Presupuesto, día después: el macrismo festeja una inesperada reconciliación con la clase media
Ya es un clásico de la política argentina: después de una sesión del Congreso en la que el resultado de la votación estaba más o menos claro de antemano, la verdadera batalla pasa a ser la de la interpretación: se debate no sobre el Presupuesto 2019 sino sobre si el Gobierno salió bien parado o si tuvo una "victoria pírrica".
Así, del lado de la oposición se intenta imponer la visión de que el macrismo -al igual que en el caótico diciembre pasado-, tuvo que pagar un costo político para aprobar sus leyes, porque quedó en evidencia que sus iniciativas sólo pueden imponerse con violencia.
Y, desde la vereda opuesta, se quiere mostrar cómo la oposición desnuda su esencia antidemocrática por la vía de provocar incidentes que obliguen a suspender –como en diciembre- la sesión parlamentaria y alteren la normalidad institucional.
Por lo que se ha visto en las primeras horas posteriores al agitado debate en la Cámara de Diputados, la sensación reinante en el ámbito político es que esta vez el Gobierno salió mejor parado.
Primero, porque la reiteración de los incidentes con metodología similar hace que desaparezca el impacto y que las mismas imágenes ingresen en un "rendimiento decreciente". De esa forma, el público tiende a interpretar los hechos como la ejecución de un plan de sabotaje al Congreso.
Desde el propio peronismo se percibió esa situación: "El problema es la repetición de este tipo de hechos. Aparecen estos sectores violentos de la izquierda argentina y algunas combinaciones con algunos partidos que tienen representación institucional y a los que les gusta alentar el fuego", definió Miguel Ángel Pichetto, líder del bloque peronista en el Senado.
En Cambiemos, todo apuntó a sacar el máximo rédito político de la situación de violencia. El diputado Eduardo Amadeo dijo a los medios que sus colegas kirchneristas "vinieron a usar la violencia que ellos mismos habían creado, porque querían que no se tratara el Presupuesto, vinieron a crear el caos".
En tanto, el diputado Fernando Iglesias denunció una confabulación del "club del helicóptero". Y el senador Federico Pinedo remarcó: "Muy triste ver a Diputados de la Nación intentando que el Congreso no funcione con el procedimiento de coordinarse con gente que rompe el espacio público para ejercer violencia y luego victimizarse".
Victoria en la votación y en los medios
Lo cierto es que el Gobierno festejó. A diferencia de lo ocurrido en diciembre con la reforma del cálculo jubilatorio, esta vez se consiguió continuar el debate sin interrupción.
De hecho, en un momento pareció que la verdadera batalla parlamentaria giraba en torno a si se votaría el día previsto, a pesar de los incidentes, o si se suspendería la votación, con lo cual la violencia pasaría a ocupar el foco central de la atención.
Después, claro, está la votación propiamente dicha. Que si bien se descontaba sería favorable a la postura oficialista dejó detalles interesantes, como la abstención o directamente el voto favorable de diputados peronistas.
Para el macrismo, esto es una comprobación de que el trabajo de negociación previa con los gobernadores provinciales dio el resultado esperado. No por casualidad, en la reunión con ministros de la mañana siguiente a la votación, Mauricio Macri comunicó que se sentía "contento y orgulloso" por cómo se había comportado su bancada legislativa.
Sobre la sesión propiamente dicha, el macrismo no pareció demasiado preocupado por el hecho de que la oposición haya recurrido a la "chicana" de vincular al proyecto de Presupuesto 2019 con las exigencias del Fondo Monetario Internacional –se lució Victoria Donda con su gigantografía de Christine Lagarde con la banda presidencial argentina-.
Pero lo cierto es que la media sanción de Diputados despeja el camino para que se apruebe formalmente el cronograma del préstamo en el directorio del FMI –donde las dudas sobre Argentina no son tanto sobre la vocación de austeridad fiscal sino sobre la capacidad de Macri de mantener el control político-.
