Menos alcohol, más dulzura, otros envases: alternativas del vino argentino para recuperar consumo
El vino es el fruto de la tierra y del trabajo del hombre. Nada más místico como real. Pero la realidad es más dura. El consumo de vino argentino en la Argentina cayó hasta menos de 20 litros al finalizar 2017, el índice más bajo de toda su historia. Para mantener el trabajo del hombre, y la mística que surge de su cultura, la industria necesita recomponer los niveles de consumo de hace 10 años. Y para lograrlo necesita actuar en varios frentes.
Bajar la gradación alcohólica, incrementar la cantidad de líneas de vinos dulces y rosados, diseñar nuevos envases, más pequeños, y alentar el consumo del bag in box, además de derribar cientos de prejuicios en el consumidor de vino conforma el conjunto de frentes que tiene que atacar la industria si pretende que vuelva a estar en la mesa de todos los días. Tal como ocurría hace varias décadas atrás. Espacio que le fue ganando, con los años, la cerveza, las aguas saborizadas y otros aperitivos.
El desafío será enorme. Pues hacia adelante, el consumo no experimentará explosiones, ni curvas que crezcan de manera vertiginosa. En el marco de un 2018 con un consumo que, se prevé, "tibio", tal como lo describió el consultor Guillermo Oliveto, la industria del vino tendrá el doble desafío de lograr no sólo evitar que el consumo siga cayendo sino, por el contrario, estabilizarlo rápidamente y sentar nuevas bases para volver al crecimiento.
"El consumo interno pide vinos más frescos, jóvenes. Y la industria debe prestar atención a estos aspectos puesto que el 50% de los consumidores de vino lo toman al mediodía, mientras que el 40% de quienes beben vino son mujeres", dijo Oliveto, director de la consultora W, durante una conferencia de prensa que organizó la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR), a cargo del diseño del Plan Estratégico Vitivinícola 2020.
"Estimamos que podríamos recuperar los 25 litros de vino de consumo per cápita anual en dos años, siempre que logremos estabilizarnos con normalidad. El problema de la caída del consumo tuvo más que ver con el desfasaje del precio que por la pérdida del consumo en sí mismo. La brecha tiene que ver más con el precio que con otra cosa", explicó Daniel Rada, director del Observatorio Vitivinícola Argentino.
El vino aumentó a niveles que rozaron casi el 100% tanto en 2016 como en 2017. La razón se debió a que en 2016 se registró la producción de uva más baja de los últimos 50 años, con su impacto directo en la elaboración de vino.
Si bien hubo otros factores, como la devaluación, los ajustes tarifarios, los costos de la logística y la falta de acuerdos comerciales con otros países, el más preponderante fue el vinculado con las inclemencias climáticas, que afectaron básicamente a la cosecha.
Si bien la vendimia de 2017 fue mejor, no alcanzó para recuperar los niveles de los años anteriores. El impacto volvió a sufrirse en los niveles de más volumen, es decir, en el vino de mesa, sea en su presentación en botella o en tetra brik.
Es en las presentaciones donde la industria también está analizando innovar. "El problema fue innovar (con los envases) en un contexto de cosecha difícil", explicó, por su parte, Hilda Wilhelm de Vaieretti, vicepresidente de la COVIAR quien señaló que "hay más apertura de la industria a explorar nuevas posibilidades. El bag in box es una de ellas, entre otras".
El bag in box es un envase que se pensó, inicialmente, para el canal gastronómico pero que hoy podría funcionar muy bien en la mesa familiar. Se trata de bolsas que suelen guardar de 3 a 5 litros de vinos de muy buena calidad al vacío. Esa bolsa, que a su vez está guardada en una caja de cartón, cuenta con una válvula que permite servir vino sin que le entre oxígeno, por ende, el producto no se echa a perder. Es la razón por la que se pensó, al principio, para el canal gastronómico: permite ofrecer el vino por copa a buen precio sin perder calidad. Pero que, dadas sus características, podría funcionar muy bien en un hogar donde se bebe vino todos los días. La caja podría durar varios días sin que, por ello, el vino se oxide.
