Diciembre caliente: Cambiemos aprobó la reforma jubilatoria en el Congreso pero no quita los ojos de las calles
Tras una maratónica sesión y una multitudianria movilización que culminó en una batalla campal, el oficialismo convirtió en ley a la reforma previsional.
Fue pasadas las 7:10, y por 128 votos contra 116 y dos abstenciones. La votación se dio luego de un discurso del jefe del bloque de Diputados del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, en el que afirmó que "han despertado la reacción del conjunto de la sociedad argentina. No solamente los sectores organizados se manifestaron en contra, los cacerolazos del día de hoy fueron movilizaciones espontáneas de argentinos que rechazan este gobierno", sostuvo Rossi.
A su turno, el jefe del interbloque de Cambiemos, Mario Negri, aseguró: "La oposición responsable no reparte fósforos donde hay nafta", tras lo que pidió que se vote.
El Congreso debatió la cuestionada iniciativa del Gobierno, luego de que el oficialismo consiguiera el lunes un quórum ajustado de 130 votos, con el respaldo del peronismo federal que el viernes llegó a un acuerdo con el macrismo.
En las pantallas de sus bancas, los legisladores sin embargo le prestaban más atención a lo que ocurría afuera, donde se vieron escenas de batalla campal que la policía apaciguó después de una feroz represión, pero sin impedir que el clima de tensión se prolongara durante toda la jornada.
Las escenas de violencia se propagaron hasta la avenida de 9 de julio y descendieron a estaciones de subte de la línea A cercanas al Congreso, adonde los gases obligaron a los pasajeros a correr por las vías. El saldo fue más 162 heridos -la mitad policías- y 64 detenidos.
A la medianoche todavía persistía la incertidumbre. "Acaba de morir un policía, lo escuché en un medio", gritó el oficialista Alfredo Olmedo en la Cámara de Diputados, con menos legisladores, aunque la noticia no había sido confirmada por las fuerzas de seguridad. Finalmente, se supo que no hubo muertos durante los incidentes.
Mientras la tensión se volvía espesa en el recinto, fuera del Congreso seguían las señales de protesta con cacerolazos en la quinta de Olivos, Plaza de Mayo y el Congreso, entre otros barrios porteños, bastiones históricos del macrismo. Aunque también hubo marchas similares en La Plata, Mar del Plata y Rosario.
Desde el cálculo frío, la estrategia del sector duro del oficialismo, encabezado por el jefe de Gabiente, Marcos Peña, y la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, mostró superioridad numérica en Diputados y cierto control de la calle.
En esa línea, Cambiemos logró frenar los reiterados intentos por levantar la sesión que solicitó la oposición. Hasta la propia Elisa Carrió, que denunció una "golpe civil al Gobierno", sugirió la necesidad de suspender la discusión, lo que el jueves pasado llevó a posponer el debate.
Pero el avance del plan oficial a toda costa en el Congreso no se reflejó del mismo modo en la opinión pública, tan apreciada por el asesor Durán Barba en tiempos de campaña electoral. Por el contrario, lo que se vio fue un renovado clima de descontento social.
Ese escenario contrasta con el optimismo exhibido por Mauricio Macri hace tan solo un mes, cuando lanzó su paquete de medidas, convencido de que la victoria en las urnas y una serie de acuerdos con el peronismo y la CGT bastarían para disciplinar a la oposición y los gremios.
El Ejecutivo trabajó con empeño el fin de semana para encaminar la reforma. Luego de que la propia Carrió levantara la sesión el jueves pasado y rechazara aprobarla por decreto, Macri aceptó incluir un bono compensatorio y reforzó el acuerdo con gobernadores.
Pero en sus negociaciones con Lilita y las provincias el macrismo subestimó otro límite, que comenzó a hacerse visible en los últimos días: el de la opinión de la calle, más imprevisible que los votos legislativos y supeditada a los vaivenes de un explosivo humor social.
¿Cambio de clima?
Los movimientos antireforma comenzaron el lunes desde temprano. A la importante concentración a pocas cuadras del Congreso, se sumó la CGT que anunció un paro desde el mediodía y la paralización del transporte a partir de la medianoche, medida de fuerza que culminó este martes, pasado el mediodía.
Apenas obtenido el quórum, el jefe de la bancada kirchnerista Agustín Rossi se cruzó con una Carrió en retirada. "Andate, ¿Quién te quiere? Te hubieras ido cuando eras funcionaria de la dictadura en Chaco, y nos mataron a nuestra compañera Margarita Belén", le espetó el legislador.
Pasadas las 13.30 caían las primeras vallas en la Plaza de los Dos Congresos y empezaban a llover cientos de piedras sobre los efectivos policiales. Así en cuestión de minutos lo que comenzó como una manifestación pacífica se convirtió en caos y disturbios.
