Cristina Kirchner, al banquillo: un hito judicial y político en el inicio de la campaña electoral
De un lado, Lázaro Báez. Del otro, José López, el secretario de Obras Públicas que saltó a la celebridad por el video de los bolsos en el convento. Junto a ellos, el presidiario ex ministro Julio de Vido. Y, entre ellos, Cristina Kirchner.
Esa es la imagen con la que algunos sueñan y que para otros constituye una pesadilla. Y es, más allá de lo que ocurra a nivel judicial, la gran especulación de estas horas: ¿habrá o no lugar para "la foto"?
Si bien el inicio del juicio por el desvío de fondos presupuestarios a obras con sobreprecios en Santa Cruz está confirmado, nadie se anima a hacer un pronóstico. La ex presidenta ha mostrado hasta ahora una asistencia perfecta cuando se la ha citado a Comodoro Py, pero aún así hay muchos que ponen en duda que pueda hacerse realidad esa imagen de la ahora candidata a vicepresidente sentada en el banquillo de los acusados.
Se da por descontado que la defensa de Cristina pedirá la suspensión del juicio, argumentando que no se peritaron 45 obras públicas de las involucradas en el expediente. Pero claro, eso debe ocurrir después de la lectura de las acusaciones.
Los expertos en derecho procesal no descartan que la postergación del juicio sea concedida, dado que el tribunal ya recibió la advertencia de la Corte Suprema en el sentido de que por errores de procedimiento todo el juicio podría ser declarado nulo.
Pero claro, a esta altura, el juicio propiamente dicho –y ni qué hablar de un fallo seguramente lejano- ya pasaron a un segundo plano. Lo central es cómo "la foto" incidirá en la campaña electoral, que después del anuncio de la fórmula Fernández-Fernández empezó a subir de temperatura.
Báez, López y De Vido son personas en cuya compañía ningún candidato en campaña quisiera aparecer fotografiado. Como todos están presos, deben hacer su ingreso a la sala con custodia policial, antes de ubicarse al lado de la ex presidente.
Ella, si bien ha argumentado siempre que es una perseguida política y que las acusaciones en su contra no tienen fundamento, se ha cuidado bien de que su defensa personal no sea interpretada como un gesto de solidaridad hacia el resto de los imputados. Más bien al contrario, cuando le preguntaron qué había sentido al ver el famoso episodio de "los bolsos de López", contestó lacónica: "Sentí odio".
Ni siquiera por De Vido, a quien conoce desde hace décadas porque fue ministro de Néstor en la gobernación de Santa Cruz, Cristina ha tenido un gesto de acercamiento. No lo visitó en prisión ni salió públicamente a clamar por su inocencia.
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El costado electoral del juicio
Esta situación deja en claro por qué "la foto" es motivo de especulación en todos los medios de comunicación y es la imagen soñada por el "gurú" de la estrategia electoral macrista, Jaime Durán Barba.
Es cierto que hay muchos politólogos que creen que todo el daño político que pudo sufrir Cristina por las acusaciones en su contra ya está hecho y que, por lo tanto, una campaña macrista que se centre en ese tema no tendría mucho éxito.
En esos términos argumentó el analista Rosendo Fraga, que cree que el kirchnerismo ya no puede sufrir mella por situaciones de corrupción.
Por su parte, el consultor y encuestador Luis Costa distingue entre el plano judicial y el mediático, en la previa del juicio a Cristina. De todas formas, coincide en que difícilmente mueva la aguja de la opinión pública: "Sus seguidores transforman la situación procesas en una persecución política, todos los votantes trazan distinciones que permiten releer los episodios que les devuelve el mundo y acomodarlos para seguir sosteniendo lo que piensan".
Y hasta el mismísimo Durán Barba ha recordado en entrevistas periodísticas que en 2011 las acusaciones contra el entonces candidato a vicepresidente Amado Boudou por la corrupción en el programa de viviendas "Sueños compartidos" no movió ni una décima la intención de voto por la fórmula Cristina Kirchner-Amado Boudou, que se consagró con el 54 por ciento.
Sin embargo, no todos están de acuerdo. "Puede ser que los kirchneristas convencidos no se inmuten por ver a Cristina en el banquillo de los acusados, pero hay que recordar que, en la eventualidad de un balotaje, el kirchnerismo va a necesitar el voto del electorado del centro, y ese sí puede ser susceptible a la imagen de una candidata corrupta", sostuvo el politólogo Raúl Timerman.
En todo caso, es claro que la imagen ominosa en el banquillo de los acusados es algo que siempre se quiere evitar. De manera que hasta pocas horas antes del inicio del juicio, todavía había serias dudas sobre si la imagen tendría lugar.
