Regreso de protesta violenta preocupa al Gobierno antes de las cumbres de OMC y G20
Manifestantes de un lado, fuerzas del orden del otro. En el medio, piedras, vidrios rotos, contenedores de basura prendidos fuego. En el medio de la tensión, las corridas y los forcejeos, decenas de detenidos. Y las acusaciones cruzadas sobre quién prendió la mecha de la violencia. Esa es la postal que, en las últimas semanas, los argentinos han vuelto a ver en Buenos Aires en medio de una preocupación generalizada.
Pero, mientras todo el país seguía inmerso en los pormenores políticos del caso Maldonado, había otras personas ligadas al ámbito diplomático que estaban pensando en el riesgo de que esas mismas imágenes se pudieran repetir en dos grandes eventos internacionales que tendrán lugar en el país. Y en esas ocasiones, la mirada del mundo estará en las calles porteñas, donde la seguridad de los más altos funcionarios será lo que se ponga a prueba.
Más de 4.000 funcionarios, entre técnicos y ministros, de 164 países se darán cita en Buenos Aires del 10 al 13 de diciembre, con motivo de una nueva Cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Semejante despliegue será un testeo previo que pondrá a prueba el sistema de seguridad nacional, de cara al segundo y más importante evento internacional que albergará la Ciudad: la Cumbre del G-20.
La misma concentrará en un mismo lugar, hacia fines de 2018 –en una fecha a confirmar- a 20 de los más importantes líderes mundiales de las principales potencias.
Son dos encuentros de altísimo impacto mediático y que concentrarán las miradas de toda la prensa internacional.
El Gobierno tiene ante sí una oportunidad histórica: ambas cumbres se convertirán en inmejorables vidrieras para mostrar a la "nueva" Argentina.
Esto es justo lo que viene buscando Mauricio Macri, como parte de su plan de avanzar con la inserción "inteligente" del país en el tablero global.
Pero semejante exposición tiene sus riesgos. Grandes riesgos. Y los funcionarios lo saben. Es que la importancia y la visibilidad que tiene cada una de estas reuniones harán que Buenos Aires, durante varios días, se convierta en una suerte de "ombligo" del mundo.
Y esta vidriera que buscará capitalizar el Jefe de Estado, como anfitrión de ministros y líderes de grandes potencias, también será un foco de atracción inmejorable para aquellos grupos que busquen mostrar su disconformidad con el Gobierno.
No sólo eso: también será un imán para las organizaciones "antiglobalización", los grupos locales y hasta para células terroristas.
En el Ministerio de Seguridad, que comanda Patricia Bullrich ya vienen trabajando desde hace meses con un plan estratégico. Básicamente porque este tipo de cumbres, en el país que sea, siempre suelen traducirse en desmanes.
Calentando motoresEl foco de preocupación, sin dudas, está en lo que pueda suceder durante el encuentro de la OMC en diciembre próximo y, más aun, en el del G-20 el año próximo, que se convertirán en pruebas mucho más exigentes.
El estrés entre los funcionarios dedicados a la organización se potenció el viernes 1 de septiembre, cuando saltaron todas las alarmas en Cambiemos al quedar expuestas las dificultades que tuvieron las fuerzas de seguridad para llevar orden, luego de una marcha en reclamo por la desaparición de Santiago Maldonado.
La misma se había desarrollado de manera pacífica durante casi toda la jornada pero luego se produjeron corridas y desmanes.
Paredes con grafitis, contenedores de basura incendiados y autos con los vidrios estallados fue el escenario que dejó una noche caliente, que además derivó en 30 detenidos y más de 20 heridos.
Los problemas para manejar y controlar la situación, con fuerzas de seguridad que se vieron desbordadas en todo momento, plantean un signo de interrogación, especialmente de cara al encuentro de la OMC, la primera "parada" de este desfile de funcionarios de grandes potencias.
El macrismo sabe que, en sintonía con lo que ya sucedió en otros países, la prensa internacional estará buscando "la" foto del preciso instante en que se produzcan los choques entre manifestantes y policías.
A este "condimento" local se suma el factor de riesgo usual que acompaña a las cumbres de este tipo: el ingreso de cientos y hasta de miles de miembros de grupos "antiglobalización", que suelen enfrentarse con las fuerzas de seguridad del país anfitrión.
Estos choques siempre generan postales violentas que terminan copando la televisión y los portales de noticias a nivel mundial.
En la última cumbre del G-20, de hecho, el llamado "bloque negro" o "black block", un grupo "globalifólico" que suele manifestarse en estos eventos, mantuvo en vilo a las autoridades y ciudadanos de Hamburgo, la segunda ciudad de Alemania, donde rompieron vidrieras y quemaron autos.
¿El saldo? Tras las protestas de más de 10.000 personas, 160 policías terminaron heridos y hubo casi un centenar de detenidos.
Lo que más preocupa es que este primer "test", como lo será la cumbre de la OMC, encuentra a una ministra de Seguridad cuestionada.
