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Submarino ARA San Juan y pesca ilegal: 44 héroes para erradicar un negocio de u$s1.000 millones anuales

El submarino monitoreaba buques furtivos ejerciendo pesca ilegal. China, Corea del Sur, Taiwán y España, los países que más “rapiñan” peces locales
25/11/2017 - 06:04hs
Submarino ARA San Juan y pesca ilegal: 44 héroes para erradicar un negocio de u$s1.000 millones anuales

En los últimos años, una práctica que le genera un gran perjuicio económico y ambiental al paí­s se fue potenciando.

En el mar, pasando la barrera invisible de las 200 millas náuticas que delimitan la llamada Zona Económica Exclusiva de pesca, que es jurisdicción total del Estado argentino, existe una flota de buques esperando por cruzar ese lí­mite prohibido. 

Cada vez que no hay controles y aparece un cardumen de peces que lo amerite, los pescadores ilegales avanzan sobre aguas nacionales.

La noticia cobra relevancia si se tiene en cuenta que el submarino ARA San Juan, que desde hace dí­as está perdido en las profundidades del mar con 44 personas, estaba cumpliendo una misión para evitar que estos buques depreden las riquezas del mar argentino. 

En total, se estima que son más de 450 embarcaciones las que cada año realizan estas maniobras ilegales frente a la Patagonia, lo que les permite llevarse más de medio millón de toneladas de pescados y moluscos. 

Del total extraí­do del Mar Argentino, prácticamente la mitad corresponde a ejemplares de Illex Argentinus, una variedad de calamar endémica que habita en la plataforma y que, además de su valor comercial, resulta un factor clave para la supervivencia del ecosistema del Atlántico Sur, dado que sirve de alimento para merluzas, cachalotes, pingí¼inos, delfines y elefantes marinos, entre otras especies.

El volumen de lo que mueve esta actividad, según relevamientos de especialistas locales y de organizaciones como la FAO -dependiente de las Naciones Unidas-, impacta: son alrededor de u$s1.000 millones anuales.

Para ponerlo en perspectiva, esto equivale al 70% de lo que el paí­s exporta anualmente en concepto de pescados y mariscos

Este nivel sitúa a la Argentina como una de las cuatro naciones más afectadas por esta actividad ilegal que, en todo el mundo, mueve unos u$s23.000 millones.

Así­, en un contexto en el que la riqueza ictí­cola se contrae en todas latitudes, el Mar Argentino se convierte en un imán para embarcaciones que reciben beneficios de sus propios gobiernos. 

En su mayorí­a, son naves pertenecientes a China, Corea del Sur, Taiwán y España.
Se trata de una "armada predatoria" que se aprovisiona de combustibles y ví­veres en el puerto de Montevideo, donde también descargan parte de su captura en otros buques equipados con cámaras de frí­o. 

"China y España, son paí­ses que pagan el combustible de estos barcos como una polí­tica de Estado. Además, España exime de impuestos a estas compañí­as cuando se lanzan a pescar fuera de los lí­mites de ese paí­s", explicó a iProfesional Milko Schvartzman, especialista en conservación marina.

"Tenemos naciones que alientan a empresas a pescar en la Argentina y esto explica por qué hay más incidentes entre barcos de Prefectura y estos naví­os", amplió. 

El ARA San Juan, clave Convocado para realizar tareas de vigilancia ante una problemática fuera de control, el submarino ARA San Juan cumplí­a funciones de monitoreo y notificación de buques clandestinos cuando tuvo lugar su desaparición en aguas patagónicas.

Si bien esta actividad no era la más habitual, dado que la protección de la Zona Económica Exclusiva de pesca corresponde a Prefectura, la copiosa cantidad de unidades extranjeras que se reúnen al borde del lí­mite marí­timo derivó en la decisión del Gobierno de hacer intervenir a fuerzas militares. 

"Efectuar controles con submarinos no es lo más usual, pero desde que la presencia de buques dentro de nuestros lí­mites se intensificó, comenzó a volverse un poco más común. Su utilización es una muestra más de que la problemática de la actividad ilegal es un problema grave", aseguró a iProfesional un experto en polí­tica pesquera, en estricto off the record.

