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Consumo bipolar: por qué hay más venta de autos, viviendas y viajes pero menos de ropa y alimentos

Consumo bipolar: por qué se venden más 0km, explota el crédito hipotecario y viajes pero cae la compra de ropa y alimentos
28/03/2018 - 10:56hs
Consumo bipolar: por qué hay más venta de autos, viviendas y viajes pero menos de ropa y alimentos

En estos dí­as, una de las preguntas más difí­ciles de responder es si el consumo está subiendo o si se encuentra en retroceso, ya que hay indicadores apuntando en direcciones contradictorias.

Las ventas de motos aumentaron 47% el año pasado y las de autos, el 27%. El patentamiento del primer bimestre de 2018 fue récord. Paralelamente, cada vez se adquieren menos cantidad de alimentos.

Las ventas de notebooks crecieron 52% el último año al tiempo que "vuelan" los créditos hipotecarios.

Ni hablar de los viajes al extranjero, o de argentinos gastando la friolera de u$s11.000 millones anuales. Junto a ello, convive el fuerte retroceso en la venta local de indumentaria. Y se derrumba el uso de productos para el aseo, como jabón o desodorantes.

Los artí­culos de venta en supermercados, como dio cuenta el INDEC en la medición correspondiente a enero, registran una caí­da interanual de 3,1%.

Pero, al mismo tiempo, se baten récords en cada evento promocional de e-commerce, ya sea de ropa, tecnologí­a, viajes o incluso de artí­culos de la canasta básica.

A primera vista, semejante cuadro parece contradictorio, pero no lo es. Más bien, refleja una cruda semblanza de lo que está sucediendo en la sociedad argentina.

Una "grieta" en el changuito

Según INDEC, el consumo privado creció el año pasado 3,6%, siete décimas por encima del PBI. Lo que parece claro es que esa expansión no se dio de manera homogénea.

La consultora especializada Kantar WordlPanel midió una caí­da del 2% en el consumo masivo durante enero. Algunas de las compañí­as lí­deres en ventas de productos de la canasta básica señalaron, en diálogo con iProfesional, que febrero también fue "flojo".

Además, anticiparon que la tendencia para el resto del año recién podrí­a estabilizarse a partir de abril, cuando un mayoritario grupo de trabajadores perciba incrementos salariales.

Lo que empieza a quedar en evidencia es la divergencia de situaciones según los estratos sociales. Concretamente:

- Un grupo de asalariados, que está relativamente cubierto contra la inflación, mantiene cierto nivel de consumo

- Como contrapartida, están aquellos que en los últimos años vieron cómo sus salarios perdieron contra los aumentos de precios, tendencia que empeoró cuando se empezaron a actualizar las tarifas de los servicios públicos.

El año pasado, los precios de los alimentos subieron 20%. Las tarifas, un 56% promedio en todo el paí­s.

En conclusión, si se hiciera un mapa del consumo global, podrí­a concluirse que existe una franja de la sociedad con ahorros y capacidad para aprovechar las "posibilidades" que se le abren.

Una de ellas son los viajes al exterior de la mano del atraso cambiario. Prueba de ello es la salida de u$s11.000 millones del año pasado.

Esa "fuga" alarma a algunos economistas, como Carlos Melconian, que pidió un tipo de cambio más alto para esos viajantes, ya que profundizan el llamado "déficit de cuenta corriente", que no es otra cosa que las divisas que Argentina necesita para pagar la deuda externa, sostener su rojo comercial y la salida de dólares por turismo.

En palabras de Juan Manuel Primbas, analista de la consultora Kantar World Panel, el boom en las ventas de autos responde a un "efecto precios". Es decir, consumidores que aprovechan que los valores de los autos subieron menos que la inflación en los últimos años.

Lo propio puede argumentarse con las notebooks. Para algunos, se trata de la misma cantidad de aparatos que se traí­an desde Chile o Miami y pasaron a adquirirse localmente tras el abaratamiento que generó la quita de impuestos de importación.

A esto se suma el boom de hipotecarios, con créditos que se duplicaron el último año y permitieron que enero de 2018 se haya constituido en el mes de mejor performance de la última década, medido en escrituraciones apalancadas con préstamos bancarios.

La respuesta está en la pirámide

Una decisión tomada por la gigante del consumo masivo Unilever ayuda a comprender lo que está sucediendo.

Lanzó una cuarta marca de jabón para lavar la ropa en respuesta a la irrupción de jabones "truchos", que se venden en las calles o "sueltos" en almacenes de algunas barriadas populares.

¿Con qué intención? recuperar a los consumidores que dejaron de comprar en comercios tradicionales, luego de que la inflación les redujera el poder adquisitivo y los desplazara al mercado informal para adquirir artí­culos de baja calidad.

