"Lunes Negro" de Wall Street: advierten que podría repetirse
Uno de los más destacados economistas de los EE.UU., John Kenneth Galbraith escribió un artículo en enero de 1987 en el que expresaba: "Llegará el día de rendir cuentas, cuando el mercado descienda como si nunca fuera a detenerse".
Pasaron apenas nueve meses y de repente el 19 de octubre lo que parecía ser un sólido edificio se derrumbó como un castillo de naipes.
El principal indicador de Wall Street, el índice Dow Jones, que contaba con casi 100 años a sus espaldas, se hundió irremisiblemente como nunca antes lo había hecho.
En ese "lunes negro" se desplomó un 22,6%, y es por ello que ese día quedó grabado para siempre en la memoria de los mercados.
Ninguna otra rueda, ni siquiera las que acontecieron durante el crac de 1929, igualaba en envergadura a los descensos sufridos durante aquella jornada. De hecho, ningún otro día le pudo arrebatar tan dudoso honor.
En apenas unas horas, los inversores estadounidenses perdieron nada menos que 550.000 millones de dólares. A la hora de contabilizar pérdidas, la peor parte la llevó la familia de Sam Walton, fundador de los almacenes Wal-Mart, que vio cómo su riqueza se reducía en 1.750 millones de dólares.
Otro inversor seriamente afectado fue Warren Buffett, que perdió u$s347 millones, en tanto que el por entonces ascendente Bill Gates resignó unos 255 millones de dólares.
La onda expansiva alcanzó otros mercados del planeta, ya que por caso el índice japonés Nikkei 225, bajó un 15% y la bolsa británica un 12 por ciento.
Para desdicha de los inversores, ya entre el 14 y el 16 de octubre el Dow había perdido un 10,5%, un descenso que llevó a que la revista Time pusiera en tapa el titular Masacre de octubre en Wall Street.
En la nota hacía referencia que, como había pasado en 1929, el décimo mes del año se cruzaba otra vez en el camino de los inversores.
Los motivos del derrumbe
¿Cuáles fueron los factores que provocaron semejante desplome? Los estudios posteriores culparon al abultado déficit público que acumulaba entonces Estados Unidos, que había desvirtuado las expectativas de los mercados.
Otros dirigieron sus miradas a la Reserva Federal (Fed), que por entonces tenía un nuevo presidente, Alan Greenspan, que había tomado posesión del cargo en remplazo de Paul Volcker
Ya en funciones, el flamante funcionario sabía que se avecinaban tiempos difíciles. En el último año, la tasa de inflación había pasado del 1,9 al 3,6 por ciento.
Y como reconoce Greenspan en su libro La era de las turbulencias, "Wall Street atravesaba un episodio especulativo".
Ante esta situación, la primera medida que impulsó fue la suba de las tasas de interés, que pasó del 6,75 al 7,25 por ciento. Pese a esa suba, Wall Street apenas cayó en los días subsiguientes pero luego comenzó a subir en forma progresiva.
Pero el potencial de la crisis estaba presente. "Los signos de problemas económicos siguieron llegando. A principios de octubre, el miedo se tornó en algo próximo al pánico", afirma Greenspan.
En tercer lugar, todo incida que también influyó, sobre todo en la velocidad de las caídas, la nueva tecnología que había implantado meses antes.
"Se acababan de conectar el mercado de contado de Wall Street y el de derivados de Chicago, y cuando empezaron los descensos los sistemas de ventas saltaron y produjeron una situación de pánico", confirma Mariano Rabadán, por entonces operador del Citi.
En la práctica lo que hacía era recoger información de ruedas anteriores, como todo tipo de indicadores y si su análisis era negativo lanzaba mensajes de venta, con el objetivo de elevar la liquidez para proteger las carteras.
Edwin Walkzak, gestor del fondo Vontovel Fund - US, también sostiene que parte del derrumbe se debió al trading programático, esa especie de cobertura mediante la que si el mercado caía y se alcanzaba un determinado nivel se activaban las ventas.
Y así fue, al verse encadenadas se produjo un efecto "bola de nieve" que el mercado no fue capaz de asumir.
"Los algoritmos actuales son mucho más sofisticados, porque cuando tocamos un punto determinado de ventas, vuelven a activar las compras", indica Valdés.
Sin embargo, el Crash del 87 tuvo sus réplicas, como por ejemplo el 15 de octubre de 2008, cuando el Dow perdió un 7,8%, por lo que se convirtió en la segunda mayor pérdida porcentual de la historia.
