De Vido, preso: tras la caída del hombre clave de los Kirchner, ¿comienza un "lava jato" argentino?
"No pongo las manos en el fuego por nadie", respondió Cristina Kirchner en una de las entrevistas periodísticas en la que le preguntaron sobre el nivel de confianza que le inspiraba Julio de Vido quien, durante 12 años, fue "superministro" del kirchnerismo y casi un emblema de ese gobierno.
Luego de sus palabras, la especulación en el ámbito político y judicial fue inevitable: se interpretó que la ex presidenta ya había decidido soltarle la mano, en aras de mejorar sus chances electorales o de proteger su propia situación personal ante la Justicia.
Lo cierto es que, desde ese mismo momento, la prisión de Julio de Vido empezó a ser vista como una posibilidad cierta.
Soñada por algunos como la utopía casi inalcanzable de un país que recupera los valores republicanos, esperada con ansiedad y festejada ruidosamente por otros -que durante una década acumularon sus deseos de revancha-, temida por quienes se preguntan sobre el potencial de daño si el ex ministro se decide a hablar.
Lo cierto es que aquello que parecía imposible se hizo realidad. Para ello, fue necesario que en las elecciones legislativas se confirmara el apoyo popular que fortaleció políticamente al macrismo y-como contracara- debilitó al kirchnerismo.
En Comodoro Py, ya antes de la votación, se tomó nota del cambio de contexto político y se produjo el pedido de detención -algo que antes sólo había hecho el fiscal-.
Y, en ese nuevo marco, los diputados peronistas y de izquierda (que en julio se habían negado dar su voto para el desafuero por motivos de índole moral), contaron con una argumentación judicial a medida para despegarse de una "figura tóxica".
Hasta el propio bloque kirchnerista -acaso rememorando la frase de Cristina sobre las manos y el fuego- buscó una salida al estilo Poncio Pilatos: no bajó al recinto de la Cámara.
De este modo, evitó exponerse en dos sentidos: formalmente, no "sacrificó" a De Vido, pero tampoco quedó en situación de tener que argumentar en su defensa y levantar la mano para salvarlo.La caída de un ícono KLo que vino después fue un espectáculo mediático al que los argentinos ya se han acostumbrado en los últimos meses.
Gente esperando frente al domicilio del ex ministro con el cántico "No vuelven más", un gran despliegue de Gendarmería para el presunto traslado del implicado y redes sociales que explotaron en festejos y chicanas políticas.
El momento fue también interpretado como una reivindicación de Elisa Carrió, por su prédica de varios años contra la corrupción del gobierno kirchnerista.
La propia diputada se encargó de recordar que su primera denuncia contra el ex ministro data del año 2004, cuando pocos se animaban a ventilar sospechas sobre el nuevo gobierno.
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Tocar a Devido es tocar el centro del SISTEMA CORRUPTO del gobierno K, sindical, y empresarial "” Elisa Lilita Carrió (@elisacarrio) 24 de octubre de 2017
Hasta el propio De Vido pareció rendirle un homenaje, con la sugestiva frase sobre el envío de champán a "Lilita", en alusión a su frase "¡qué caviar, qué champán!", dicha en un acto de cierre de campaña, tras enterarse del pedido judicial de detención.
Los canales de noticias suspendieron la cobertura de cualquier otro tema y apostaron las cámaras toda la tarde frente a Comodoro Py, para así transmitir en vivo la imagen de la puerta del edificio, con el único y fundamental objetivo de mostrar al ex poderoso con las esposas puestas.
El ensañamiento mediático era esperable. Primero, porque hay un contexto político que hace que esta temática sea redituable. Pero, además, en este caso no solamente estaban presentes los factores tradicionales de sospecha de corrupción, sino que había elementos de índole más personal.
Concretamente, De Vido había comandado la guerra del kirchnerismo contra los multimedios, con participación estelar en el anuncio de la fugaz "estatización" de Fibertel, empresa del grupo Clarín.