"Lógicamente existe preocupación. En cualquier país que se convirtió en anfitrión de eventos de esta envergadura hubo conflictos serios. Esto plantea un gran desafío para el Gobierno", planteó una fuente en off desde Cancillería, que reconoció que los funcionarios consideran utópico no tener algún tipo de enfrentamiento.
"Más que pensar en evitarlos, acá se trabaja con la idea de controlarlos y evitar que escalen", agregó.
Más allá de las cumbres de presidentes del Mercosur o visitas de líderes mundiales, en la Argentina casi no hay experiencia en este tipo de eventos tan relevantes en el calendario global.
Por eso, preocupa que la confluencia de los grupos "antiglobalización" y los manifestantes locales -muchos de los cuales actuaron en la última marcha-, termine generando un caldo de cultivo que derive en una crisis de seguridad de alto impacto.
Esto, lógicamente, se podría convertir en un boomerang para el propio Macri, que busca, justamente, mostrar a la Argentina como un nuevo país que plantea una "inserción inteligente" en el mundo.
"No es una parada fácil. Este tipo de reuniones genera protestas en todo el mundo. La cuestión es cómo el Gobierno maneja estos escenarios. Una preocupación es el control en la calle misma, donde hay una capacidad de manejo que actualmente está faltando. La otra está vinculada con el terrorismo internacional", plantea el analista Marcelo Elizondo.
Una ciudad sitiada El primer test de cara al G-20 será, sin dudas, el encuentro de la OMC.
El predicamento pro libre comercio lo convierte en uno de los grandes objetivos de los grupos antiglobalización, que se oponen a esta organización por considerarla como la máxima expresión del neoliberalismo. Y esto también atraerá a los manifestantes locales.
La delegación de 4.000 técnicos y funcionarios que llegarán a través de los aeropuertos de Ezeiza y Jorge Newbery exigirán una logística ultra aceitada.
Para ello, trascendió que el Gobierno destinará una partida especial de u$s30 millones para cubrir gastos de organización y seguridad durante los cuatro días que permanecerán los visitantes de los 164 países.
Como las principales delegaciones se hospedarán en el Hilton y allí mismo se realizará la primera cumbre, el Ministerio que comanda Bullrich ya comenzó a instrumentar un "operativo cerrojo".
El mismo consiste en que los habitantes de buena parte de Puerto Madero –el hotel se emplaza en el dique 3- así como también los empleados que trabajan en las torres de oficinas, registren sus huellas dactilares para poder circular en diciembre.
En la carta que el Ministerio envió a edificios, empresas y consorcios, se les adelantó que habrá un complejo sistema de anillos de control que intentará evitar que cualquier manifestante o curioso no autorizado se acerque al área más crítica de Puerto Madero.
De cara a este encuentro, el Gobierno no se conformaría sólo con tener un registro de huellas: trascendió que la Agencia de Inteligencia comenzó a analizar qué inmuebles fueron alquilados en los últimos meses en las zonas cercanas a donde se realizará el evento.
Sin embargo, la preocupación oficial radica en que no toda la cumbre estará 100% "encapsulada" en esas pocas cuadras del barrio más exclusivo de Buenos Aires. Allí sólo se realizarán las sesiones de trabajo de la OMC, de la que participarán ministros, cancilleres y técnicos.
La sesión inaugural podría tener lugar en el nuevo Centro de Convenciones inaugurado por Horacio Rodríguez Larreta. Además, hay interés de que se realice una velada se realice en el Teatro Colón.
Esto implica tener a un grupo de –literalmente- miles de personas en movimiento, entre delegaciones, curiosos... y manifestantes.
Por ello, habrá una presencia policial inédita en las calles porteñas. Si bien todavía no hay números oficiales, se prevé que la cifra de uniformados supere holgadamente a la que se observó durante la visita del entonces presidente de los EE.UU., Barack Obama.
En ese entonces, hubo 3.000 efectivos, entre fuerzas locales y agentes estadounidenses, que trabajaron coordinadamente utilizando el sistema de anillos.
Para la próxima cumbre del G-20 (y posiblemente para la de la OMC), está en estudio movilizar a más de 7.500 fectivos entre la Policía de la Ciudad, Gendarmería, Prefectura, Fuerza Aérea, Policía Bonaerense y Seguridad Aeroportuaria.
Además, durante los días previos al evento, un comité conformado por los ministerios de Seguridad, Modernización y Defensa, se dedicarán a cubrir la ciberseguridad y extremar los cuidados frente a posibles ataques informáticos.
En el caso del control fronterizo, la Argentina no actúa sola: el Gobierno ya está recibiendo las "watch list" por parte de agencias estadounidenses y europeas.
Las mismas incluyen unos 3.000 perfiles de personas sospechadas por terrorismo o que ya fueron identificadas causando desmanes en otras protestas alrededor del mundo.
Grupos como el "bloque negro" no son improvisados. En general son agrupaciones que cuentan con el respaldo logístico y financiamiento de organizaciones no gubernamentales.
Más allá de estos preparativos, la cumbre de la OMC será el primer gran testeo para la prueba de fuego: el encuentro del G-20, para el cual ya se habilitó una partida de $100 millones destinada a la reparación de aviones y material militar que permitirá controlar el espacio aéreo y marítimo.