De esta forma, la "paz financiera" parece garantizada hasta las próximas elecciones y, según espera el Gobierno, ello permitirá afianzar la incipiente normalización cambiaria y empezar a salir de la recesión.
Una reconciliación impensada
El argumento preferido del Gobierno para contestar la chicana fue que, en un contexto de austeridad, los rubros de asistencia social recibirán un incremento en términos reales.
Y ahí es donde reside el punto paradójico de este debate: las protestas fueron lideradas por las organizaciones piqueteras que se beneficiarán de esas partidas, mientras que el apoyo al macrismo viene de la clase media que saldrá perjudicada por las medidas económicas.
La suba en el Impuesto a los Bienes Personales pega de lleno en los asalariados de nivel medio que constituyen la base electoral de Cambiemos.
De la misma manera, el gravamen para quienes habían adherido al blanqueo impositivo y la suspensión del ajuste por inflación para las empresas suponen nuevos retrocesos que dejan mal parado a Macri ante sus votantes, dado que todas estas medidas implican una marcha atrás sobre promesas de campaña.
También, pocas semanas antes del envío del proyecto de ley, se había anunciado el retorno de las retenciones a la exportación.
Con esos antecedentes, podía suponerse que el Presupuesto 2019 sería el escenario en que el macrismo quedaría expuesto ante su propia base de apoyo social. El objetivo del déficit cero para el año próximo se logrará, sobre todo, por un incremento de la presión tributaria antes que por recortes del gasto público.
Era un tema en el que quienes critican al Gobierno "por derecha", como los economistas del ala liberal, venían machacando en los últimos días.
Sin embargo, en una nueva demostración de las ironías de la política argentina, los incidentes violentos esponsoreados por la oposición le dan al macrismo una oportunidad de reconciliación con esa clase media enojada por el entorno recesivo.
La repetición de las imágenes de veredas y bancos rotos, de piedrazos y de contenedores de basura prendidos fuego, las escenas de refriegas entre manifestantes y la policía, los diputados increpando a los policías y los tumultos dentro de la Cámara, todo conforma un "deja vu" que espanta al votante centrista y moderado.
De manera que, tras los incidentes, ese mismo electorado mayoritario que se manifiesta desilusionado por la falta de resultados económicos encontró un motivo para renovar su adhesión a Macri: como ya había ocurrido en la manifestación de apoyo de Plaza de Mayo en abril de 2017, esa masa de clase media despolitizada vuelve a sentir que lo une con el Gobierno no el amor, sino el espanto al caos.
Los dirigentes más lúcidos de la oposición lo percibieron de inmediato. Por eso algunos machacaron en las dudas sobre cómo se habían iniciado los desmanes, insinuando que el propio macrismo los quería provocar porque le resultaban funcionales.
Y también llamó la atención del senador Pichetto, quien salió a reclamar la expulsión del país de los cuatro extranjeros que habían estado involucrados en los incidentes, además de declarar que lo ocurrido había constituido "un hecho pre insurreccional".
Ese comentario se agrega a otros que empezaron a advertir sobre un eventual enrarecimiento del clima político sobre fin de año, tanto por temas locales como por los internacionales.
Mientras veían los incidentes por televisión, los funcionarios macristas a cargo de la seguridad del G20 –el 30 de noviembre estarán en Buenos Aires Donald Trump, Angela Merkel, Vladimir Putin y Xi Jinping, entre otros líderes- empezaron a tomar nota.
La presencia de extranjeros fue interpretada por algunos como parte de los preparativos para los clásicos actos de repudio al encuentro de líderes. Lo cual no beneficia a la imagen de la oposición, que ya está preparando una "contracumbre" liderada por Cristina Kirchner, a la que fueron invitados líderes críticos como la ex presidenta brasileña Dilma Rousseff y el dirigente izquierdista español Pablo Iglesias.
En definitiva, la accidentada votación del Presupuesto deja entrever cuál será el clima político para el 2019 electoral y abre una esperanza entre los estrategas de Cambiemos: que finalmente Jaime Durán Barba tenga razón y que, aun en plena recesión, el eje de la campaña no sea la economía sino la política.