Macri se prepara para recibir el golpe más duro: la pobreza podría ubicarse encima del 30%
Como un boxeador que está contra las cuerdas y se resigna a absorber los golpes del rival mientras calcula los segundos que faltan para el ring salvador. Así vive el Gobierno por estos días la seguidilla de datos negativos que reflejan la profundidad de la recesión.
Pero, aunque los datos sobre desempleo, caída de actividad, merma en las ventas, crisis sectoriales varias –sin olvidar, claro, la persistente inflación- han sido duros impactos para la imagen y el ánimo del macrismo, todavía falta lo peor.
Este jueves se conocerá el dato de pobreza e indigencia del segundo semestre de 2018. Es decir, mide el período en el que se produjo la caída aguda de actividad –en el último trimestre del año, la merma del PBI fue de un impactante 6,2%–.
Y no solamente se espera que dé bastante por encima del 27,3% que se había registrado en la medición anterior –correspondiente al primer semestre de 2018–, sino que el Gobierno admite que es probable que se acerque al 32,2% del arranque de la gestión.
Lo cierto es que no se trata de un indicador más, sino que es algo así como "la madre de todos los datos".
Y lo es por varios motivos. Primero, por la sensibilidad que despierta a nivel social un incremento de la pobreza en un país como Argentina. Segundo, porque es la confirmación final de todos los indicadores fragmentarios de una economía en caída.
Pero, sobre todo, porque el propio Mauricio Macri puso a ese indicador en un sitial protagónico. Lo hizo el día que asumió la presidencia al plantearse como objetivo principal de su gestión la "pobreza cero" y lo ratificó cuando, al debutar el nuevo indicador de pobreza de Indec, en 2016, dijo que ese sería el parámetro con el cual él aceptaba que fuera evaluada su gestión.
De más está decir que la oposición le tomó la palabra y, en plena campaña electoral, piensa sacar todo el rédito político posible del indicador que se está por conocer, y que según todas las estimaciones volverá a ubicar a la pobreza y la indigencia en niveles similares a los que se registraban en el inicio del período macrista.
No hay posibilidad de que sea de otra forma. El propio Macri ya preparó el terreno para ello: resignado a que el número será malo, se adelantó a su publicación para explicar que, aun así, la de ahora es una pobreza menos grave que la que él recibió.
"Vamos a tener la misma pobreza que recibimos, pero distinta, porque no hay más cepos, no hay más tarifas que nos dejan a oscuras", le dijo a Luis Majul en la comentada entrevista televisiva en la que admitió que su padre Franco, recientemente fallecido, había cometido un delito al pagar coimas durante el kirchnerismo.
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¿Pobrezas buenas y malas?
La línea argumental de Macri pasa, entonces, por diferenciar dos tipos de pobreza: la estructural y la circunstancial. Desde su punto de vista, esa "pobreza mala" que se verificaba durante la gestión de Cristina Kirchner era derivada de la falta de obra pública y de mantenimiento en los servicios públicos. Y, sobre todo, por una economía que condenaba a la baja inversión y a la dependencia de la asistencia estatal.
En contraste, la "pobreza buena" que se registra ahora es pasajera, producto de los shocks externos y de los inevitables reacomodamientos de una economía que tuvo que ajustar precios relativos para entrar en la senda del crecimiento.
"La de hoy no es la pobreza estructural, hemos atacado eso", dijo el Presidente, quien mencionó como ejemplo que hoy se han agregado 5.000 kilómetros de asfalto a la red vial nacional.
Antes, durante su gira por países del sudeste asiático, había declarado que "el primer responsable del 30 por ciento de pobreza es la corrupción".
La conclusión de esa línea argumental es que el bajón en los niveles de consumo debe ser considerado una fase transitoria, que se quedará atrás cuando la economía se reactive sobre bases sólidas, ya con el empleo privado como principal factor de inclusión social y sin que la inflación erosione los salarios.
Pero el argumento del Presidente tiene algunos problemas. Primero, naturalmente, que las familias que actualmente tienen ingresos que no les permiten comprar los $28.400 en que se estima hoy una canasta básica no quieren ni pueden tomarse la molestia de diferenciar entre pobrezas estructurales y circunstanciales.
Se lo dejaron en claro las organizaciones sociales que realizaron piquetes frente a supermercados.
