racional que la aplicada hasta aquí.