Con Pichetto, Macri gana la "pata peronista" y refuerza imagen de gobernabilidad de Cambiemos
Con la elección de Miguel Ángel Pichetto como vicepresidente, Mauricio Macri aceptó tácitamente la vigencia de una de las máximas de la política argentina: no se puede gobernar sin el peronismo.
Es más, hasta parece haberle dado a ese dogma un nuevo alcance: no se puede ganar elecciones sin contar con una "pata" peronista.
El acuerdo provocó una lógica conmoción política nacional: a fin de cuentas, hasta hace pocas semanas, Pichetto se autopostulaba como vice de Roberto Lavagna. Sin embargo, la fórmula implica una alianza que no es totalmente novedosa: hay cierta reminiscencia del menemismo noventista, cuando una agenda de profundas reformas estructurales se basó en un peronismo que acordó con sectores liberales y con el establishment empresarial.
De manera que lo que hizo Macri fue un intento de mostrar dos capacidades de las que hasta ahora el país –y el mercado financiero- dudaban que mantuviera. Primero, que pudiera ganar, y segundo, que pudiera llevar adelante una imprescindible agenda reformista sin que ello le implicara perder el control político del país.
Lo que Macri buscó fue, además, una jugada que estuviera a la altura del cambio de escenario que Cristina Kirchner había provocado al dar un paso al costado y cederle el liderazgo a Alberto Fernández.
El efecto inmediato de aquella movida había sido el adelantamiento del escenario de polarización que se preveía en una segunda vuelta electoral de noviembre. En otras palabras, Cristina sabía que necesitaba romper su "techo" porque de otra manera arriesgaba perder en un balotaje.
Y la evidencia de que el kirchnerismo estaba logrando su objetivo fue la implosión de Alternativa Federal. En consecuencia, Macri entendió que él tampoco podía esperar a noviembre para ir a buscar los votos de los peronistas que no quieren a Cristina. Si esperaba, corría el riesgo de perder en la primera vuelta.
Para ponerlo en palabras del propio Pichetto, lo que hizo Macri fue "una ampliación de su base de sustento político".
En definitiva, el escenario que quedó instalado para las PASO de agosto es el que originalmente se había previsto para noviembre: una polarización en la que los jugadores del "centro" se ven obligados a optar hoy mismo por uno de los dos bloques mayoritarios, sin mucha chance para marcar un espacio propio.
Un peronismo con coincidencias
Sergio Massa, a punto de tomarse el café potencialmente más caro de su carrera política
Desde el punto de vista de Macri, Pichetto cumple con varios de los requisitos como para ser su compañero ideal.
Primero, naturalmente, viene a satisfacer la demanda de mayor amplitud, algo que le venían reclamando sus compañeros de la coalición Cambiemos, en particular la Unión Cívica Radical.
Pero se trata de una amplitud de bajo riesgo, porque Pichetto no tiene el perfil potencialmente conflictivo de los otros nombres que habían estado en danza, como Martín Lousteau, quien no ha ocultado nunca sus desavenencias con la estrategia de la política económica macrista.
Es cierto que Pichetto no cuenta con un caudal de votos propios, pero sí puede constituirse en la "puerta de entrada" a Cambiemos para los votantes peronistas que se resistían a votar a la fórmula Fernández-Fernández y que estaban en la búsqueda de la alternativa.
Tras el anuncio, vino a la memoria de muchos la noche del triunfo de Juan Schiaretti en Córdoba. Tras el contundente respaldo de las urnas y con la atención de todo el país político, el cordobés tomó distancia de Cristina y dijo una frase enigmática: "Estamos convencidos de que no habrá república en Argentina sin peronismo. Y no habrá peronismo si no es republicano".
¿Tenía ya en mente Schiaretti la posibilidad de un peronista "del centro" acompañando a Macri? En los papeles, todavía se apostaba a una interna de Alternativa Federal. Sin embargo, en los días siguientes, Macri recibió sucesivamente en la Casa Rosada a Schiaretti, Pichetto y Juan Manuel Urubutey, con quienes se fotografió entre sonrisas y abrazos.
El único que se abstuvo de ese gesto fue Massa. Y, también como preanunciando lo que ocurriría, Alberto Fernández avisaba: "La gente sabe dónde están los opositores. Los opositores no se abrazan con Macri".
La llegada de un armador político
Pero, sobre todo, Pichetto aparece como el gran armador de un tejido de poder: su llegada a los gobernadores provinciales es privilegiada, su experiencia como legislador es extensa y durante la gestión de Macri ha demostrado tener la capacidad operativa que el Gobierno necesita, al encontrarse en situación de minoría.
Fue gracias a esos socios dentro del bloque liderado por Pichetto que el macrismo logró la aprobación de leyes clave, como la del acuerdo con los "fondos buitre" para salir del default, o la del blanqueo fiscal.
"El proceso del presidente Macri culmina en 2023"
El aporte de Pichetto fue particularmente valorado por el macrismo en dos ocasiones.
