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Un cambio de tono en el discurso macrista que deja en evidencia el inicio de un nuevo contexto polí­tico

Un cambio de tono en el discurso macrista que deja en evidencia el inicio de un nuevo contexto polí­tico
02/03/2018 - 11:25hs

Un cambio de etapa: eso fue lo que transmitió el discurso del presidente Mauricio Macri ante el Congreso.

Tanto el contenido como el tono de su alocución dejaron en claro la modificación del contexto polí­tico del paí­s y, sobre todo, el fin del perí­odo en que el discurso de la "pesada herencia" tení­a buena receptividad.

La amplitud de temas fue grande y salió de lo estrictamente polí­tico para tocar aquellas cuestiones dirigidas al "ciudadano de a pie", que incluyó párrafos dedicados a la obesidad infantil o a la necesidad de abrocharse el cinturón de seguridad en los autos.

Algunos vieron en esas inclusiones una ratificación de la "lí­nea Durán Barba", que pugna por ablNandar el mensaje polí­tico y no ceñirlo a un auditorio del "cí­rculo rojo".

Si se compara el discurso y el ambiente del Congreso de este jueves respecto de las dos primeras aperturas legislativas hechas por Macri, el contraste es elocuente.

Hace un año, el clima en las barras era casi futbolero. El Presidente "chicaneaba" con frases que parecí­an destinadas a irritar al kirchnerismo, como la alusión a que no habí­a asumido su cargo "para que nos hagan un monumento".

En aquel discurso de 2017, desde la gran cantidad de veces que mencionó la palabra "corrupción" hasta las alusiones a la falsificación estadí­stica en el INDEC, o la crí­tica al "relato" de un modelo que se enfocaba en "regalarnos el presente para robarnos el futuro", todo tení­a un destinatario claro.

Era, justamente, la gran ausente en la mañana de este jueves, la flamante senadora Cristina Kirchner.

Ahora, en cambio, las alusiones a la oposición fueron notablemente más suaves. Más bien, el discurso pareció orientado a reafirmar el apoyo del sector que le dio los votos al macrismo para ganar las últimas legislativas.

El equipo de asesores de Macri tomó nota de los indicadores de desánimo social, tales como las encuestas que marcan un 58% de expectativas sobre que este año la situación del paí­s empeorará.

A ese público estuvo dirigido el "gracias por entender que las cosas llevan tiempo y que no hay atajos ni soluciones mágicas".

Por eso, el "sí­ se puede" que corearon los legisladores macristas y el propio Presidente tuvo esta vez menos sentido "peleador" y proselitista, y más bien sonó defensivo ante las crí­ticas.

No por casualidad, la frase que mejor sintetizó el discurso y que quedó resonando en los medios de prensa y redes sociales fue "lo peor ya pasó".

Toda una admisión tácita sobre la frustración provocada por las dificultades económicas y sociales que caracterizaron la primera mitad de la gestión macrista.

Indicadores ambivalentesA diferencia de otras oportunidades, Macri prefirió no ahondar en la economí­a y planteó una agenda variada, con propuestas de reformas que apuntan al largo plazo

Una de las pocas "victorias" de las que pudo jactarse en este rubro fue el regreso del crédito hipotecario accesible a la clase media, que está apuntalando un boom en la construcción.

Pero el resto de las alusiones del Presidente dejó dudas que no tardaron en ser explotadas por los dirigentes de la oposición, que hicieron referencias a una "desconexión con la realidad".

Por caso, el jefe de Estado volvió a hablar de crecimiento y de llegada masiva de inversiones, en un momento en que casi todo el gremio de los economistas, así­ como organismos internacionales y bancos de inversión hacen saber sus dudas respecto de la viabilidad del plan económico.

"La inversión aumenta. El año pasado creció un 11% y es esa inversión precisamente la que nos garantiza que vamos a seguir creciendo, porque agranda nuestra capacidad para producir", dijo Macri. Pero la frase contrasta con las expresiones preocupadas que recibieron funcionarios en las recientes giras y entrevistas con financistas extranjeros.

Por otra parte, a la hora de reivindicar algunos de los indicadores de mejora en el consumo, hubo un llamativo parecido con los datos que le gustaba esgrimir a Cristina Kirchner.

"Este enero tuvimos récord de venta de cemento, de asfalto, de autos, de autos usados, y de motos, de turismo y de vuelos de pasajeros", se jactó Macri, en uno de los pasajes más aplaudidos por la bancada oficialista.

