Gustavo Marangoni: "Hoy nadie dice 'Alberto conducción', es un peronista que tiene que decidir como si fuera radical"
Gustavo Marangoni es un conocedor profundo de la interna y la cultura política peronista. Politólogo, ex presidente del Grupo Provincia durante la gobernación de Daniel Scioli y actual socio de la consultora M&R, se ha transformado en una fuente de consulta habitual para los medios, a la hora de desentrañar cómo pueden resolverse las crisis en un momento de alta tensión política y social.
En charla con iProfesional, analizó el momento político y las amenazas que se ciernen sobre la gestión de Alberto Fernández.
-¿Cómo entiende semejante nivel de tensión política -la grieta a full- en el peor momento de la pandemia? Y teniendo en cuenta que ni siquiera éste es un año electoral…
-No me parece casual que el nivel de cooperación se diluya al ritmo de la cuarentena. Más allá que la "onda¨ de los que gestionan siempre luce mejor que la "onda" de quienes no tienen responsabilidades de gestión. Porque el que gestiona siempre está más obligado a negociar más; a llevarse bien con la oposición política. En el caso de quienes no tienen responsabilidad, ellos tienen más libertad de movimiento porque construyen sobre la base de la opinión pública que les interesa fidelizar. Ahí es donde se arma el combo.
Y, además, la política gira en torno a dos coaliciones que tienen dentro de sí mismo un montón de fracciones, y hay una búsqueda permanente de por dónde pasa el equilibrio. Todo esto en un contexto social donde gana terreno el escepticismo, la incertidumbre y la fatiga por la pandemia.
-¿Alberto Fernández tendrá éxito en hacer equilibrio entre su promesa de moderación y de cerrar la grieta o si definitivamente se bandeará a posturas más radicales del kirchnerismo?
-Ahí hay un debate. A Alberto lo eligieron como una pauta moderadora de Cristina y el kirchnerismo, con la propia anuencia de Cristina. Mientras estemos más lejos de las elecciones, el equilibrio puede ser inestable. Pero a medida que se acerque la fecha, tanto el Presidente como los líderes de la oposición seguramente tendrán gestos hacia el centro.
Tendrán que buscar a los espacios de la opinión pública que no están fidelizados por lealtades, y no pertenecen a ninguno de los dos tercios ya definidos, y que van a mirar los resultados de la gestión. Hay un electorado fiel y otro que es más el "Tinder", que va adonde le conviene y le gusta más en determinado momento.
-Le planteo al escenario de Alberto como árbitro de fisuras internas. Un caso concreto, el tema de las ocupaciones, donde hay posturas antagónicas entre Massa-Berni y el progresismo de Frederic. ¿Qué imagina que hará el Presidente en ese caso? ¿Cómo se plantará?
-Lo que no puede hacer es plantarse. Acá puedo hablar con cierto conocimiento de la cultura peronista: ahí, en su momento, fue Menem conducción; o Kirchner conducción; o Cristina conducción. Pero hoy nadie dice "Alberto conducción". ¿Por qué? Porque la naturaleza de su presidencia es disruptiva en la historia del peronismo.
Es el Presidente, pero se sabe que en esta empresa, la accionista mayoritaria es Cristina. Eso no quiere decir que Alberto sea un títere, como plantean algunos. Su rol es tan importante que, sin ese acuerdo, el peronismo no hubiese ganado. Alberto tiene una cuota importante de protagonismo pero tiene que convivir con otros accionistas -como Cristina- que tiene un rol importante, a la vez que debe contener a Massa y a la vez auscultar a la opinión pública.
A diferencia de otros líderes peronistas -que, como Menem pedía que lo siguieran-, esta es una situación nueva. Un Presidente peronista que tiene que decidir como si fuera radical, con varias líneas en su interna para conformar. De hecho, Alberto siempre cita a Alfonsín, a modo de homenaje.
-¿Y el peronismo "se banca" a un Presidente que no sea un líder nato como el que casi siempre tuvo?