Otro hito en el "relato"
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Lo cierto es que el juicio volverá a ser, una vez más, la oportunidad para que Cristina Kirchner intente una de sus jugadas preferidas: hacer de la debilidad virtud y, desde la imagen de perseguida política, fortalecer su imagen.
Y con el entusiasmo renovado de una militancia que ve más factible la vuelta del kirchnerismo al poder tras los últimos acontecimientos, todo indica que el primer día del juicio podría ocupar otro lugar destacado en la construcción del nuevo "relato".
Es algo en lo que Cristina Kirchner tiene experiencia. Cuando a inicios de 2016 le tocó declarar por primera vez en Comodoro Py, convocada por el juez Claudio Bonadío, aprovechó para hacer un gran acto político y sentó las bases de lo que sería su defensa.
Tomando uno de sus argumentos preferidos –el revisionismo histórico-, se planteó como una continuidad de gobernantes "populares" que habían sido derrocados y luego víctimas de una persecución judicial para manchar su figura. Habló concretamente de Hipólito Yrigoyen, de Perón y Evita.
En aquello ocasión, al hablar ante los militantes que la acompañaron a Comodoro Py, dejó frases como "no les tengo miedo", o "me pueden citar 20 veces más, me pueden meter presa pero no lograrán callarme" o "estoy segura de que si pudiesen prohibir la letra K del abecedario, lo harían".
Iniciando la línea argumental de los siguientes tres años, planteó que lo que se pretende es juzgar no es a una persona, sino al propio "modelo K".
El argumento de Cristina estaba servido en bandeja: para ella, era obvio que sólo con la persecución política y la distracción mediática que supone citarla a declarar, se podía llevar adelante un programa económico de ajuste como el que impulsaba Macri.
En su salsa, Cristina sacó todo el provecho posible de la devaluación, del tarifazo en los servicios públicos, de los despidos y de la inflación. Y también del escándalo Panamá Papers, gracias al cual pudo "bajar línea" a sus seguidores: les dejó en claro que cada vez que se hable sobre la "ruta del dinero K", ellos deben responder que hay una "ruta del dinero M".
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Pero en este capítulo judicial-político en plena campaña electoral, Cristina no es la única que se ubica en el rol de perseguida por quienes pretenden avasallar las instituciones. En la vereda opuesta, el macrismo ha demostrado estar hipersensible ante las decisiones de la Justicia.
O, más concretamente, las decisiones de la Corte Suprema de Justicia. La primera lectura que el Gobierno hizo sobre el pedido de que el tribunal atendiera los reclamos de la defensa de Cristina fue interpretado como una excusa para suspender el juicio.
Hacía tiempo que no se veía una reacción tan furibunda en el relacionamiento entre dos poderes del Estado. Laura Alonso, titular de la Oficina Anticorrupción, llegó a hablar de una "corte bolivariana". El ministro de Justicia, Germán Garavano, dijo que la decisión de la Corte tenía "un condimento político", que resultaba sospechosa y que se inscribía en una tradición de no favorecer la concreción de juicios orales.
Y más duro fue el jefe de gabinete, Marcos Peña. Dijo que la decisión de la Corte "genera bronca, porque hay una demanda muy fuerte de justicia". Agregó que de esta manera se favorece la impunidad y dijo que los jueces "se rigen por las encuestas electorales".
Más explícito aún, sugirió que Alberto Fernández –a quien le faltaba una semana para ser ungido como candidato a presidente- era el cerebro de la operación. Y alertó que lo que estaba ocurriendo era una muestra de lo que podía ocurrir si Cristina volvía al poder.
"El kirchnerismo cree que la justicia tiene que ser militante, una cuestión que sea parte de un esquema de poder, y nosotros creemos que hay que defender a los jueces que se rigen por los códigos y no por las encuestas", indicó.
Con ese clima enrarecido, en la noche del miércoles se produjeron cacerolazos de parte de partidarios del gobierno, que se habían autoconvocado por las redes sociales y querían hacer una demostración de repudio.
Es así que se llega a esta situación, en la que la posterior confirmación de que el juicio sí se realizaría fue interpretada por el Gobierno como una "marcha atrás" de la Corte Suprema ante la indignación popular.
De un lado, indignados convencidos de que su líder es castigada por sus posturas políticas. Del otro, indignados que creen que se les birlará el derecho de ver que se haga justicia ante hechos de corrupción. Ese es el panorama previo al primer día de Cristina en el banquillo.
Y, como tantas veces, en paralelo a lo que ocurra en la sala del juicio, hay otra pelea más urgente: la de la interpretación de lo que se verá en "la foto".