El elogio de Cristina a Biden, una guía sobre los próximos pasos del kirchnerismo
Desde hace tiempo que Cristina Kirchner encontró la fórmula perfecta para responderle a quienes la acusan de seguir modelos económicos fracasados como el chavismo o de tinte autoritario como el ruso: cada vez que tiene que justificar una medida económica o una postura ideológica, recurre a Estados Unidos.
El reciente elogio hecho por la mandataria al discurso de Joe Biden -con su férrea defensa del plan de obras públicas como forma de inyectar energía en la economía estadounidense y su apego al "compre americano"- no podía haber tenido mejor "timing" para la líder kirchnerista.
Y la realidad es que toda la defensa y argumentación admirativa respecto de la política de Biden no estuvo dirigida primariamente a la oposición, como podría pensarse en un inicio, sino que tuvo una motivación más urgente: cortar la discusión interna de la coalición de gobierno, en el sentido de si en este momento debe priorizarse las señales "market friendly" de equilibrio fiscal o echar mano resueltamente a los recursos que ayuden a reactivar la economía.
Uno de los primeros efectos del discurso de Cristina se vio a las pocas horas cuando desde el kirchnerismo se enviaron señales contundentes en el sentido de cómo deben usarse los Derechos Especiales de Giro (DEG) que repartirá el Fondo Monetario Internacional como parte de su ayuda a los países afectados por la pandemia.
Mientras el ministro de Economía, Martín Guzmán, había insinuado con bastante claridad que ese refuerzo -que podría llegar a u$s3.500 millones- debería ser utilizado para alivianar las obligaciones externas del país con los organismos multilaterales, desde el kirchnerismo duro ya se está argumentando que esos nuevos recursos deben tener un destino de asistencia social y reactivación económica para el entramado pyme.
No por casualidad, cuando parecía que iniciativas como el IFE habían quedado enterradas bajo el precepto de que la emergencia ya había pasado y que el país no podía permitirse otro plan que costara 3,5% del PBI, ahora el tema se discute abiertamente.
De la guerra de Secesión al proteccionismo de Trump
Es irónico, pero los gobiernos de Estados Unidos han sido los que, en los peores momentos, han ayudado al kirchnerismo a sostener algunas de sus propuestas más polémicas.
Hoy ya pocos lo recuerdan, pero Cristina fue una abierta admiradora de la política de Donald Trump, sobre todo por su resuelto proteccionismo industrial, al cual anteponía a la apertura del macrismo.
Y cuando hizo su reingreso como candidata en 2019, con la excusa de presentar el libro "Sinceramente", justificó su propuesta de un nuevo acuerdo social gobierno-empresas-sindicatos, tomando como ejemplo lo que hacía en Estados Unidos el ahora denostado republicano.
Mientras Macri recibía el apoyo del FMI en plena campaña electoral, Cristina tuvo la astucia de evitar las críticas a Trump. Por el contrario, lo elogió: destacó que bajo su presidencia Estados Unidos había logrado el desempleo más bajo de los últimos 50 años, en el marco de "una economía que vuela". Y dio a entender que si ella volvía al poder aplicaría políticas similares a las de Trump, en el sentido de mantener un proteccionismo comercial, fomentar la industria nacional, bajar las tasas de interés y poner al consumo y al mercado interno como pilares del crecimiento.
Con su ironía característica, le recomendó a Macri hacer lo que Trump hace y no lo que dice: "Algunos se dieron cuenta que tenían que volver a generar trabajo industrial adentro del país para volver a generar riqueza. Sería bueno que aquellos que viajan tanto para allá y escuchan tanto lo que les dicen allá, imiten lo que hacen allá".
En plena campaña electoral, Cristina profundizó ese concepto, al anteponer el "capitalismo para pocos" de Macri con un "capitalismo para todos" del kirchnerismo.
"Yo soy mucho más capitalista que ellos. Conmigo en Argentina había capitalismo y la gente se podía comprar lo que quería. Que no me jodan más con lo del capitalismo", dijo textualmente la ex mandataria, para el aplauso del auditorio, durante la presentación de su libro.
Y no era la primera vez que Cristina elogiaba a mandatarios estadounidenses. Cuando Barack Obama, recién electo, estaba en la cima de su popularidad, Cristina decía que parecía que el mandatario estadounidense hubiese leído a Juan Domingo Perón, por su resuelta defensa del accionar estatal para recuperar la economía en un momento de crisis y ayudar a redistribuir la renta nacional.
Y, en realidad, las menciones de la ex presidente a Estados Unidos han sido una constante a lo largo de sus ocho años de mandato, en particular cuando mostró su afecto por el revisionismo histórico y planteó que figuras como Manuel Belgrano y José Artigas representaban el ideario que en ese momento el kirchnerismo intentaba llevar adelante.