Pero la participación del bag in box es de sólo el 3% del total de vinos que se produce en la Argentina. Las bodegas parecen estar entendiendo que esa será una alternativa para incrementar el consumo del vino todos los días aunque demandará un enorme trabajo de comunicación derribar prejuicios del consumidor, que suelen confundir esa caja con la del tetra brik.
Las cosas no se quedan en este tipo de envase. También se evalúan otras alternativas, especialmente porque el 60% del total del vino que se produce en la Argentina es el vino básico, el de mesa, el que sostiene a la industria.
La innovación pasa también por la reconversión de viñedos. Si bien se trata de una tarea que ya lleva más de dos décadas, aún restan transformar muchos cultivos, especialmente aquellos que producen uvas comunes para pasar a uvas de calidad, varietales, sea malbec, cabernet, tempranillo, torrontés, o cualquier otra apta para la vinificación.
"Una tendencia es que el vino de mesa vaya hacia un varietal. Eso ya ha mejorado y continuará mejorando", agregó Wilhelm. En otras palabras, será cada vez más frecuente que aquellos vinos de mesa, en cuyas etiquetas no decía más que blanco o tinto, ahora expresen la uva con la que están elaborados.
Esto es producto de una serie de mejoras que se fueron impulsando para elevar la calidad de los vinos que están en la base y que, una vez más, son los que sostienen la industria. Los que, en definitiva, permiten que también se puedan elaborar productos de alta gama.
Otro aspecto de la innovación y de las demandas de los consumidores tienen que ver con la gradación alcohólica. Y eso está atado a las regulaciones del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) a cargo de establecer los porcentajes de alcohol de los vinos tintos y blancos de acuerdo a las características que presenta la cosecha cada año.
Para poder avanzar con vinos de menor gradación alcohólica, la industria tendrá que evaluar ese tema junto al INV. Y no se trata de una tarea que se resuelva de un día para otro. Por eso, la urgencia es a actuar rápidamente en lo que presente la coyuntura y a planificar de cara a lo que se espera alcanzar en el futuro.
Y la coyuntura está atada a la cosecha. Justamente, el trabajo del hombre.
Aunque recién este miércoles se conocerá el pronóstico de cosecha 2018 y, con él, las previsiones de producción de vino para el año, se cree que hay una oportunidad para volver a posicionar al producto tanto en la mesa de los argentinos como del mundo.
La oportunidad podría venir no sólo de la mano de lo que pueda ocurrir con la vendimia en curso, sino también de lo que está sucediendo en otros mercados internacionales. Los países del Viejo Mundo, entre los que se encuentran Francia, España e Italia, entre otros, también se encuentran sumergidos en sus propias crisis con caídas importantes tanto en la producción como en el consumo.
Los excedentes de vino que se encuentran en el mercado argentino -producto de la caída en el consumo interno- podrían volcarse a esos mercados. Pero para que eso ocurra la industria pide que se suba el reintegro a las exportaciones del 6% al 9 por ciento. Eso permitiría que se incrementen las ventas externas en más de un 11% durante este año.
Este aspecto tiene un doble efecto positivo. Si se vuelcan más productos al mercado exportador, se descomprimiría la situación del mercado interno, entre ellos, una menor presión sobre el precio final que paga el consumidor. A su vez, esto también impactaría positivamente en la situación de los productores de uva.
En un año donde el consumo será "tibio", Olivetto consideró que el sector "tiene que jugar su propio partido. Competir con la cerveza en precio comparativo y mejorar la brecha que hoy posee".
En busca de competitividadLa industria vitivinícola no está pidiendo devaluación para ganar competitividad. Quiere que el Gobierno le dé tres puntos más de los reintegros de las exportaciones para que las ventas externas se incrementen un 15% durante 2018 y, así, continuar avanzando con la meta de alcanzar un 10% de participación en el comercio mundial del vino.
