Corbacho: "Argentina desarrolló la capacidad para contener situaciones sociales que de otro modo serían muy peligrosas"
"El caso Chile es una muestra que en la región existe la posibilidad de un estallido social aún en situaciones donde los indicadores de desarrollo económico y social son muy positivos", resume en entrevista con iProfesional Alejandro Corbacho, director del Observatorio de Política Exterior (OPEX) de la UCEMA, sobre el clima que está acechando a América Latina.
Los hechos parecen indicar que están aflorando problemas de desigualdad social que están presentes desde hace tiempo en los países del continente.
En el caso de Chile, para este analista político, se representa una explosión de los problemas distributivos; y en Bolivia los disturbios tienen raíz en los intentos de la clase política de perpetuarse en el poder.
-¿Qué está ocurriendo en la región?
-En la región eclosionaron problemas que han estado presentes por un largo tiempo y a los que no se les dio o da una respuesta satisfactoria: la desigualdad y la convivencia política. Los grupos progresistas incluyen la visión de partidos socialdemócratas escandinavos con regímenes de partido único como Cuba y Corea del Norte. Se declaran muy preocupados por la desigualdad, minimizan la convivencia política, y con tal de mantenerse en el poder aceptan las prácticas no democráticas. En el lado opuesto están los grupos que hacen hincapié en sostener los mecanismos de las democracias liberales modernas en lo político y en lo económico pero muestran problemas en distribuir la riqueza y el bienestar. Chile representa una explosión para resolver problemas distributivos y Bolivia para frenar los intentos de perpetuarse en el poder por medios fraudulentos.
-Respecto a estos dos países que presentan disturbios, ¿cómo interpreta el momento que afrontan?
-Creo que Chile y Bolivia son claras expresiones de descontento en la sociedad que responden a distinto origen. El caso de Chile es un buen ejemplo de lo que la psicología social llama frustración relativa. Ésta expresa una creciente insatisfacción y enojo por la insuficiente distribución y acceso a bienes y bienestar.
Por otra parte, en Bolivia el descontento es político y está enfocado en las autoridades que ejercen el control del Estado. Se trata de una sociedad que a pesar de la denominación de estado plurinacional todavía no termina de resolver los diferentes clivajes regionales, económicos, culturales y raciales.
-¿Cómo cree que impactarán estos conflictos en la Argentina?
-El caso Chile es una muestra que en la región existe la posibilidad de un estallido social aún en situaciones donde los indicadores de desarrollo económico y social son muy positivos. No es sorprendente que haya efervescencia en Ecuador o Bolivia, pero sí en el país trasandino. Éste se presentaba como la excepción de la región en cuanto a desempeño económico e institucionalidad.
Por otra parte, la Argentina puede presentarse como una sociedad en constante estado de ebullición lenta con ocasionales explosiones de malestar social que rápidamente son moderadas por mecanismos de inclusión y asistencialismo. En pocas palabras, la Argentina ha desarrollado cierta capacidad para contener situaciones sociales que de otro modo serían muy volátiles y, en consecuencia, peligrosas.
Es también importante señalar que el haber tenido este año un proceso de elecciones presidenciales que se presentó con posibilidades de ganar de una opción que asegura el retorno del populismo y, más aún el que haya ganado, mejoró para las expectativas para el futuro en los sectores que pueden ser más proclives a expresarse en forma violenta contra el actual status quo. Sin embargo, no hay que olvidar que lo que les ocurre a los vecinos son experiencias que pueden reproducirse, por copia o contagio, si existen las condiciones para que ello suceda. Debemos entonces como sociedad estar atentos porque podría acontecer.
-¿Qué salida posible tiene Chile ante una situación que no parece calmarse?
-Como se ha estado desarrollando el conflicto en Chile, creo que con una institución emblemática que modifique la constitución. Digo emblemática porque la misma se origina en el gobierno de facto de Pinochet en 1980, y aunque desde entonces ha sufrido modificaciones, parece que éstas no han sido suficientes y existe una demanda de un nuevo texto libre de los resabios de su origen autoritario y que plasme tanto los valores como los deseos de la sociedad de este tiempo. El actual texto constitucional es bastante rígido para su modificación, por eso la solución de cambio a través del congreso constituyente es vista como un acto de continuismo. Por lo tanto, una solución sería la de una convención constituyente que abriría la posibilidad de construir desde cero un nuevo texto constitucional.
-¿Esto qué implicaría?
-Esto supone un desafío muy grande para la sociedad en su conjunto, pero si resulta de un acuerdo serio y responsable de las partes serviría mejor a los fines de mejorar la vida de los chilenos. Se trata de un nuevo inicio consensuado. Este camino parece ser el que aglutinaría a la mayoría de los sectores descontentos. Sin embargo, existen todavía grupos muy violentos, en particular de jóvenes, muy alienados de la sociedad que posiblemente este cambio tampoco los conforme. En ese caso, la respuesta de la mayoría de la sociedad chilena debe hallar el modo de enfrentar y terminar incorporando a estos sectores.
-¿Y para Bolivia qué solución ve posible?
-La solución para Bolivia no parece tampoco sencilla. Sería importante, como primera medida, disminuir la conflictividad y, por sobre todo, buscar una solución política, aceptable para las distintas partes en conflicto. Tanto los seguidores de Evo Morales como los opositores que disminuyan el nivel de animosidad. Aquí podrían jugar un papel importante figuras no militares que moderen las posiciones y que, en realidad, busquen acercar las partes y que también ordenen detener la violencia entre las partes. Por supuesto, un tema que siempre es enarbolado por ambos sectores es la intervención o injerencia externa adoctrinando, incentivando y promoviendo la lucha. De seguir ese camino, hallar soluciones se dificultará y llevará a resultados peores. Como en toda comunidad política, las soluciones exitosas deberán provenir de los propios miembros, en este caso los bolivianos, y de la aceptación de sus diferencias.
-¿Cómo considera las reacciones del gobierno argentino y de Alberto Fernández ante estos conflictos?
-Las reacciones del gobierno argentino y de Alberto Fernández no me sorprenden porque son las que podemos esperar en función de sus posiciones respecto de su visión de la política internacional y regional en general. El gobierno de Macri se unió al desmantelamiento del Unasur, participando en la conformación de un nuevo espacio multilateral, el Prosur. Además, restableció una relación seria con los Estados Unidos, Europa Occidental, Brasil e Israel, al mismo tiempo que mantuvo un equilibrio saludable con China. Fernández, en cambio, participa del Foro de Puebla que aglutina a los líderes de la izquierda regional que están celebrando la vuelta al poder y el futuro retorno a lo que se conocía como el bloque del ALBA o Alianza Bolivariana o Socialismo Siglo XXI. Por lo tanto, ambos apoyaron las posturas que más se ajustan a su visión de cómo debería insertarse el país en el mundo.