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Cómo fue la investigación que hizo caer a la banda en la embajada rusa

La operación llevó más de un año de investigación. Hay 4 detenidos y uno de ellos es policía de la Ciudad. El líder de la organización está prófugo
23/02/2018 - 00:56hs

Unos 400 kilos de cocaí­na escondidos en valijas fueron encontrados en la embajada de Rusia en Buenos Aires. El alerta lo dio el propio embajador, Viktor Koronelli, que ocupa ese puesto desde 2011.

El cargamento estaba listo para ser embarcado en un vuelo diplomático que iba a transportar una mudanza. Pero el dato sirvió como punto de partida para una investigación que resultó en la detención de cuatro personas, una de ellas un policí­a de la Ciudad que cumplí­a tareas de seguridad dentro de la embajada.

El embajador alertó el 14 de diciembre de 2016 al Gobierno de Argentina que habí­a encontrado 389 kilos de cocaí­na repartidos en 360 paquetes en 12 valijas en el colegio de la representación diplomática de Rusia en la ciudad de Buenos Aires.

Se desplegó una investigación en la que se hicieron escuchas telefónicas, tareas de inteligencia y un plan para cambiar la droga por harina. Se colocó un GPS en las maletas y se rastreó el cargamento hasta que cayeron los cuatro sospechosos, dos en Argentina y dos en Rusia, mientras que una quinta persona prófuga es buscada en Alemania.

Cuando el embajador Koronelli advirtió la irregularidad, dio aviso al gobierno argentino y a partir de allí­ el Ministerio de Seguridad trabajó en conjunto con su par soviético, la Policí­a Nacional de aquel paí­s y Gendarmerí­a.

Uno de los prófugos, identificado en la investigación judicial como el "señor K", fue rápidamente individualizado por empleados de la embajada rusa en Argentina. A partir de allí­ se tejió la maniobra para hacer caer a la banda.

Tras el entrecruzamiento de llamados y la revisión de contactos anteriores del "señor K", se logró determinar que sus cómplices eran Ali Abyanov, contador de la embajada hasta julio de 2016 (está apuntado como el encargado de ingresar las valijas al edificio), un ruso nacionalizado argentino llamado Alexander Chikalo, y un subinspector de la Policí­a de la Ciudad (ingresó a la Fuerza en 2013), identificado como Iván Blizniouk.

La estrategia de los investigadores fue dejar correr la situación, pero intervenir las valijas para plantar una trampa a la organización. Cambiaron la cocaí­na y colocaron el mismo peso exacto (389 kilos) de harina. Además, instalaron varios sistemas de rastreo satelital (GPS). Mientras el vuelo diplomático llevaba la "carnada" a Rusia, el foco se colocaba en los personajes en cuestión.

Las transcripciones de las escuchas no dejan dudas del accionar de la banda, que aún podrí­a tener más integrantes. No sólo habí­a contactos entre Argentina y Rusia, también se marcaron contactos en personas en Alemania y en los Paí­ses Bajos.

Se pudo constatar que antes de optar por el viaje diplomático, se evaluaron dos opciones. Meter las valijas en un vuelo privado, con la necesidad de transportar la droga en un vehí­culo diplomático hasta la base aérea en cuestión.

La otra alternativa era cargarlas en un viaje de cadetes, supuestamente de la Policí­a de la Ciudad, que viajarí­an para recibir capacitación en Rusia.Blizniouk, detenido el miércoles a la madrugada en Ezeiza al llegar de un vuelo de Roma junto a su novia, trabajaba en el instituto de formación de la Policí­a de la Ciudad y era oficial de enlace con sus pares de Rusia, China y México. Ese cargo, y su excelente manejo del idioma ruso, le permitieron ser un eslabón clave en el armado del enví­o. Para los investigadores, Chikalo se convirtió en su aliado en Argentina, tras el regreso a su paí­s del contador Abyanov.

Finalmente, las valijas fueron en la mudanza y al llegar a Rusia permitieron identificar a los otros puntales de la banda. La ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, destacó que "no hubo filtraciones" y durante un año se pudo "mantener en secreto" la investigación.

Sin embargo, aún quedan cuestiones por resolver. La más importante es dar con el jefe de la banda, el que mayor interés tení­a de poner en Rusia los cientos de kilos de cocaí­na de máxima pureza: el "señor K".