Así lo expusieron este mediodía los principales referentes de la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR), la entidad que diseñó el Plan Estratégico Vitivinícola 2020, integrado por los gobiernos de las provincias productoras de vino y los distintos actores del sector privado, y que apunta a integrar a los pequeños rouctores, a fortalecer el mercado interno y consolidar las exportaciones hasta alcanzar ventas en por u$s2000 millones.
Ese objetivo exportador, previsto en el inicio del diseño del plan, para 2020, no se cumplirá. En 2017 las ventas externas totalizaron algo más de u$s800 millones, luego de haber alcanzado un pico de u$s1000 millones en el año anterior. Hasta 2011, cuando la economía todavía mantenía ciertos niveles de estabilidad, todo indicaba que esa meta se alcanzaría. Pero las decisiones macroeconómicas tomadas desde entonces impidieron alcanzar el objetivo en tiempo y forma.
Por eso, y ante una situación donde las exportaciones se plantaron, con sus vaivenes, en los u$s1.000 millones anuales, la industria le pide al Gobierno que los reintegros a las exportaciones, que hoy son de 6%, suban hasta 9%. "Esos tres puntos de diferencia representan u$s30 millones de recaudación para el Estado nacional que, sin embargo, se vería beneficiado pues las exportaciones, con esa diferencia, se incrementarían en unos u$s100 millones en el año", dijo Angel Leotto, presidente de la COVIAR.
"Nuestras exportaciones fueron creciendo en los últimos años a razón de dos dígitos anuales, y eso se debió a costa de quitarles mercado a otros países. Pero ese crecimiento se frenó. Hoy apenas rozamos el 4% de participación en el mercado mundial de vinos, y para alcanzar el 10% que pretendemos a partir del Plan Estratégico necesitamos ganar en competitividad", dijo Walter Bressia, presidente de Bodegas de Argentina y vicepresidente de la COVIAR.
El dirigente enfatizó lo que había aseverado Leotta: "Necesitamos que la Nación nos dé una mano en esta coyuntura. No estamos acostumbrados a pedir cosas a la Nación, siempre nos manejamos con nuestros recursos. Pero en esta situación compleja (por la caída de la producción de los últimos dos años) estamos pidiendo un reintegro de la exportación. Hoy es de 6% y queremos un 9%. Es un mínimo, que no influirá en los números del gobierno nacional pero que a la industria le permitirá ser más competitiva, generaría más exportaciones y, por esa razón, más ingresos al país", enfatizó Bressia.
El Plan Estratégico Vitivinícola diseñado por la COVIAR se maneja, justamente, con recursos propios, provenientes básicamente del sector privado, que aporta un porcentaje de sus ingresos, para sostener la promoción del "vino argentino, bebida nacional" básicamente en el exterior.
La reducción de las exportaciones de vino argentino se dio, básicamente, en el segmento de bajo precio, que oscila entre los u$s2,5 y los u$s3. La necesidad de ganar competitividad para no perder participación en ese segmento se debe a que esos vinos son producidos, principalmente, por los pequeños productores vitinícolas, los que aportan el volumen de la industria.
Sin volumen no es posible sostener a un sector que, además de atravesar a ocho provincias del Oeste argentino, y estar expandiendo su influencia hacia el Este de la Argentina, involucra el trabajo de más de 17.000 productores que dan empleo a más de 120.000 personas. Sólo estos números muestran la relevancia de esta economía regional que, con los números que muestra, representa a una de las actividades más importantes del país.
"Veo a la vitivinicultura como la gran cultura del trabajo del oeste argentino expandiéndose al resto del país. La veo como cultura del trabajo, por eso el futuro es esperanzador. Nos tenemos que asumir como país vitivinícola y por eso tenemos que trabajar en los distintos aspectos", sintetizó Wilhelm de Vaieretti.