La primera, cuando a instancias de Sergio Massa y el kirchnerismo se dio media sanción a un proyecto de ley de Impuesto a las Ganancias que el Gobierno afirmaba sería una bomba fiscal. Cuando fue el turno del Senado, Pichetto logró revertir el voto previo de Diputados y finalmente salió un proyecto que no comprometía las cuentas.
La segunda ocasión fue cuando, a fines de 2017, en un clima muy enrarecido por las violentas manifestaciones en contra de la ley de nueva fórmula de reajustes jubilatorios, Pichetto le dio una salida al un macrismo que no encontraba la forma de impulsar su proyecto en el Congreso.
En aquel momento, el líder del bloque peronista aportó la fórmula –la que combinaba inflación con nivel salarial- que finalmente sería aprobada.
Y el reproche que Pichetto hacía a Macri en ese contexto de conmoción social era algo que hoy, a la luz de lo ocurrido, pasa a tener otra significación. El senador se quejaba de que Macri se replegara en su "mesa chica" sin compartir el poder con dirigentes de otros partidos con los cuales pudiera tener coincidencias programáticas y que, además, le podían ayudar en el diálogo con los gobiernos provinciales.
Evidentemente, Macri no se olvidó de aquel reclamo, ni de su implícita promesa de gobernabilidad.
Ecos de la 125 y un vice que promete lealtad
Pero hay algo más que, a estas horas, muchos recuerdan. Pichetto fue el encargado de defender, en julio de 2008, la postura oficial –o sea, la de Cristina Kirchner- en la amarga pelea que mantuvo en vilo al país en torno a las retenciones de la soja.
Fue el otro protagonista en la histórica noche del voto "no positivo" del vicepresidente Julio Cobos. Y la argumentación del senador Pichetto, más que centrarse en las bondades de la controvertida resolución 125, giró en torno a la lealtad que todo vice le debe a su presidente.
Pichetto le preguntó a Cobos si se imaginaba al vice de Estados Unidos sosteniendo una postura radicalmente diferente que les que proponía el entonces presidente George W. Bush. Y, cuando era evidente que Cobos votaría en contra pero buscaba dilatar la votación, en una recordada frase, lo comparó con Judas y le dijo: "lo que tengas que hacer, que sea rápido".
Macri sorprendió con el nombramiento de Pichetto como su vice: "Es un hombre de Estado"
Seguro que Macri no se olvidó de esa noche. Desde el punto de vista ideológico, estuvo en la vereda opuesta a la de Pichetto. Pero el Presidente entiende de pragmatismos. A fin de cuentas, él mismo tuvo que dar marchar atrás y reinstaurar las odiadas retenciones a la exportación del agro, pidiendo disculpas y admitiendo que era "un impuesto horrible" pero que la urgencia fiscal no le dejaba otra solución.
Pasaron 11 años desde aquel conflicto y las heridas están cerradas. En cambio, lo que en el macrismo recuerdan es que Pichetto planteó que un vicepresidente debe, antes que nada, ser la representación del primer mandatario en el Congreso.
Por eso, ante el recelo de muchos militante del PRO de la primera hora, Macri optó por un compañero peronista. El propio Pichetto, en su primera conferencia de prensa, abundó en la definición sobre cuál cree que debe ser el rol del vicepresidente, y cómo jamás se debe desafiar el principio de que la autoridad política reside en el presidente.
También, sabiendo que su origen peronista podía generar resquemores, Pichetto repitió algunas palabras que sabía que tendrían un efecto tranquilizador. Habló de "un capitalismo moderno e inteligente", se comprometió con la "institucionalidad" y con los principios republicanos.
Pocos minutos antes, desde su cuenta de Twitter, Macri había definido el momento actual como la disyuntiva entre "vivir en una república o volver a un autoritarismo populista". Y dijo sobre su flamante compañero de fórmula: "Es un hombre de Estado, que con el correr de los difíciles años de gobierno supe conocer y respetar por su compromiso con la Patria y las instituciones".
Uno de los hechos más valorados por Macri fue la reciente visita de Pichetto a Wall Street. En el peor momento de volatilidad e incertidumbre de los mercados, el senador llevó un mensaje de tranquilidad y explicó que existía un peronismo que quería honrar las deudas y que no quería que Argentina volviera a quedar aislada del mercado de capitales.
No todas son ventajas para Macri, claro. Inmediatamente después del anuncio hubo quienes le recordaron que Pichetto fue el gran garante de que Cristina Kirchner mantuviera sus fueros cuando el juez Claudio Bonadio pidió la prisión preventiva para la ex presidente.
Macri descontaba que habría una cuota de enojo por parte de sus simpatizantes, pero su apuesta es a que, aunque sea a regañadientes, en el cuarto oscuro igualmente volverán a elegir su boleta.
Todavía es muy pronto para conclusiones, pero la sensación reinante era que la jugada le podría salir bien. Por lo pronto, bajó el riesgo país y los principales empresarios se pronunciaron a favor de la nueva fórmula.
Y, por sobre todo, el Presidente volvió a dejar la sensación de que está en carrera. Ya sólo con eso, Pichetto le dio su primera satisfacción.