Quiénes ganan y quiénes pierden con el dólar a 19 pesos
El Gobierno "recalibró" su política económica. La nueva meta de inflación, del 15% para 2018, es más alcanzable que la de 10%, aunque sigue debajo de las expectativas del mercado.
La decisión de bajar las tasas de interés -que comenzó a notarse el jueves, a poco del anuncio- provocó una disparada inmediata del dólar, aunque el viernes la divisa se desinfló. Más allá de los vaivenes, los economistas esperan para el año que comienza algo más de inflación y un dólar más caro.
El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central mostraba en noviembre que los economistas esperaban para fines de 2018 una inflación del 16,5% promedio y un dólar en $20,3 para la venta. Distintos analistas consultados por pusieron en revisión esos pronósticos.
"Esperábamos 19% de inflación y ahora algo más de 20 por ciento", dijo Ramiro Castiñeira, economista de Econométrica. "El dólar va a acompañar a la inflación; no tiene más margen para atrasarse con un déficit de cuenta corriente de cinco puntos del PBI", agregó.
"La inflación estará en 19%, con 3,4 puntos aportados por la suba de tarifas, y el dólar se moverá un 15 por ciento", sostuvo Federico Furiase, de Eco Go.
Mariano De Miguel, economista que dirige el Instituto Estadístico de los Trabajadores (IET) de la Universidad Metropolitana (UMET), sostuvo: "Veíamos la inflación en 20 o 21%, punta a punta 2018. Hay que ver si el Banco Central logró desacoplar los precios del tipo de cambio. Si (el dólar) se estabiliza en un nuevo nivel, es difícil pensar que no pegue en la inflación y podríamos pasar a un promedio de 21 o 22%", agregó.
La apuesta oficial es que las tasas de interés más bajas dinamicen la economía, para crecer 3,5 por ciento anual de manera sostenida. La contracara del relajamiento de la política monetaria es una suba del dólar, aunque el Ejecutivo espera que no se traslade a precios.
El dólar más alto beneficia al sector agroexportador, que recupera competitividad, aunque parte de sus costos también están vinculados al valor de la divisa. Las economías regionales que exportan su producción, como los arándanos o los limones, también ganan algo de espalda.
La industria ve con buenos ojos la baja de tasas de interés, que permite financiar más barato el capital de trabajo y favorece a las inversiones productivas.
Una devaluación del peso, en cambio, no impacta de manera lineal en los distintos sectores. "El que vende en el mercado interno se beneficia porque se encarecen un poco más las importaciones, siempre que no se resienta el consumo. Pero hay sectores, como el textil, en los que 10% más o menos de tipo de cambio no modifica nada", sostuvo un analista con años de trayectoria en el sector manufacturero.
"Una tasa de referencia del 28,75% implica para una pyme que quiere descontar un cheque una tasa astronómica del 40%", graficó Leandro Mora Alfonsín, director ejecutivo de Faima, la federación de la industria maderera a TN.
"Un aumento del dólar, para nosotros, es un posible aumento de costos. Y somos muy sensibles al ingreso real de la gente. Si cae el salario real, la primera decisión que se toma es dejar de comprar un mueble", continuó.
En la misma línea, el presidente de Industriales Pymes Argentino (IPA), Daniel Rosato, reclamó que los empresarios no trasladen a precios los vaivenes en el tipo de cambio y le pidió al Gobierno que la suba del dólar no impacte en los costos productivos, como la energía y el combustible.
Los bienes importados o con altos componentes de piezas importadas en su fabricación aumentarán de precio si el dólar avanza. Los casos más concretos son los autos y los electrodomésticos.
La electrónica nacional está, en su gran mayoría, fabricada con piezas importadas. Para las fábricas, no es lo mismo un dólar a 17,60, como el del 30 de noviembre, que uno a $19, como el del último día del año. Ese 8% de diferencia puede repercutir en los precios.
Lo mismo ocurre con las computadoras y otros productos importados. En este caso, el traslado a precios es más lineal.
Fuentes del mercado retail indicaron que esperarán a que el tipo de cambio se tranquilice para decidir qué sucederá con los precios. Expresaron que 2017 fue un año en el que las ventas se recuperaron traccionadas por promociones. Ante cualquier aumento, la demanda se retraería de nuevo.
Paradójicamente, el segmento más sensible al vaivén del dólar que tanto promueve el Banco Central con su política de no intervención es el que componen las familias de clase media que tramitan un crédito hipotecario en UVA, la herramienta que también impulsó el Central y que significó la duplicación del stock del préstamo para la vivienda en un año.
La familia que tiene un crédito preaprobado y debe escriturar corre riesgos, porque el inmueble cotiza en dólares y los pesos que tiene para comprar la vivienda no alcanzan si la divisa sube.
El tomador de préstamos en UVA también se perjudica si la mayor cotización del dólar se traslada a precios, porque su deuda se actualiza por inflación. Si los precios suben, la cuota se encarece. Son los riesgos de tomar deuda indexada en un país de elevada inflación.