La verdad de la pelea por la tasa: el día en que Macri se preocupó por el dólar y apoyó el plan "Sturze"
Arrancaba la semana y Mauricio Macri, allá en el Sur, pareció convencerse de la necesidad de ponerle paños fríos a la disputa interna dentro de su Gobierno.
El dólar volvía a coquetear con los $19,50 en bancos y casas de cambio y un llamado telefónico de Federico Sturzenegger terminó por persuadirlo: el Banco Central debía limitar la baja de la tasa y ponerle rápidamente un techo a la escalada del billete verde.
Y así fue: el día después de la decisión sobre la baja "light" del tipo de interés, se apaciguaron las aguas en el mercado cambiario.
El dólar cayó a $18,96. Es decir, pasó a valer 30 centavos menos que en la jornada anterior.
Macri respiró aliviado, Sturzenegger pudo mostrar que él es quien sigue definiendo el costo del dinero y la City aplaudió la decisión tomada por el Banco Central.
En el circuito mayorista, la divisa terminó en $18,63, prácticamente en el mismo nivel del 28 de diciembre, día en que el banquero central tuvo que mostrarse (incómodamente) en público con Marcos Peña, Nicolás Dujovne y compañía en el anunció sobre la nueva meta de inflación.
Sturzenegger superó ese trago amargo y el martes tuvo su revancha: apenas redujo el costo del dinero de 28,75% a 28%, cuando muchos esperaban una baja cercana al 2%.
El hecho de que la tasa en pesos permanezca en niveles muy altos en términos reales sirvió para ponerle un límite a la escalada alcista del dólar. Pero, en simultáneo, le dio un impulso renovado al carry trade (o bicicleta financiera).
Desde sus vacaciones en el Sur, Macri escuchó con suma atención los argumentos de Sturzenegger, quien le sugirió tomar con pinzas (por no decir descartar) las recomendaciones del "ala política".
Es decir, que más que darle impulso a la economía lo que iba a suceder si se bajaba mucho la tasa era:
- Que el billete verde iba a tener un salto excesivo
- Que ese repunte se trasladaría al resto de los precios de la economía
- Que iba a crecer la incertidumbre en la sociedad e inversores
Además, el titular del BCRA le compartió su vaticinio: el combo entre una mayor inflación e incertidumbre cambiaria produciría un daño irreversible sobre el proceso económico.
Macri escuchó atento semejantes advertencias. Esperó unas horas, vio cómo el dólar no paraba de subir y entonces tomó la decisión: "bancar" al jefe del BCRA, a quien conoce de muchos años y es uno de sus economistas preferidos.
Sobre halcones y palomas
Si a esta altura algo quedó en la superficie, es que existe una indisimulable puja de poder entre la Jefatura de Gabinete y el Banco Central.
El "ala política" está enfocada en asegurar el repunte de la economía; el Banco Central, en seguir dándole pelea a la inflación.
Esta disputa pareció zanjarse el "Día de los Inocentes", cuando Marcos Peña apadrinó la conferencia de prensa en la que anunció un cambio en la meta inflacionaria para este año: de la banda del 8%-12% se pasó a un objetivo del 15%.
A instancias de la Jefatura de Gabinete, esa mayor tolerancia a la suba de los precios debía complementarse con una rebaja sensible de la tasa.
Sin tantos apremios para cumplir con una meta exigente -e incluso con la posibilidad de que el índice termine siendo un par de puntos más- todas las fichas habían quedado puestas en asegurar la levantada de la actividad. Incluso, si esa elección implicaba avalar un dólar más alto.
En definitiva, analizaban en Casa Rosada, una mejora en la competitividad cambiaria era la única forma de abrir las puertas a las inversiones, que se demoran en aparecer.
Los últimos datos del INDEC parecieron darle la razón a quienes muestran preocupación por el enfriamiento de la actividad: según el organismo, la economía se estancó en los últimos meses de 2017, en la comparación mes contra mes.
En medio de los aumentos de las tarifas de los servicios públicos, incluido el transporte desde febrero, lo más probable es que el nivel de consumo no logre levantar.
De ahí que se necesiten señales más ventajosas para las inversiones, de modo tal de mantener la perspectiva de expansión del 3,5% para este año.
"Si el tipo de cambio continúa rezagado, será muy complicado sostener esa previsión", admite un funcionario con oficina en Balcarce 50, quien sigue sin poder ocultar su insatisfacción por la reciente decisión de Sturzenegger.
