Todos hablan de Chernobyl: ¿podría Argentina sufrir un accidente nuclear como el de 1986?
El disparador debe tomarse a modo de excusa. Como nunca antes desde lo ocurrido el 26 de abril de 1986, una ficción exitosa -y muy comentada estos días- recrea uno de los mayores accidentes nucleares de la historia y pone el foco en las consecuencias de un desastre medioambiental que perdurará a través de los siglos.
Lo ocurrido en Chernobyl -central operativa en Prípiat, Ucrania, por entonces parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)- representó hasta inicios de esta década el ejemplo más funesto de lo entendido como desastre atómico. El 11 de marzo de 2011, la destrucción de las instalaciones de Fukushima I en Okuma, Japón, por efecto de un terremoto expandió los límites conocidos de la catástrofe.
Un antecedente grave de estos desastres corresponde al accidente de Three Mile Island, acontecido el 28 de marzo de 1979 en una planta ubicada muy cerca de Harrisburg, Pensilvania, en el norte de los Estados Unidos. En esa ocasión, una falla mecánica en los sistemas de disipación de calor derivó en la emisión de una cantidad indeterminada de gas radioactivo que alcanzó a las ciudades y pueblos vecinos.
Se trató de un problema de magnitud 5 en la escala internacional INES que establece parámetros de gravedad para los casos de accidente nuclear. El punto más alto de ese rango corresponde a la magnitud 7 -accidente grave-, compartido hasta ahora por los mencionados incidentes de Chernobyl y Fukushima. La incorporación de ese "hasta ahora" no es antojadiza: ningún experto, tanto en Argentina como alrededor del mundo, puede certificar que una hecatombe de esa dimensión no volverá a ocurrir en el planeta.
A partir de esta tensión, y dada la ya longeva tradición local en materia de desarrollo de complejos atómicos, una serie de preguntas en torno a la seguridad de las tres plantas en funcionamiento se vuelve obligatoria.
De ocurrir algún tipo de falla en las instalaciones de Atucha I y II, o en la cordobesa Embalse, ¿Argentina podría sufrir una catástrofe de la relevancia de Chernobyl? ¿Existen protocolos vigentes para situaciones de esa naturaleza? En simultáneo a esto: ¿han ocurrido accidentes nucleares en nuestro país?
En pos de despejar estas dudas, iProfesional consultó a una serie de expertos de la energía nuclear y accedió a documentos de organizaciones que monitorean la actividad con el fin de prevenir eventualidades atómicas. Más allá de los matices, lo concreto es que existe coincidencia en que nuestro país no está exento de sufrir, eventualmente, una fatalidad como la sucedida en la ex Unión Soviética.
Raúl Montenegro, catedrático de las universidades de Córdoba y Buenos Aires, y ganador en 2004 del premio Right Livelihood –conocido como el Nobel Alternativo–, es uno de los investigadores que más ha profundizado en las características del plan nuclear argentino.
En diálogo con iProfesional, el también titular de la Fundación para la Defensa del Ambiente (FUNAM) remarcó la ausencia total de criterios de seguridad elevados y no ahorró críticas a la hora de evaluar los planes de contingencia vigentes para las centrales del complejo Atucha y Embalse.
En concreto, señaló que, de ocurrir un evento de clase 7 en alguno de los reactores en funcionamiento, el radio de afectación directa superaría los 500 kilómetros y alcanzaría incluso a países vecinos como Uruguay o Chile.
El sistema de emergencia previsto, indicó el experto, solo comprende medidas para las poblaciones de Lima, la ciudad del partido de Zárate más cercana a las Atucha, y los habitantes de la localidad cordobesa de Embalse, vecina a la planta homónima.
Área de afectación de un accidente de magnitud 7, según FUNAM:
Pronóstico dividido
"No tenemos un sistema sanitario y mucho menos personal técnico capacitado para poder enfrentar el peor accidente. Ni en Córdoba, ni en Buenos Aires. El Estado, además, también debería estar económicamente preparado para una situación así, pero la realidad es que no existen previsiones y lo único que persisten son los recortes de presupuesto", dijo Montenegro a este medio.
Además de cualquier eventual falla técnica, el especialista sostuvo que tampoco se han concebido protocolos para situaciones de terrorismo o de vicisitudes externas a los reactores, como puede ser la caída de un avión sobre las instalaciones. Los residuos radiactivos, explicó, hoy se almacenan en silos secos ubicados fuera de los edificios que albergan a los reactores.
Montenegro sostuvo que el impacto de un avión de gran porte sobre esos puntos de acumulación podría generar una tragedia atómica peor a la experimentada por Ucrania en 1986.
"Si un avión comercial cayera sobre los silos de Embalse no tendríamos un Chernobyl, sino el equivalente a 20 Chernobyl. Los depósitos liberarían el material radiactivo porque no están hechos para resistir una acción de esa magnitud. Después de lo ocurrido en Estados Unidos con las torres gemelas, nadie puede decir que algo así no pueda suceder", argumentó.
Según el catedrático, las potencias nucleares cuentan con políticas específicas para enfrentar potenciales acciones terroristas. "En países como Francia hay criterios y límites para el espacio aéreo, por ejemplo. En las áreas donde se lleva a cabo el reprocesamiento de combustibles nucleares, durante mucho tiempo estuvo vigente la orden de derribar cualquier aeronave que sobrevolara las instalaciones. Acá no hay pautas en ese aspecto".
Referente de ATE en la Comisión de Nacional de Energía Atómica (CNEA), Rodolfo Kempf, físico por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y doctor en materiales nucleares por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), tildó de lejana la posibilidad de un accidente grave en las plantas que operan en la Argentina.