Por caso, en un acto del 9 de julio de 2013, trazó un paralelismo con el contexto global de ambas épocas, para concluir que era acertada su política de cierre comercial para proteger a la industria: "Ahora también, como en 1816, estamos ante una nueva configuración mundial -advirtió-. Hay un intento de que nosotros, la América del Sud, vuelva a ser proveedora de commodities y se trasladen las grandes fábricas o factorías allí donde hay millones de personas dispuestas a trabajar por mucho menos salario del que se paga aquí en la región".
Y, más explícita aun, en un discurso pronunciado en la Unión Industrial, atribuyó a la derrota militar de Rosas ante Urquiza la desindustrialización del país, lo cual describió como un opuesto al proceso industrializador de Estados Unidos. "Nosotros perdimos en Caseros y ellos ganaron la Guerra de Secesión y por eso fueron la potencia industrial más fuerte del mundo", dijo, en una mezcla de queja y elogio por las prácticas proteccionistas estadounidenses.
El Estado con vocación accionista
Cristina demostró estar haciendo docencia en esta materia, dado que muchos de sus más connotados seguidores, al ser criticados, han apelado al argumento de que lo que los inspira no es el socialismo soviético sino la socialdemocracia europea o el modelo estadounidense.
Ocurrió el año pasado cuando la diputada Fernanda Vallejos causó polémica al plantear que el Estado debería, como contrapartida por la ayuda a las empresas que habían recibido el ATP, capitalizar esa asistencia en forma de acciones. Es decir, cobrarse la ayuda otorgada en el marco de la pandemia en forma de acciones y, de esa forma, transformar al Estado en un socio con derecho a voz y voto en varias de las principales empresas privadas argentinas.
Las reacciones y las críticas por parte de los eventuales perjudicados fueron previsibles: se escuchó la palabra "chavismo" infinidad de veces. En cambio, lo sorprendente fue la respuesta de Vallejos, que dijo que su inspiración estaba en Angela Merkel, dado que la canciller alemana había echado mano a esa solución luego de una capitalización millonaria que el gobierno alemán había realizado en la tambaleante aerolínea Lufthansa.
Más explícita aun, Vallejos planteó que en momentos de crisis, cuando los activos de las empresas argentinas se ponen muy baratos como consecuencia de los cambios bruscos en los flujos de capitales, las empresas nacionales quedan expuestas al accionar de compradores hostiles. De manera que la estatización debería ser vista no como una forma de intromisión en el sector privado sino más bien como en la defensa de los activos nacionales.
La pelea por la caja de la AFIP
En definitiva, lo que Cristina y sus seguidores dejaron en claro es que quien quiera saber cuál es la estrategia política kirchnerista en este contexto de crisis y restricciones presupuestarias, la mejor guía de acción es… el discurso de Joe Biden.
De hecho, las principales quejas de dirigentes kirchneristas respecto de Guzmán vienen por la falta de una mayor decisión en el uso de herramientas "keynesianas" para reactivar la economía, tanto en lo que respecta a la inversión en obra pública como en la transferencia de recursos a los consumidores.
El alivio a la clase media por el corrimiento del mínimo no imponible en Ganancias va en ese sentido, pero hubo dirigentes que quedaron desconformes en el sentido de que sólo se beneficia a la "crema" de los asalariados en blanco", que no representan a la base masiva de apoyo político kirchnerista.
Es por eso que la pelea ahora está centrada en dos grandes temas. Uno es la reforma tributaria "progresiva" que no tenga pudor en castigar al sector de mayores ingresos de la economía, aun cuando se trate de empresas que ya soportan una fuerte presión tributaria, o que podrían argumentar ser víctimas de una doble imposición. Las frases de Biden sonaron como música para los oídos de quienes plantean una mayor agresividad en la redistribución de la renta, por ejemplo con una mayor alícuota en el impuesto a los Bienes Personales.
El otro gran tema es la caja de la AFIP. La mejora tributaria es una de las mejores noticias que el Gobierno ha recibido y demuestra que no solamente hay una mejora real cuando se hace la comparación contra el alicaído 2020, sino que incluso se nota un mayor ingreso cuando se cotejan los datos contra el 2019.
Por supuesto que el boom de la soja hizo su parte fundamental en esa mejora -con una espectacular suba de 183%- pero también se notó una recuperación en los impuestos ligados a la actividad comercial, como el IVA y Ganancias.
De manera que el verdadero debate interno está planteado en ese punto: ¿debe aprovecharse la mejora en la recaudación para mostrar un mayor equilibrio fiscal, o más bien debe volcarse todo recurso extra a fomentar la reactivación de la economía interna?
El kirchnerismo duro nunca tuvo dudas al respecto. Pero ahora, además, tiene un aliado ideológico impensado: Joe Biden. Todo un argumento de peso para poner sobre la mesa de negociaciones a la hora de polemizar con los funcionarios del FMI.