"Ya vimos que quienes se muestran dispuestos a invertir en la economía real, antes de traer sus dólares necesitan tener la certeza de un modelo económico sustentable", completa.
La misma fuente del "ala política" no disimula su frustración y destaca una "paradoja", tras la tibia reducción de la tasa: "Al final, Sturzenegger, quien fue el que erró en su pronóstico de inflación, es el que se lleva el triunfo".
Desde Wall Street observan esta dinámica con suma atención.
Quienes toman decisiones en uno de los fondos líderes (por su tenencia en papeles de la deuda argentina) reparan en que hace unos días corrió como reguero de pólvora el rumor de una supuesta renuncia de Sturzenegger. Y que ahora se lo observa con un poder renovado.
"Los inversores dudan sobre cómo terminará esta situación, que va más allá de una interna política. El Presidente tendrá que resolver -como hacen los arqueros- a qué palo se juega", grafica un reconocido ejecutivo de Wall Street que pide no ser mencionado.
Es decir, "si le suelta la soga al dólar para que fluyan las inversiones -como ocurrió antes de fin de año- o si prioriza la lucha contra la inflación. Aun cuando ello implique una actividad más amesetada", añade.
El episodio que decantó en la reducción tenue de la tasa de interés mostró la sensibilidad política que genera una abrupta suba del tipo de cambio.
De hecho, Macri le había pedido a Sturzenegger la intervención directa del BCRA sobre el mercado en dos oportunidades:
- A comienzos de su mandato, cuando el dólar superó por primera vez los $16
- En las jornadas previas a las PASO, en momentos en que el billete verde superó los $18
En el comunicado del martes, el BCRA ya anticipó que será "cauteloso" al definir qué hará con la tasa de interés y que, para que haya otras bajas, debe confirmarse primero el cumplimiento del proceso desinflacionario.
Esa observación, guiada por Sturzenegger, generará seguramente más tensiones con el "ala política". ¿Por qué?
Básicamente, ya que el propio banquero central avisó que va a monitorear las "variables de alta frecuencia" (inflación y dólar) en contraposición a quienes priorizan el repunte de la actividad economía (variable de baja frecuencia).
Por ahora, el temor a que un alza sensible del billete verde dispare la inflación prevalece sobre la otra cuestión. Para muchos, en las próximas semanas el Gobierno debe mejorar el canal de comunicación sobre su estrategia.
Algunos economistas de la City y de Wall Street empezaron a sospechar si la actitud conservadora del Banco Central no hará que el "modelo M" quede a mitad de camino entre la necesidad de domar los precios y propiciar que la economía crezca en base a inversiones productivas.
Economistas de distintas extracciones, como Miguel Bein o Claudio Loser, se muestran a favor de una paridad cambiaria más competitiva.
Bein cree que el dólar "debería valer un peso más" que los casi $19 actuales. Loser es más audaz: "Pienso que tendría que estar mucho más alto. No me molestaría verlo en 22 o 23 pesos".
Un escenario de tasas altas puede seguir trabando la llegada de inversiones a la economía real, por la sencilla razón de que un tipo de cambio rezagado torna a la Argentina cara (en dólares), plancha la actividad y destruye empleos. Aun, cuando se detecte un proceso desinflacionario.
Desde el otro lado del mostrador se cree que, antes que nada, el Gobierno debe asegurar el mejor nivel de actividad posible.
Es la única forma, razonan los defensores de esa postura, que los inversores le sigan prestando al país a tasas razonables, en dólares. Y que eso es lo más importante, en el marco del actual esquema de gradualismo y ante la necesidad de financiar el bache fiscal.
Para Sturzenegger, esa posición resulta banal: sigue creyendo que lo más reactivante para la economía es una baja continua de la inflación. Y que, en todo caso, el costo del dinero irá abaratándose en la medida en que ese proceso avance.
Hay una tercera posición en esta discusión, que viene ganando adeptos en los despachos oficiales: la chance de que, más temprano que tarde, el Gobierno admita públicamente que el crecimiento de este año será más bajo que el proyectado en el Presupuesto.
Si fuera así, argumentan, el BCRA tendría mayor margen para bajar la tasa sin que ese movimiento se traslade necesariamente a los precios, ante la perspectiva de un menor crecimiento.
El eventual sinceramiento de los inconvenientes macro choca contra una situación que puede ser frustrante: que esa admisión termine por pinchar más las expectativas y, finalmente, al PBI le vaya peor a lo estimado.
El debate en el seno del Gobierno sigue abierto. Las novedades, de seguro, no tardarán en llegar.