Carrió devolvió la chicana a Rossi y lo acusó de votar en 2010 junto con el Frente para la Victoria en contra del 82% móvil, que fue aprobado por el Congreso y luego vetado por Cristina Kirchner. "No se gana con violencia lo que se ganó en las urnas", dijo Carrió.
En las imágenes aéreas podían observarse cientos de personas que avanzaban y se acercaban cada vez más al Congreso, rodeando a la policía, ahora en repliegue y sobrepasada en cantidad por los manifestantes. Para entonces ya empezaba a respirarse el gas dentro del Congreso.
"La situación está desbordada, es un despropósito sesionar, en cualquier momento no va a ser una bala en la mano, sino algo más grave", advirtió Rossi, cuando se anotició de lo que sucedía fuera del recinto.
Fue esa situación la que llevó al Ejecutivo a habilitar un breve cuarto intermedio, durante el cual Mauricio Macri le ordenó a sus diputados que continuaran con la sesión, y se modificó el operativo de seguridad, hasta entonces destinado a contener la manifestación.
"Hay agresiones en la calle, pero estiman controlarla en 30 minutos", anunció a las 15.35 Emilio Monzó, presidente de la Cámara.
A continuación, la infantería, policía motorizada y agentes de civil se lanzaron a la caza de los manifestantes con detenciones indiscriminadas, en un despliegue que en el lapso de una hora desalojó la plaza.
La avanzada policial obligó a los manifestantes a retroceder hacia la Avenida 9 de Julio, donde continuaron los enfrentamientos, en los que fueron heridos y detenidos al menos una docena de periodistas. Tres personas además perdieron un ojo y otras dos fueron atropelladas por móviles policiales.
Recién a los 19, cuando comenzó el tratamiento del proyecto de reforma en el Congreso, los disturbios empezaron a apagarse. Para entonces la policía ya había controlado la situación y la calle era un sembradío de escombros, sin que hubiera habido un terremoto.
En el recinto, el diputado peronista de Cambiemos, Eduardo Amadeo, defendía los cambios en las jubilaciones. "Si la inflación fuera del 16% en 2018, la suba trimestral de los haberes no caería tanto como antes, sino que subiría en el tiempo", sostuvo.
Signos de crisis
Entrada la noche, el malestar volvió aflorar en las calles, con una ola de cacerolazos que estalló en los barrios porteños de Colegiales, Palermo, Almagro, Belgrano y Boedo. Los vecinos se movilizaron al Congreso, Plaza de Mayo y la Quinta de Olivos.
Desde la oposición, la legisladora del Frente Renovador, Graciela Camaño, advirtió que "la legitimidad no es una foto". Asimismo, comparó a Peña con un "monje negro" al que responsabilizó de sellar acuerdos a espaldas de sus propios legisladores, y cuestionó la hipótesis de una conspiración.
"Quienes tuvimos la triste experiencia de estar en esta casa en el 2001, lo peor que podemos hacer es no escuchar y hacer que no pasa nada. Ya no podemos decir que son los violentos", dijo Camaño, mientras las protestas se repetían en otras ciudades del país.
Los cacerolazos terminaron así de reunir todos los indicios de una crisis política. Del mismo modo que el Gobierno se mostró decidido a avanzar en sus reformas, la reacción popular dejó en evidencia una predisposición de la población a rechazar esos cambios, incluso votantes del Gobierno.
La fisura social no solo fue percibida por la oposición, sino también entre los empresarios, que ahora ven con preocupación la incapacidad repentina del oficialismo para legitimar sus medidas, pese a que las entidades privadas fueron las primeras en respaldar el paquete de reformas.
"No puedo estar de acuerdo con la violencia de ninguna de las partes. Quizás la reforma habría que haberla tratado mejor desde los legitimos consensos de todos lo que se ven involucrados con su impacto y no tanto como un acuerdo político", se sinceró un directivo de la UIA.
Pese al clima de tensión, el Gobierno decidió seguir adelante en todo momento con la sesión. Y a las 7 de la mañana de este martes llegó al objetivo buscado.
El riesgo que corre el macrismo, a partir de ahora, es que se instale una sensación de malestar a pocos días de las fiestas. Un desborde cerca de esas fechas podría abrir una caja de Pandora, de consecuencias imprevisibles en un marco de frágiles acuerdos y un peronismo fragmentado.
Si algo reflejó el escándalo de la reforma previsional, es la dispersión en el reparto de poder. Ese esquema abarca a los gobernadores y baja hasta la calle, donde tienen un peso clave la CGT y los movimientos. Ayer, cuando ya era 19 de diciembre, asomó otro actor: los vecinos con cacerolas.