Otro caso notorio de reacción ante la retracción de ventas fue el de Carrefour: en respuesta a la pérdida de clientes que emigraron a canales alternativos, relanzó la estrategia de "precios corajudos", por la cual mantiene invariable los precios de 1.300 productos de marca propia desde agosto pasado.

Pese a ese "esfuerzo" para subir las ventas, ha tenido que aplicar polí­ticas de ajuste y se encuentra en un proceso de cierre de algunos puntos de venta y despidos masivos.

Otro sí­ntoma del cambio de contexto es el de Walmart, que debió incursionar en el segmento de las ventas al por mayor, formato al que recurrió en forma masiva la clase media en los últimos dos años, atraí­da por la posibilidad de ahorro.

El retroceso del consumo masivo no se limita a los supermercadistas: también pega de lleno en importantes alimenticias del paí­s, como Arcor y Molinos, que experimentaron fuertes caí­das en sus márgenes operativos.

Un indicio sobre este consumo "bipolar" lo da el hecho de que, mientras cae el consumo masivo crece fuerte el de bienes durables y el turismo al exterior, señalan desde Kantar.

De acuerdo con la consultora, esos sectores de "bajos" ingresos que en 2016 sufrieron un recorte consumista (de hasta 8%) no lograron recuperar casi nada de lo perdido al año siguiente, pese a la leve recuperación económica.

Es más, según Kantar, la denominada clase "media baja" y el sector "bajo superior" (trabajadores independientes y grupo de los asalariados formales), que en total engloba a seis de cada diez familias, vieron cómo su consumo siguió declinando.

Según Kantar, los únicos que pudieron consumir por encima del nivel de 2016 fueron las familias de ingresos más bajos (trabajadores informales y jubilados de menores haberes): registraron una mejora del 3% tras una pérdida de 8% el año anterior. Nada para festejar.

Mariela Mociulsky, directora de Trendsity, especializada en consumo, echa claridad sobre el "consumo bipolar": "Los sectores medios bajos y bajos se vieron obligados a reconfigurar sus tipos de compra, a raí­z de la pérdida de poder adquisitivo".

"Debieron restringirse a lo imprescindible y, en todo caso, concentraron sus ingresos para asegurarse la salud y la educación", afirma, en diálogo con iProfesional.

Mociulsky cuenta que en las últimas investigaciones detectaron que para explicar la caí­da del consumo masivo hay que ponerle el ojo al comportamiento de la "clase media-media y a la clase media baja".

"Son los que les cuesta mantener el consumo. Se enfocan en lo imprescindible porque advierten que están en un perí­odo de incertidumbre. Sienten temor a perder el trabajo o a seguir resignando capacidad de consumo", señala la experta.

La clave del ajuste hay que buscarla en el impacto por el aumento de las tarifas de los servicios públicos, incluyendo al transporte.

Fue lo que llevó a que, según una reciente encuesta de Ipsos, siete de cada 10 familias hayan tomado medidas de reducción presupuestaria para la canasta mensual. Las conductas más tí­picas fueron la adopción de marcas más baratas en alimentos y el recorte de compras en indumentaria.

¿Un fenómeno pasajero?

El riesgo, justamente, es que esta foto que muestra un retroceso del consumo masivo desde 2016 se cristalice.

El Gobierno tomó la decisión de que los salarios hagan de ancla inflacionaria en 2018, al propiciar alzas con techo del 15% contra una inflación esperada cinco puntos más arriba.

En esa estrategia, el peligro es que el consumo -responsable del 67% del PBI- quede planchado y le ponga freno a la actividad económica.

Otro relevamiento, de Trendsity, brinda un panorama similar: 54% de las familias reconoce que "no le sobra nada" cuando llega fin de mes. En otras palabras, no disponen de capacidad de ahorro.

A partir de esta situación, 9 de cada 10 consultados admiten que "tendrá que disminuir su consumo -en alguna de las categorí­as- durante los próximos seis meses" completa.

En el "Top 5" de los "gastos superfluos" aparecen: salidas y entretenimiento fuera del hogar; turismo; renovación de electrodomésticos; indumentaria y calzado; y los arreglos en el hogar.

Se trata de una estrategia defensiva, en un contexto de aceleración inflacionaria -con salarios que, en su mayorí­a, han quedado viejos y que corren por detrás de los precios.

A esta altura, cuando recién finaliza el verano y todaví­a queda la mayor parte del año por transitar, la única opción de levantar el consumo masivo es que los salarios le ganen a la inflación.

Un escenario que nadie está previendo. Todo hace suponer que el consumo bipolar -la grieta del consumo- se profundizará en este 2018.