Cuál es la razón por la que los japoneses no quieren salir de sus habitaciones
Viven en una sociedad exigente, en donde sólo les dan oportunidades a los mejores, fallar o ser mediocre no es una opción.
Abandonar los estudios para muchos jóvenes japoneses puede representar la puerta para una vida de exilio dentro de la sociedad. El no estudiar, puede hacer que se entre a un mundo de aislamiento, del que les costará salir.
Se esima que hasta un millón de jóvenes japoneses se quedan encerrados en sus casas, hasta por décadas enteras. Este fenómeno es más conocido como los Hikkimori o aislados.
Desde BBC Mundo, hicieron un reportaje explicando las causas por las cuales se produce.
En el caso de un chico identificado como Hide, todo empezó cuando dejó el colegio. "Empecé a culparme, y mis padres también me responsabilizaron por no acudir a clase. Comenzó a crecer la presión", cuenta. "Entonces, gradualmente, comencé a tenerle miedo a salir y a temer conocer a gente. Fue entonces cuando ya no pude salir de mi casa", dijo.
De a poco, fue Hide quien renunció a todo tipo de comunicación con sus amigos y también con sus padres. Como una manera de eludir el encuentro, el jóven dormía durante el día y se sentaba toda la noche a ver la televisión.
"Tuve todo tipo de emociones negativas", cuenta. "El deseo de salir, la rabia hacia la sociedad y a mis padres, tristeza por estar en esta condición, temor sobre lo que podría pasar en el futuro y envidia a las personas que llevaban una vida normal".
Fue así como Hide, se convirtió en un Hikkomori. Este es el término que ya es conocido en Japón se utiliza para calificar a quienes se aíslan.
El origen de este fenómeno se sitúa en la década del '90. En ese momento, estos jóvenes pertenecían a familias de clase media, casi todos hombres, y la edad promedio de este retiro voluntario era de 15 años.
Quizás esto puede estar ligado a la pereza del típico adolescente. Sin embargo, para los psicólogos los que sufren esto están paralizados por un profundo temor social.
"En sus mentes están atormentados", explica un especialista y agrega que "quieren salir al mundo, pero no pueden".
No existen síntomas únicos que los identifiquen. Algunos pueden padecer de explosiones de violencia junto con con comportamientos infantiles tales como patear a la madre. Existen otros que pueden ser obsesivos, paranoicos y depresivos.
Quien primero manifestó este fenómeno fue el psiquiatra Tamaki Saito en los años '90. Se cree que, desde entonces, el número de aislados aumentó. Una cifra estimada conservadora de personas afectadas sería 200.000. Sin embargo, en 2010 una encuesta del gobierno de Japón arrojó una cifra mucho mayor: 700.000. Pero como los que padecen este fenómeno no quieren salir, Saito considera que la cantidad de afectados es todavía mayor, cerca del millón. Y su edad puede ir de los 21 hasta los 32.
Existen muchos motivos por los que deciden aislarse: pueden ser desde notas bajas hasta un corazón roto. Las fuerzas sociales, es un factor que también puede impedir que los jóvenes salgan de sus cuartos.
Una de esas fuerzas es sekentei, la reputación de una persona en la comunidad y la presión que él o ella siente para impresionar a otros. Mientras más tiempo pasa un hikikomori aislado de la sociedad, más consciente está de su fracaso social.
Su autoestima y su confianza se derrumban, lo que contribuye a pensar que dejar la casa es algo aterrador.
Por su parte, los padres esperan que a cambio muestren respeto y cumplan con su papel en la sociedad de tener un trabajo.
Otro de los testimonios, es el de Matsu que se convirtió en un hikikomori después de que decepcionara a sus padres sobre su carrera y los cursos universitarios."Mentalmente estaba muy bien, pero mis padres me empujaron de tal forma que no quería ir", explica.
Matsu era el hijo mayor de la familia y tenía una carga muy grande con respecto a las expectativas de sus padres. Creció furioso al ver a su hermano menor hacer lo que quería. "Me volví violento y tuve que vivir separado de mi familia".
Andy Furlong, un académico de la Universidad de Glasgow especializado en la transición de la educación al trabajo, relaciona el auge del fenómeno hikikomori con la explosión de la "burbuja económica" de los años 80 y el inicio de la recesión de los 90.
Fue en ese momento cuando hubo un quiebre con respecto a las buenas calificaciones en los colegios que conducían a las buenas universidades y de allí a excelentes trabajos de por vida. Tras esto, una generación de japoneses se enfrentó a las inseguridades de los trabajos temporales o de media jornada. Y se convirtió en un estigma, no una simpatía.
A los aspirantes a puestos de trabajo se les llamó arbeiter, combinación del término inglés freelance y la palabra alemana para trabajador. En los debates políticos se referían a los arbeiter como neets, personas que no estaban en la educación, en trabajos o cursos de entrenamiento.
Hikikomori, arbeiter y neets eran formas de describir a las generaciones de jóvenes buenos para nada parásitos de la floja economía japonesa. Generaciones mayores, que se recibieron y consiguieron carreras estables en los años 60 y 70 no podía relacionarse con ellos.
Tamaki Saito asemeja el estado de hikikomori con el de alcoholismo, imposible dejarlo sin una red de apoyo.
Su enfoque es empezar con "reorganizar" la relación del paciente con sus padres, armar a madres y padres desesperados con estrategias para reiniciar la comunicación con sus hijos. Cuando el paciente está lo suficientemente bien como para acudir a la clínica en persona, se lo trata con fármacos y terapia.
La terapia de grupo es un concepto relativamente nuevo en la psicología japonesa, aunque los grupos de autoayuda se han convertido en una forma clave para atraer a un hikikomori a la sociedad.