"No podría decir que es imposible que ocurra. Pero sí confirmar que es muy poco probable que algo así tenga lugar. Un accidente como Chernobyl es tan probable como que a una persona le caiga un avión encima. Ahora bien, ¿es imposible que, justamente, un avión caiga? Claro que no. Pero es, por mucho, lo menos probable que suceda", sintetizó ante iProfesional.
A contramano de lo expuesto por Montenegro, Kempf sostuvo que las pautas de seguridad vigentes en la Argentina están alineadas con los mejores estándares internacionales. Dijo, además, que hasta el momento la tecnología que albergan las centrales de Atucha I y II no ha registrado ningún tipo de incidente grave en el mundo.
"Si comparamos la operatoria en Argentina con lo ocurrido en Chernobyl, podemos decir que la tecnología es muy diferente. En Ucrania por un problema de protocolo se llegó a un incidente que incluyó el incendio de componentes de grafito y la ausencia de buenas tecnologías de contención. En Argentina, en cambio, no se utiliza el grafito en ninguna de las centrales y la moderación y enfriado se llevan a cabo con agua pesada. En Fukushima, el detonante fue un terremoto seguido de un maremoto. Acá no tenemos esas condiciones", destacó.
También de ATE y la CNEA, Luján Rodríguez comentó a iProfesional que la industria nuclear "comparte con el sector aeronáutico niveles de seguridad muy elevados", y añadió que en las centrales del país "hay una evaluación periódica del estado del reactor y las instalaciones en general".
En su opinión, cualquier eventualidad en las plantas Atucha es controlable siempre que se cumplan con los protocolos fijados. "Si bien somos críticos respecto de cómo se maneja la información a nivel institucional en la actividad nuclear, los niveles de precisión son muy elevados en la Argentina. Se cumplen las exigencias de calidad en los componentes y cada gramo de combustible que se utiliza es registrado, trazado, seguido. No se generan condiciones como para que los procesos salgan mal", afirmó.
¿Y si ocurre un accidente?
Consultado respecto de las pautas establecidas en caso de accidente en el complejo Atucha I y II, Rodolfo Kempf dijo a iProfesional que rigen aspectos para la población de Lima y destacó la tarea de los oficiales de radio protección. "Tienen a su cargo la supervisión y el seguimiento de lo que hay que hacer en las plantas. Incluso con poder de policía", expuso.
El experto indicó que el plan de contingencia para Lima descarta la evacuación, algo que sí tuvo lugar en Prípiat durante aquel abril de 1986.
"Evacuar no es la mejor opción. Lo mejor es sellar puertas y ventanas con frazadas u otros elementos, permanecer en los lugares. Para eso, se acercaría víveres a la población. La población debe evitar el particulado en el ambiente", aseguró.
Para luego añadir: "Otro aspecto es promover la ingesta de yodo para saturar la tiroides de manera tal que el cuerpo no incorpore el yodo radioactivo. Todo este protocolo no aplicado en Chernobyl podría haber mejorado las condiciones de la población".
Lo expuesto por Kempf en cuanto a la existencia de un plan acotado solo a Lima se condice con lo denunciado por Montenegro, quien remarca la necesidad de ampliar fuertemente el protocolo de acciones a un radio de, al menos, 500 kilómetros.
"Hay que dejar de insistir con planes acotados a los primeros 10 kilómetros alrededor de las plantas. En Embalse los simulacros son casi un divertimento. Por otro lado, sí es recomendable descartar la evacuación. La consigna a cumplir es no moverse de los lugares, mantenerse a cubierto. Si ocurre con los chicos en la escuela, que estos se queden en el establecimiento", recomendó.
"El problema es que la gente no está preparada. Y eso es culpa de NASA –sigla que refiere a Nucleoeléctrica Argentina, operadora de las centrales nucleares del país– y la ARN –Autoridad Regulatoria Nuclear-. Nunca quisieron preparar a la sociedad porque eso implica exponer la existencia del riesgo. Prefieren que el peligro no se conozca", agregó.
Problemas constatados
Con casi medio siglo de centrales nucleares operativas en su territorio, Argentina ostenta el funesto galardón de ser el único país de América latina y el Caribe que sufrió un accidente de magnitud 4. Esto es, con contaminación radiactiva dentro de una planta atómica pero sin liberación de partículas al exterior.
Ocurrió el 23 de septiembre de 1983 en el Centro Constituyentes que aún funciona en el partido de San Martín, en el gran Buenos Aires. Una falla humana en la reconfiguración del núcleo del reactor RA-2 liberó una potente dosis de neutrones y radiación gamma que provocó la muerte de un operario y contaminó gravemente a otras 17 personas.
Más cerca en el tiempo, FUNAM denunció que el 17 de noviembre de 2017 "se produjo el salto de varios sellos de contención en el área de operaciones del reactor nuclear de Embalse (Córdoba), lo que permitió la liberación de vapor con tritio 3 radiactivo en el área de operaciones, donde se encontraban unas 50 personas".
"Durante las cinco horas que duró el episodio hubo registros altos de tritio radiactivo al mediodía y a las 14 horas, situación que forzó la evacuación total del área contaminada", informó la organización a mediados del año pasado. FUNAM expuso que cinco trabajadores resultaron contaminados.
Muchos años antes, en la misma planta de Córdoba y siempre según la fuente referida, el 30 de junio de 1983 una falla en el diseño y los procedimientos derivó en "un grave incidente que no llegó a descargar material radiactivo al ambiente".
"En Argentina ya se han registrado accidentes nucleares graves en reactores e instalaciones. La mayor parte se mantuvo en secreto", concluye un documento de la fundación.