"La Canasta Alimentaria tuvo una inflación del 54 por ciento. En los barrios hay compañeras que están sosteniendo a la familia entera con un plan social de 6.000 pesos, es una situación imposible… y encima hay que aguantarlo a Macri diciendo que la pobreza bajó, que hay más puestos de trabajo o que estamos avanzando. Vive en un país imaginario. Lo invitamos a que venga a los barrios", dijo uno de los líderes del Frente de Organizaciones en Lucha, megáfono en mano en la puerta de un hipermercado.
El segundo problema para Macri es que el gran factor superador de la pobreza está en crisis. Se acaba de conocer el dato de 9,1% de desempleo para el cuarto trimestre de 2018, lo que evidenció una aceleración en la pérdida de puestos de trabajo, porque implica un agravamiento de dos puntos porcentuales respecto de un año atrás.
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Pero la encuesta de desempleo muestra un dato más preocupante aun: los peores registros se ubican, precisamente, en las regiones de mayor pobreza, como los conurbanos de Buenos Aires, Mar del Plata y Rosario, donde las cifras de gente sin trabajo ya son de dos dígitos.
Y con los cierres, concursos preventivos, despidos y suspensiones de personal poblando los diarios y noticieros, no hay perspectiva de que la pobreza pueda encontrar rápidamente su punto de inflexión.
Resulta ilustrativo al respecto una encuesta de la Universidad de San Andrés que muestra cómo desde que se agudizó la recesión el desempleo escaló posiciones en el ranking de las mayores preocupaciones de los argentinos.
Así, el desempleo, que en mayo del año pasado ocupaba el cuarto puesto, con menos del 30% de las menciones, ahora se ubica en tercer lugar del ranking, casi al mismo nivel que la delincuencia y acortando a la mitad la distancia con la inflación.
Pero acaso el peor problema para Macri es que su arenga en el sentido de que la crisis va a pasar rápido no parece encontrar una buena recepción. En la encuesta de San Andrés, apenas un 23% cree que la situación estará mejor dentro de un año.
Mientras que otra medición de referencia, el índice de confianza del consumidor de la Universidad Di Tella, registró en marzo una caída de 3,5% respecto del mes anterior y un desplome de 20,6% en la comparación interanual.
Además, la misma universidad midió una expectativa de que los precios subirán 40% en los próximos 12 meses, en marcado contraste con el mensaje oficialista de una senda decreciente de la inflación.
Números que duelen
Con todos los números de la economía jugando en contra, se da por descontado que el número que dará a conocer el Indec será de los más feos de toda la serie.
El mejor dato se había conocido hace un año, era el correspondiente al segundo semestre de 2017, cuando los "brotes verdes" hacían entusiasmar al macrismo.
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En aquel momento, se "festejó" que la pobreza había caído a un 25,7% y la indigencia a un 4,8%. El propio Macri había sido el encargado del anuncio: "Esto nos pone contentos", fue su declaración al ver la caída de casi tres puntos respecto de la medición anterior.
Pero poco tiempo después sobrevino la devaluación y la escalada inflacionaria. El resultado fue un rápido ascenso en las cifras, más concretamente de 1,8 puntos en la medición de pobreza.
Y para el nuevo registro se teme lo peor: un dato que seguro se ubique por encima de 30% y cerca de la primera medición, esa contra la cual Macri había dicho que quería que su gestión fuera comparada.
Los referentes de indicadores privados no dejan lugar al optimismo. En la encuesta del Observatorio Social de la Universidad Católica se registró una pobreza del 33,6%, lo que implica una suba de cinco puntos respecto de la medición de un año anterior.
Si el censo del Indec registrara una suba similar, se debería medir una incidencia de 30% para el segundo semestre de 2018. Medido en gente, implica que habría 13,2 millones de pobres.
Un dato que, por más que se dé por descontado, igualmente será recibido por el Gobierno como un golpe. Desde el punto de vista político, equivale a escuchar amplificado el ya célebre pedido "hagan algo" que el obrero de la construcción le transmitió a Macri.
"Me llega al corazón porque sé que es un buen trabajador que la inflación le come su salario", dijo el Presidente cuando le preguntaron qué había sentido en ese incidente.
Pero, por ahora, su respuesta queda acotada a dos mensajes. Uno, el que dio en su discurso de apertura de las sesiones del Congreso, es la ampliación del presupuesto de ayuda social, con la venia del Fondo Monetario Internacional.
El otro, la arenga a "poner el hombro, remarla un poco más" y desoír la tentación de las "soluciones mágicas".