El ex súper ministro, con cierta astucia y un último resto de preservación de su imagen pública, logró evitar la ignominiosa foto con "el casquito" y las manos esposadas mientras era conducido del brazo por uniformados.
Lo que no logró evitar fue la defenestración mediática. Su detención fue el tema del día y tiene garantizado un lugar protagónico en los medios de comunicación por largo tiempo. No es para menos, por lo que significa su figura tanto en términos reales como simbólicos.
Algunos lo comparan con Antonio Palocci, el ex poderoso ministro de hacienda del presidente Lula quien, tras ser llevado preso decidió contar lo que sabía sobre el esquema de corrupción brasileña, incluyendo la delación contra el propio Lula.El nerviosismo del "círculo rojo"Ese será, sin dudas, el gran tema de las próximas semanas: qué le siguirá a la prisión de De Vido.
Con frases ambiguas, en ocasiones en los que ha sido presionado, el ex funcionario dejó entrever que tiene información suficiente como para poner nerviosos a muchos, tanto del lado estatal del mostrador como del de la empresa privada.
El potencial de "daño" de De Vido es directamente proporcional a la amplitud de temas que manejó durante su gestión. Transporte
Es por eso que las causas judiciales que lo involucran también reflejan esa diversidad: la malversación en Yacimientos Carboníferos de Río Turbio, los sobreprecios en los barcos cargados de gas licuado, la asociación ilícita en la obra pública y la responsabilidad política por la masacre ferroviaria de la estación Once.
De hecho, los presos célebres del kirchnerismo están, todos, ligados a él de una u otra manera:
- Lázaro Báez, por la asignación irregular y sobreprecios en obras
- José López, por la corrupción en la gestión vial
- Ricardo Jaime, por la compra de material ferroviario ruinoso
- Roberto Baratta, su número dos en Planificación, por sobreprecios de casi u$s7.000 millones en la compra de gas licuado
De manera que si es amplio el margen de corrupción por el que se acusa al ex ministro, también lo es su conocimiento de los actores privados que participaron en todo estos negocios espurios.
La propia Cristina Kirchner dio a entender ese potencial de denuncia cada vez que ha sido interrogada sobre los bolsos de López.
"Quiero que se sepa quién le dio esa plata, porque yo no se la di", decía a modo de recordatorio de que toda denuncia de corrupción contra un funcionario que cobra una coima implica la aceptación tácita que, del otro lado hubo, alguien que pagó.
En los medios de comunicación afines a la ex presidenta han insinuado que la lista de esos pagadores podría incluir a nombres importantes vinculados con la obra pública.
Por lo pronto, lo que ocurre con De Vido es seguido muy de cerca por los inversores externos.
Nadie se anima a decirlo en público, porque implica ingresar en el terreno de lo políticamente incorrecto, pero la posibilidad de un "manipulite" en la Argentina abriría una etapa de incertidumbre, palabras que suele alejar a los capitales.
Cuando la sospecha deja de ser personalizada en un ex funcionario y pasa a ser generalizada a todo un sistema de negocios, esto podría ser hasta un elemento disuasivo para los proyectos que implican desembolsar dinero.
En definitiva, son horas de festejo en los medios, en las redes sociales y en el ala política más proclive a la denuncia de la coalición Cambiemos. ¿Qué siente Macri sobre esta situación? Sus declaraciones públicas inducen a pensar que acompaña el objetivo político de su socia Carrió.
"Entre los cambios importantes que ha tenido la Argentina, uno es que se acabó la impunidad. Ya nadie está por arriba de la ley y somos todos iguales", había dicho en julio, la primera vez que se intentó el desafuero.
También tuvo advertencias para parte de la Justicia que se mostraba remisa a avanzar en las investigaciones. Pero está claro que el Presidente también es consciente de lo que implica De Vido en prisión.
Un antes y un después, que puede trascender a la situación personal de un ex superministro para afectar a Cristina Kirchner, al "círculo rojo" y a todo un sistema de obra pública que a lo largo de décadas asumió la corrupción como lubricante inevitable del engranaje.