De hecho, cuando estaba en la oposición, el macrismo apuntaba a que muchos de esos parámetros eran más un sí­ntoma de los defectos que de las virtudes del modelo, ya que se trata de los tí­picos rubros que explotan en un momento de atraso cambiario y de déficit fiscal fogoneado por la obra pública.

De hecho, los últimos números conocidos antes del discurso presidencial dan cuenta de déficits récord en balanza comercial y de cuenta corriente, así­ como de un boom de salida de dólares por turismo y demanda de billetes.

Más polémica aun fue su alusión a que las mejoras serán posibles "gracias a que la inflación está bajando". La realidad es que viene subiendo y en el último cuatrimestre acumula un alarmante 9%, sin que haya optimismo visible en el mercado respecto de un freno a corto plazo, dado el efecto de arrastre de los aumentos tarifarios.

El propio Macri se cuidó bien de no mencionar la cuestionadí­sima meta del 15% para este año, que ya ni los propios funcionarios tienen en cuenta para sus estimaciones y que sólo se pone en la mesa de negociación salarial ante los sindicatos dí­scolos como el de los maestros, para quienes tuvo una de las pocas "chicanas" del dí­a.

Más bien, el Presidente prefirió limitarse a prometer que este año la inflación será más baja que en 2017, que cerró con un registro de 25%.

Sin alternativa al endeudamientoPero tal vez el mensaje "entrelí­neas" más importante sobre la lí­nea económica fue el vinculado al rechazo a una polí­tica de shock

Fue, para empezar, todo una admisión de que ya no sólo el macrismo está preocupado por responder a las crí­ticas clásicas del "populismo" sino también a aquellos de orientación liberal que tienen prédica sobre buena parte del electorado de Cambiemos y está frustrada por la lentitud de las reformas.

En los últimos dí­as arreciaron los pronósticos oscuros de consultoras que pusieron el foco en el costo de postergar un ajuste drástico a nivel fiscal y de mantener el esquema gradualista.

"Ustedes escuchan que algunos nos critican por ir demasiado lento y otros por ir demasiado rápido. Los primeros piden un shock de ajuste. A ellos les digo que acá vinimos a reducir la pobreza y a asegurarnos que ningún argentino pase hambre", fue la frase del Presidente.

La contracara de esa definición es que la polí­tica de endeudamiento público -una de las más criticadas en el modelo económico- seguirá firme, porque sencillamente no hay alternativa a la vista.

De hecho, la frase "vamos a dejar de endeudarnos" quedó condicionada a que se cumplan las metas de baja en la inflación y déficit fiscal. Es decir, un objetivo de largo plazo.

La opción de un recorte más fuerte en el gasto es percibida en el Gobierno como una medida sin consenso social ni margen polí­tico.

El recuerdo de los incidentes violentos de diciembre frente al Congreso, mientras se aprobaban la reforma tributaria y la jubilatoria, sobrevoló el ambiente.

Eso explica por qué en la nueva agenda legislativa hay menos temas espinosos y aparecen otros que parecen destinados a reconciliarse con la opinión pública, como el proyecto de ética en la función pública, el debate sobre el aborto o la ampliación de derechos por licencia para paternidad.

Es así­ que la reforma laboral, en su momento uno de los anhelos que Macri impulsó con más decisión, quedó ahora algo devaluada.

De hecho, la parte de esa reforma que mencionó en su alocución es la de objetivo más fiscal y cortoplacista, la de la amnistí­a para promover el blanqueo de trabajadores "en negro".

Como contrapartida, queda en duda qué ocurrirá con la reforma estructural para "el trabajo del siglo 21" y que ha sido recibida con escaso entusiasmo por parte de las centrales sindicales.

El cambio de tono de Macri quedó también en evidencia en la cantidad de veces que pronunció la palabra "diálogo" y en las alusiones elogiosas a los gremios que han mantenido una postura moderada y que se avinieron a cerrar acuerdos que incluyeran pautas de productividad.

El llamado a dialogar "sin patoterismos ni extorsiones" tuvo destinatarios claros y dejó en claro la lí­nea que quiere trazar Macri: el de la gente con la que se puede hablar y aquellos con los que no vale la pena.

Sin embargo, las primeras declaraciones de los dirigentes peronistas luego del discurso dejan en claro que la convivencia en el Congreso no será tan fácil. Abundaron las crí­ticas por la falta de resultados y los reclamos por otro "proyecto nacional".

En otras palabras, que el peronismo está dispuesto a hacer valer su apoyo a la hora de votar iniciativas del Gobierno y que -con el 2019 ya más cerca en el horizonte- también percibe el cambio de clima polí­tico.