Schvartzman coincidió con este argumento: "La información oficial en torno al ARA San Juan expone que estaba en plena misión para controlar los recursos ictí­colas de la Argentina. Esta práctica ilegal llega a tal punto que cada vez se necesitan más embarcaciones".

En uno de sus últimos partes, el vocero de la Armada, Enrique Balbi, confirmó que "el submarino estaba en tránsito de Ushuaia a Mar del Plata, en una ruta directa, y se encontraba cerca del lí­mite de la zona económica exclusiva, ejerciendo el control de soberaní­a que hace cualquier unidad de la Armada". 

La fuerza también cuenta con una Escuadrilla Aeronaval de Exploración, que suele realizar vuelos de monitoreo, utilizando radares y dispositivos electrónicos para determinar la posición de los buques.

Una imagen de este año, captada por una de las aeronaves, permite ver una suerte de "ciudad flotante" amenazando con llevarse ilegalmente parte de los recursos de la Argentina. 

Control y uso de la fuerzaComo nunca antes, el Gobierno viene intensificando las tareas de control sobre el frente marí­timo. Y esto puede derivar en situaciones de extrema tensión

Un ejemplo de esto se vivió en marzo del año pasado, cuando un guardacostas efectuó disparos intimidatorios contra un pesquero chino que intentó darse a la fuga.

La secuencia acabó con el hundimiento del buque -que operaba bajo el nombre Lu Yan Yuan Yu- y el posterior reclamo de la embajada del gigante asiático en Buenos Aires.

Un registro del incidente:

También, a principios del año pasado,el pesquero chino Hua Li 8 fue sorprendido por los barcos argentinos operando dentro de la Zona Exclusiva.

Perseguido por la fuerza local, logró escapar mar adentro. Dí­as más tarde, el naví­o volvió a ser detectado camino al puerto de Montevideo, pero siempre navegando aguas argentinas.

Dos guardacostas y un helicóptero naval reanudaron la persecución, que concluyó en cuanto el buque furtivo ingresó en jurisdicción uruguaya.

A salvo de los intentos por parte de las fuerzas argentinas, el periplo del Hua Li 8 concluyó en abril de 2016 cuando, por pedido de Interpol, terminó siendo interceptado en aguas de Indonesia: 

"Se trata de barcos que, además de ingresar y pescar ilegalmente, generan un daño ambiental profundo. No sólo eso: es común que muchas tripulaciones trabajen en una situación que bordea la esclavitud", dijo Schvartzman.

Paí­ses que alientan

De los 450 barcos que mayormente pescan calamar y merluza, el 40% corresponde a embarcaciones con bandera china, el 18% a Corea del Sur, otro 18% a Taiwán y un 15% a España.

La porción restante corresponde a diferentes unidades también de origen asiático. En cada caso, los gobiernos de estos paí­ses se ocupan de subvencionar el movimiento de las flotas furtivas.

Frente a este flagelo, analistas como Schvartzman ven en la presión diplomática la mejor alternativa, más allá de los controles que se llevan a cabo en el mar.

Para el experto, impulsar acuerdos con otros paí­ses puede ayudar a combatir una práctica ilegal difí­cil de erradicar, incluso con intervención de la Armada, dado que hay que monitorear 6,5 millones de kilómetros cuadrados.

"Aunque tengamos todos los recursos en el mar, terminar con ese tipo de pesca es imposible. La única solución efectiva es ejercer la presión diplomática de manera tal que los Estados que promueven esta práctica dejen de destinar recursos", indicó el especialista.

Distintas voces consultadas señalaron que la situación doméstica guarda diferencias respecto del resto de los paí­ses de la región, dado que el Mar Argentino presenta caracterí­sticas de temperatura y biodiversidad únicas en el mundo. 

"Acá se da la combinación de corrientes frí­as, como la de Malvinas, con otras calientes, como la de Brasil. Eso genera una riqueza diferente. Un fenómeno comparable se da en el mar entre Ecuador y Perú, donde también hay pesca ilegal. La diferencia es que mientras que ahí­ la cantidad de buques ronda los 200, en nuestras cosas la cifra es de más del doble", aclaró Schvartzman.

Fuera de la Argentina, no faltan las voces que siguen de cerca la actividad y auguran para las próximas décadas, además de disputas por el control de otros recursos estratégicos, confrontaciones e incluso guerras por el dominio de una riqueza pesquera en indiscutible descenso.

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