-Para el tema de la deuda sirvió. Fue un tema que amalgamó a toda la coalición oficial. Y uno supone que en el tema del FMI también servirá para consolidar ese arco. Lo que no termina de estar tan claro es el vínculo que el Gobierno va a tener con los sectores económicos más globalizados. Esos grupos son los que generan los dólares que necesita el país.
-En el tema cambiario, la consigna del último gobierno de Cristina era aguantar hasta entregar el poder con la última gota de reservas. Y ahora, el peronismo debe resolver un esquema con el cual ellos mismos tienen que convivir. ¿Cómo cree que van a resolver esta crisis, otra vez, en torno al dólar?
-Cristina, en su segundo mandato, podía jugar a lo "Caruso Lombardi" porque se iba. Pero no es el caso actual. Por eso a mí me parece central el tipo de vínculo que el Gobierno va a establecer con los sectores más dinámicos de la economía. Ahí todavía falta mucho para definir. En parte porque hasta ahora se dedicaron casi exclusivamente a resolver el default.
Pero este fue el esquema de emergencia. Hay que empezar a poner en claro qué están pensando sobre el complejo agroalimentario, o con los servicios. Esas son las definiciones claves que faltan. Una especie de conceptualización que el Gobierno todavía no ha desarrollado. No termina de redondearse el "relato albertista".
-¿Piensa que en el corto plazo aparecerá ese "relato"? ¿O todavía Alberto F. no lo maduró?
-En la Argentina, la tasa de cambio es una cuestión esencial. Gobernar el país es gobernar la relación peso-dólar, y si ahí se arma lío hay graves problemas de gobernabilidad. Ningún gobierno pudo vivir tranquilamente sin tener arreglada la situación cambiaria. Acá, falta definir eso.
Y eso implica la relación con los sectores del capital. No está clara esta cuestión. No hay una conceptualización respecto del futuro, y me pregunto si esto lo podrán llevar a cabo los funcionarios que están ahora, o tendrán que pedir alguna ayuda.
-Vuelvo sobre el momento de tensión política actual. ¿Cómo ve que está jugando la oposición?
-Es la primera vez que una coalición que pierde la elección se mantiene unida como oposición. Alberto, hace muchos años, fue el creador de la borocotización. Y acá no hubo un Borocotó. Y sospecho que no es porque no lo han intentado. En Juntos por el Cambio entienden que, después de obtener el 41% de los votos tras una gestión horrible desde lo económico, entendieron que hay algo que vale la pena cuidar.
Esta realidad le pone un límite serio al Gobierno. Y por eso también la urgencia que tiene Alberto por construir el relato que le está faltando.
-¿A Cristina cómo la ve? ¿Piensa que solamente quiere garantizar su situación procesal? ¿O realmente supone que tiene la vocación de jugar políticamente por la continuidad de su proyecto?
-Ella ya aprendió que no puede romper. El que rompe, pierde. Ya lo vivió en 2013; 2015 y 2017. Ahora bien, estoy seguro que a Cristina le preocupa su situación ante la Justicia, pero tampoco creo que sea lo único que la ocupa. Funcionarios ligados a ella administran las cajas más poderosas: PAMI y Anses.
-Causaron revuelo las declaraciones de Eduardo Duhalde, pero todo el mundo se centró más en la cuestión de un posible golpe militar que en la otra parte, la del deterioro social que lleve a enfrentamientos entre sectores de la población. ¿Hay riesgos de un estallido?
-Las dos coaliciones están mirando atentamente a la evolución de la crisis económica y social, está claro. Por eso se explica la irrupción de Sergio Berni en los primeros planos. Berni es lo que es con la anuencia de Cristina. ¿Y por qué? En la provincia de Buenos Aires hay una suerte de acuerdo tácito donde sigue viva la doctrina Ruckauf en materia de seguridad, que es meterle bala a los delincuentes.
A lo mejor no lo van a decir de una manera tan brutal, pero Berni no está tan lejos de esa posición. Ahí es donde el kirchnerismo demuestra un enorme pragmatismo, que se jacta de ser un soldado y de la mano dura. Están tratando de contener el descontento social por ese lado, y obviamente para que no crezca ninguna oferta electoral que le quite espacio.