Luego, el 6 de mayo de 2010, cuando se produjo el Flash Crash, debido a un error de un operador que confundió "millones" con "billones" el indicador registró una pérdida intradiaria de hasta 1.010 puntos en cuestión de minutos, para la caída se revirtió en la misma rueda.
Y, por supuesto, también estuvo presente la euforia previa.
"En el otoño de 1986, mi atención se fijó en la operación especulativa que por entonces tenía lugar en la bolsa, las manifestaciones tipo casino y en los entusiasmos vinculados a esta situación emanados de la búsqueda y captura de empresas, de compras de participaciones apalancadas y de la manía de fusiones y adquisiciones. Nadie negará en serio que los meses y años anteriores al hundimiento bursátil de 1987 estuvieron caracterizados por una intensa especulación" asegura categóricamente Galbraith.
Para Alan Valdes, actual director de operaciones de Silverbear Capital, en las ruedas previas no se observaban señales de lo que iba a pasar.
"La renta variable estaba cara, el mercado había subido" explica, haciendo referencia a los máximos alcanzados por el S&P 500 en agosto de aquel año.
Ya en el cuarto trimestre del año, la rentabilidad del bono americano a 10 años tocaba el 10% y la compañía con mayor capitalización de mercado era IBM, que en ese día borró de golpe y plumazo alrededor de u$s18.800 millones, en tanto que Apple, la compañía más valiosa en la actualidad, contaba entonces con un precio de u$s4.580 millones, según datos de Thomson Reuters.
"Todo pasó de repente, no lo veíamos venir, definitivamente fue el peor día de mi vida en el mercado", explica Valdés, quien relata como de repente, aquella mañana la ventas comenzaron "un efecto cascada".
Sobre el piso de negociaciones también se encontraba Ken Polcari, actual director de operaciones de O´Neil Securities, entonces un operador jr. de 26 años con tan sólo año y medio de experiencia como trader.
Este experto rememora como las órdenes de venta comenzaron a "ser masivas por parte de los inversores institucionales", que pedían liquidar de golpe 150.000 acciones de General Electric o hasta 300.000 de IBM.
Un colega suyo explica que en los días previos se venía notando que el volumen de negociación había sido excesivamente alto, pero ese día "no había intención alguna de compra".
"Era inusual no ver alguna orden de compra en el horizonte", sostiene Valdes, quien agrega que "sentimos como si la Depresión de los años 30 se estuviera materializando en un solo día".
Otros operadores recuerdan que "durante la primera hora de negociación no se daba abasto con las órdenes de venta", pero en el transcurso de la rueda la cuestión se complicó pues "los traders estaban completamente desbordados".
"Los movimientos fueron dramáticos y la poca tecnología que existía por entonces no hizo más que empeorar las cosas", añade.
Lo llamativo del caso es que este 30 aniversario se produce en un momento de cierta ansiedad en los mercados.
"Algunos inversores temen que la historia se repita, ya que el S&P 500 continúa tocando máximos sin que la volatilidad se recupere", reconoce Sam Stovall, director de inversión de CFRA, que recuerda que el actual mercado alcista es el segundo más prolongado desde la segunda Guerra Mundial.
Según sus cálculos un evento similar al del 19 de octubre de 1987 provocaría una pérdida de 523 puntos en el S&P 500 situándolo por debajo del nivel de los 2.030 puntos.
"Si comparamos los niveles diarios del S&P 500 en 1987 con la progresión hasta el momento en 2017, observamos una evolución extrañamente similar", advierte.
Más allá de esta afirmación, cabe señalar que también existen muchas diferencias. En estos momentos los máximos históricos del S&P 500 son recientes mientras que en octubre de 1987 había tocado techo casi dos meses antes.
De hecho desde su máximo alcanzado el 25 de agosto de 1987 hasta el 16 de octubre, la última sesión bursátil antes de aquel Lunes Negro, el indicador había caído más de un 16%.
¿Puede repetirse otro lunes negro?
"Lo que sucedió no se podía predecir, pero debería ser un recordatorio de qué podría pasar actualmente dado que toda la gestión pasiva se canaliza a través de ETFs", advierte Walkzak.
Cabe recordar que estos son índices que replican una determinada cartera de acciones o incluso mercados, como por ejemplo el S&P500 o el Nasdaq.
"En mi opinión, hay una gran complacencia en los mercados, especialmente, de las personas que compran renta variable y que no saben qué tienen en un ETF".
"Por lo tanto, no me sorprendería si el mercado vive algún sobresalto cuando suban las tasas de interés o cuando ceda el programa de expansión monetaria de la Fed. No podemos preverlo, los mercados subieron cuando esta comenzó y es lógico pensar que habrá sobresaltos cuando la situación vuelva a su curso normal", concluyó.